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Jumanji: Siguiente nivel

Aventuras. Fantástico. Comedia. Acción En esta ocasión, los 'jugadores' vuelven al juego, pero sus personajes se han intercambiado entre sí, lo que ofrece un curioso plantel: los mismos héroes con distinta apariencia. Pero, ¿dónde está el resto de la gente? Los participantes sólo tienen una opción: jugar una vez más a esta peligrosa partida para descubrir qué es realmente lo que está sucediendo. (FILMAFFINITY)
Evasión o derrota
Previamente, en “Jumanji”, el temido y archi-famoso juego de mesa adquirió conciencia propia. Lo hizo como respuesta al ostracismo al que parecía condenarle un mundo en permanente (in)volución. Las costumbres y los gustos de los chavales cambiaron, de modo que tocó adaptarse, y remplazar las fichas y los dados por mandos, circuitos e incontables líneas de código que consiguieran, en suma, la experiencia inmersiva definitiva. La realidad virtual seguía siendo un experimento a media cocción, pero gracias a la magia -negra- de la selva, el sueño se convirtió en realidad, o peor aún, en pesadilla. La jungla pasó de fuerza invasora del hogar, a confirmarse como polo de atracción hacia una simulación fantasiosa, pero no por ello menos letal.

El caso es que ‘Jumanji: Bienvenidos a la jungla’ fue la concreción del reinicio ideal. La popular cinta familiar de aventuras de 1995, dirigida por Joe Johnston y protagonizada por Robin Williams, se actualizó hará ya dos años de la mano de Jake Kasdan y Dwayne Johnson como caras ahora más visibles. Pero más allá de renovaciones obligadas en el cartel, los auténticos aciertos de esta “nueva” propuesta consistieron primero en potenciar el componente humorístico del conjunto (decisión natural contando con un plantel de actores donde figurarían nombres como Jack Black o Kevin Hart), y después en amoldar el aparato fílmico tomando como referencia el mundo gamer.



Es por esto que cabría considerar a ‘Jumanji: Bienvenidos a la jungla’ como un muy interesante (aparte de efectivo, claro está) acercamiento del medio cinematográfico a las formas y dinámicas del videojuego, un formato (y una industria) que a estas alturas, y si nos atenemos al volumen de negocio generado, ya ostenta el liderato dentro del mundo audiovisual. La premisa de la historia tomaba así posesión de un dispositivo que entendía que para acercarse a la estela ganadora de las tendencias, tenía que captar por lo menos su esencia: la interactividad.

Esta se lograba no solo cambiando las reglas del juego, sino más bien gracias a la complicidad cómica entre el espectador y un reparto que se sentía muy a gusto poniendo voz y movimientos a un guion que, para mayor gozo, parecía estar concebido para potenciar las habilidades de cada personaje sobre el “tablero”. Total, que la apuesta cuajó, comercialmente hablando. De hecho, lo hizo tan por encima de las mejores expectativas, que su recuerdo, todavía muy reciente, podría incluso degenerar prematuramente en nostalgia. En esa sustancia que, como ya sabemos, puede al mismo tiempo degenerar en ese peligroso refugio que nos mantendrá a salvo de la desalentadora realidad en la que nos ha tocado vivir.



Abatido se encuentra, precisamente, uno de los protagonistas de ‘Jumanji: Siguiente nivel’. Una vez superada la “pantalla” del instituto, descubre que la vida universitaria no es como él la imaginaba. Está lejos del hogar, y para sobrevivir en la gran ciudad donde estudia, se ha visto obligado a aceptar un trabajo de rutina nada estimulante... y de trato a todas luces denigrante. Se podría decir que su vida apesta... y lo que es peor, la de sus amigos no. Así lo atestiguan tanto las experiencias que van “subiendo” las redes sociales, como la energía que emana del grupo que comparten en aquel famoso servicio de mensajería instantánea.

Ante tanta felicidad ajena, el chico se siente aún más miserable, y se encoge, y se esconde... y se bunkeriza en el recuerdo de aquel glorioso momento en que él, y solo él, fue el héroe de la función. No hace falta remontarse hasta el lejanísimo año 95 para sentir morriña, de modo que si la apuesta funcionó en 2017, ¿por qué no iba a hacerlo ahora? En resumen, el “siguiente nivel” no es más que el regreso a la fórmula cuya validez ya se demostró en el pasado reciente. Dicho de otra manera: todo lo que definía al antecedente, se aplica a la película que ahora nos ocupa. En esta confirmación (es decir, en la invitación a recuperar el “Bienvenidos a la jungla”) el texto en conjunto propone una sub-lectura ciertamente atractiva.



Y es que los dos acercamientos de Jake Kasdan a Jumanji pueden interpretarse como una especie de actualización (muy acorde a nuestros tiempos) de otro mega-éxito popular de antaño. Me refiero a ‘Big’, cinta de 1988 dirigida por Penny Marshall, en la que un crío encarnado por David Moscow se convertía en Tom Hanks, es decir, en un cuerpo listo para enfrentarse al reto más complicado: la vida adulta. Aquí, en cambio, la transformación es la antesala de la única aventura que, ahora mismo, puede levantar un mínimo de interés apriorístico. Esto es, la evasión justificada en la propia reacción evasiva: porque el mundo real da muy pocos argumentos para aguantarle la mirada. La respuesta a esta depresión es un delirio ajeno a cualquier época, latitud o, directamente, sentido determinable.

Una “sandbox” híper-digitalizada, con el itinerario marcado, esto sí, y explorada con conciencia posmoderna. Las risas se activan con la manera en que Kevin Hart y Awkwafina tienen de imitar los tics de Danny Glover y Danny DeVito, y en cómo Jack Black asume, una vez más, que “ser Jack Black” es el peor castigo al que puede someternos este hilarante videojuego. El resto de diversión sigue corriendo a cargo de lo que ya sabíamos: una simpática noción (y gestión) del sentido del absurdo. A través de esto último fluye una acción sobre-expuesta tanto al efecto visual como a la épica auto-conscientemente hipertrofiada de “The Rock”. Imágenes y poses que cumplen su cometido al alejarnos más y más de aquello que algún día conocimos como realidad, y al prorrogar, durante el breve lapso de tiempo que pueda durar una partida, el infierno más temido de todos: hacerse mayor.
Escrita por Víctor Esquirol (FilmAffinity)
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