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Dumbo

Aventuras. Fantástico Holt Farrier (Colin Farrell) cuenta con la ayuda de sus hijos Milly (Nico Parker) y Joe (Finley Hobbins) para cuidar a un elefante recién nacido cuyas orejas gigantes le hacer ser el hazmerreír en un Circo que no pasa por su mejor momento. La familia circense de Holt incluye además a la señorita Atlantis (Sharon Rooney), Rongo (DeObia Oparei), Pramesh Singh (Roshan Seth) y su sobrino (Ragevan Vasan), La grandiosa Catherine (Zenaida ... [+]
¿Qué fue de Tim Burton?
La primera pregunta que puede plantearse quien acceda a este regreso de a las pantallas del elefante Dumbo podría ser: ¿por qué?; la siguiente, e inmediata, sería: ¿por qué tú, Tim?

Aunque quizá la primera cuestión a resolver sea otra: ¿cuándo comenzó la decadencia del cine de Tim Burton? Cada seguidor del cineasta podrá proponer su propia fecha, su propia película. Para este cronista, el principio del fin está marcado a fuego en 2005, con “Charlie y la fábrica de chocolate”: una repetición de fórmulas, de tics de puesta en escena, de esquemas visuales que reducía casi a la nada el maravilloso y mágico mundo de Roald Dahl. Sí, es cierto que después llegaría “Sweeney Todd”, un Burton más que notable, pero todo se descompuso sin remedio a raíz de “Alicia en el país de las maravillas” y la cosa se desfondó con la sucesión que supusieron “Sombras tenebrosas”, “Big Eyes” y “El hogar de Miss Peregrine para niños peculiares”.

Tal vez lo peor que se pueda decir del “Dumbo” de Tim Burton es que se trata de una película bonita. Es entretenida, se ve de un tirón sin demasiado esfuerzo... Una película que podría haber sido dirigida por cualquiera, pero no por el autor de maravillas como “Eduardo Manostijeras” o “Ed Wood”.



Disney estrenó su “Dumbo” en 1941 y necesitó solo 64 minutos para crear un icono. Es posible que sin el anterior fracaso comercial de “Fantasía”, este éxito no se hubiera realizado. Disney buscaba una película sencilla, de breve metraje, de animación básica… un producto que le permitiera ahorrar dólares y seguir adelante. Y “Dumbo” se convirtió en otra prueba de que, en muchas ocasiones, de la presunta simplicidad nacen los mayores logros. No se trata de enumerar las diferencias entre el clásico y la visión de Burton, entre otras cosas porque este “Dumbo” no tiene alma de “remake”, pero lo malo de tocar ciertos mitos es que quienes los vivieron y sintieron esperan la permanencia de algunos referentes. Digámoslo ya, la memorable secuencia de la borrachera del elefante no aparece en esta ocasión (¿Burton políticamente correcto?). Y el paquidermo orejudo vuela muy pronto, demasiado pronto…

Los títulos de crédito de este “Dumbo” funcionan muy bien: Burton imprime un aire “retro” a sus imágenes, muestra el viaje del circo por diferentes territorios y sobreimpresiona su recorrido en mapas y tickets del espectáculo, a la antigua usanza. Aunque la música del destajista Danny Elfman ya anuncia mucho de la ternura que está por llegar. En esta versión de Burton los personajes humanos tomarán el centro del relato, de hecho, el elefante será poco más que un contrapunto de sus conflictos vitales, amorosos y emocionales: todo un crimen, señor Burton; el protagonista debería ser el elefante, y nadie más. Para empezar, resulta que Colin Farrell vuelve de la guerra, con un brazo de menos para mayor congoja, se reencuentra con sus dos hijos pequeños, trabajadores en el circo, y descubre que su antiguo número de cowboy, que realizaba junto a su mujer ahora fallecida, ya está obsoleto. Todo ello se narra en la secuencia inicial del filme, en la que la sola conversación entre padre e hijos estará bombardeada por la música de fondo de Elfman, perenne, eterna, incansable, inmortal…

Más tarde llegará el nacimiento del elefante orejudo, que tendrá el don de poder volar (la parábola sobre el valor y la defensa de la diferencia está presente, al igual que en el filme original) y unos empresarios muy malvados querrán aprovechar su éxito comprando el circo que dirige un gesticulante Danny de Vito. Burton aprovechará para insertar unos toques de Frank Capra en el relato (los adinerados como fuente de vileza frente a la pureza moral y vital de los más desfavorecidos) y creará secuencias espectaculares gracias al estupendo uso del CGI (faltaría más, en una superproducción de Disney) en los momentos en que el elefante toma el mando en las pistas circenses con sus acrobáticos vuelos (adornados por la música de Danny Elfman, incesante, a todo volumen).

Entre todo ello, los hijos de Farrell podrán reencontrar el amor de su padre, el propio Farell se envolverá en una previsibilísima relación sentimental con la novia del muy malvado empresario (Michael Keaton, el más entonado de la función) y los chavales pelearán para que Dumbo se reúna con su madre, alejada del circo por los pérfidos nuevos dueños del show circense.



Un guión escrito en un laboratorio, de meticulosa corrección, que dosifica los momentos fuertes y anima la acción con algún gag que otro, vertebra la función, más que previsible, de tierno mensaje y bonancibles imágenes, con la música de Danny Elfman como impávido telón de fondo (¿hemos dicho ya que suena de modo permanente, como si cada imagen tuviera que estar acompañada por un acorde, en una suerte de horror vacui musical?).

Por descontado, no se trata de crucificar “Dumbo”. Porque quizá pudiera elaborarse otro análisis de la película. Un análisis en el que el director no fuera Tim Burton. Y entonces estaríamos hablando de una apreciable película infantil, una obra de espíritu lúdico, con un ritmo más que sostenido, con secuencias de cierta emotividad, correctamente filmada, en la que la cámara está siempre en el lugar adecuado y en la que los buenos sentimientos encuentran su lugar en el mundo. Una película, en fin, con la que los chavales disfrutarán de lo lindo. Los adolescentes, no tanto y los adultos, más bien casi nada. Eso es lo que duele, que Burton se haya quedado en un manufacturador de cine correcto, de espectáculos estándar. Pero, quizá, en su actual estado de forma cinematográfica, un producto como “Dumbo”, blanco, contemporizador, agradable, de una corrección más que anodina, le resulte lo más apropiado.

Se ha anunciado que el próximo proyecto de Tim Burton es nada menos que “Bitelchús 2”, lo que augura más acomodo aún en su trayectoria. ¿Y después? ¿Qué será lo próximo? ¿Más Roald Dahl? ¿Bambi? Claro, que si Spielberg va a rehacer “West Side Story”, hasta el mayor dislate es posible en Hollywood.
Escrita por Miguel Ángel Palomo (FilmAffinity)
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