Haz click aquí para copiar la URL

Gloria Bell

Drama. Romance Una divorciada de espíritu libre pasa los días trabajando en una oficina. Por la noche se desata bailando en las diferentes discotecas de Los Ángeles. Cuando encuentra a Arnold, su vida cambia radicalmente al verse inmersa en un inesperado romance. (FILMAFFINITY).

Remake de "Gloria" dirigida por el mismo director de la original, el chileno Sebastián Lelio.
El déjà vu universal
En el año 2013, antes de que la Berlinale fuera definitivamente engullida por la depresión del fin del mandato de Dieter Kosslick, se registró un fuerte seísmo en el Palast, buque insignia del festival alemán. El público ahí presente estalló en una espectacular ovación al final de una proyección. Se acababa de presentar en sociedad ‘Gloria’, en aquel entonces nueva película del aún no-tan-conocido Sebastián Lelio. El director chileno llegó a la cita avalado por el Premio de Cine en Construcción conquistado el curso anterior en San Sebastián, y también por el sello de calidad de la factoría Pablo Larraín... y se fue de ahí con un galardón gordo del palmarés bajo el brazo. Nosotros, con la sensación de que había nacido una estrella.

Un lustro después, se estrena ‘Gloria Bell’, inevitable remake americano de aquel terremoto... e invitación a detenerse y a analizar antecedentes menos obvios, pero a lo mejor más esclarecedores. Me refiero a los curiosos casos de las películas gemelas, dos films en los que el rehacer se convirtió en un calco descarado. En 1998, recordemos, Gus Van Sant presentó ‘Psicosis’, filmada tomando la referencia, plano por plano, del clásico de mismo título de Alfred Hitchcock. Un año antes de esto, Michael Haneke estrenaría desde Austria, su país de acogida predilecto, ‘Funny Games’... y una década después, clonaría la jugada en Estados Unidos.



Dos puntos de partida tan insuperables que, en efecto, se dejaron tal cual en sus respectivos reflejos. La réplica como acto de preservación; como gesto reverencial ante una materia prima que, por lo visto, no merece reinterpretación alguna. Lo dijo primero el encargado de manosear el material sagrado ajeno, y después los propios autores, que a lo mejor se miraron al espejo y llegaron a la conclusión de que, en efecto, llevaban razón. ‘Gloria Bell’ (2018), dígase bien, es la fotocopia de ‘Gloria’ (2013). Ambas están dirigidas por Sebastián Lelio, quizás por aquello de asegurare de que nadie mancille su propio patrimonio.

Al final del experimento, las fichas técnicas nos hablan de metrajes similares, y los respectivos visionados nos descubren pequeñas variaciones que no hacen sino confirmar el bis. Aquel personaje secundario que hacía ski alpino ahora se dedica al surf profesional, aquel viaje a Valparaíso se remplaza por una escapada a Las Vegas, y aquella pequeña actuación musical con un violín se lleva a cabo ahora con un teclado eléctrico. De fondo antes sonaban Frecuencia Mod y Massiel; ahora Paul McCartney y los Earth, Wind & Fire. Cambios estéticos; insustanciales. Levísimas desviaciones en una ruta preestablecida y religiosamente respetada.



A lo mejor por caprichos egocéntricos (véase, de nuevo, Sebastián Lelio); a lo mejor por intereses artísticos. No en vano, este nuevo (?) proyecto, está principalmente impulsado por Julianne Moore, quien toma el testigo de Paulina García para reproducir, por lo menos, aquel soberbio trabajo interpretativo que ya valió el Premio a la Mejor Actriz en aquella Berlinale del descubrimiento. ¿Utilizar una película como vehículo de auto-lucimiento? Desde luego, y para más inri, no es la primera, ni seguramente será la última vez que un objeto cinematográfico obedece a dicha ambición.

La buena noticia, como era de esperar, es que Moore está a la altura. Pone de su parte, y no se contenta con ir a rebufo de su “antecesora en el cargo”. Su actuación en ‘Gloria Bell’ es, en esencia, una muy buena imitación, pero en el fondo (y esto es lo que importa), una excelente composición. Como en ‘Gloria’, la protagonista se reivindica, desde la primerísima escena, como único centro de gravedad posible. La práctica totalidad de planos son brillantemente ocupados por esa media sonrisa, por esas cejas arqueadas y por esos ojos ocultos en los inmensos cristales de unas gafas delatoras de una etapa vital ciertamente incómoda.



Paulina García creaba; Julianne Moore recrea y se recrea en un talento que, una vez más, es uno de los combustibles principales de una película tan poderosa como aquella de la que partimos. Pero lo mejor es que hay muchos más argumentos, y más importantes, para defender la existencia de este remake impecable. De hecho, su propia naturaleza de déjà vu proporciona la plataforma perfecta a partir de la cual levantar una muy sólida defensa de la universalidad de su mensaje. Al fin y al cabo, Sebastián Lelio trataba y trata temas que trascienden cualquier barrera nacional y/o lingüística.

Prohibido perderse en la traducción: no importa si la acción transcurre en Chile o en Estados Unidos, porque “Gloria” nos habla de la feminidad a las puertas de la tan temida tercera edad, y de la soledad, y de cómo el amor se puede convertir fácilmente en el remedio más tóxico para ésta, pero también de la naturaleza líquida de la institución familiar... a pesar de la rigidez en la asignación de roles en su seno. La calidez reconfortante por sentirse incluido, así como la amargura por el miedo a sentirse excluido, son captados con las mismas miradas, los mismos gestos y, desde luego, los mismos silencios. Con idéntica cura y luminosidad cinematográfica. Con aquella sensibilidad, sutileza y, en definitiva, inteligencia que tan bien funcionaban... y que tan bien funcionan.
Escrita por Víctor Esquirol (FilmAffinity)
arrow