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Mejor que nunca

Comedia Martha (Diane Keaton) vive en una residencia de ancianos y, animada por su compañera Sheryl (Jacki Weaver), decide montar un equipo de animadoras con sus compañeras. Pero lo que comienza siendo un hobbie se acaba convirtiendo en algo más serio cuando deciden presentarse a una competición. Para ello, contratan a una joven cheerleader (Alisha Boe) que se encargará de entrenarlas. ¡Ellas demostrarán que nunca es tarde para darlo todo!
Golpe al pudor cinematográfico
"Mejor que nunca" invita a una pregunta: ¿un dislate como este viene provocado por la elección de sus actrices o por el estado del cine en general? Y uno se responde que quizá por ambas cosas: con el paso del tiempo, tal vez estas intérpretes hayan decidido que sus anteriores trabajos, muchos de ellos arriesgados, ya no son necesarios y que en la comodidad actoral puede estar la felicidad de la madurez; pero también el paso del tiempo ha afectado a las comedias comerciales contemporáneas, instaladas en general en la entronización de la banalidad y el adocenamiento.

La cosa es que esta presunta comedia juega, además, a dos barajas. Pretende que sea muy divertido el hecho de que unas mujeres maduras, ingresadas en una residencia, se propongan formar un grupo de 'cheerleaders' y, al mismo tiempo, quiere hacer de ello un canto al empoderamiento y al disfrute vital. Sucumbe en ambas bazas: ni consigue una sola sonrisa ni logra colocar su prefabricado discurso en torno al empuje de la madurez. La trama se inicia con Martha, interpretada por Diane Keaton, de quien se proporcionan unas cuantas pinceladas que quieren servir para definir al personaje y solo consiguen incluirlo en el peor de los estereotipos: una mujer descontenta con su vida que padece un cáncer terminal y decide no seguir ningún tratamiento y prepararse para morir. Ni la interpretación de Keaton ni el guion, ni la puesta en escena de Zara Hayes sacarán al personaje del mundo de cartón piedra en que se instala desde su aparición en la película.



Y bien, cuando Martha ingrese en una residencia (de lujo, eso sí, que esto no es una comedia social, faltaría más), conocerá a otras mujeres (todas ellas retratadas bajo el yugo del cliché), podrá recuperar su sueño adolescente de ser 'cheerleader' y, acabáramos, descubrirá que la vida es un poco bella… Literalmente, eso es lo único que ofrece este relato de ritmo desganado y fondo mortecino.

Un compendio de secuencias inanes, con chistes que asustarían a cualquier estudiante de guion, que provocan repelús cuando no indignación, aún más seniles que las protagonistas, acompañan a una puesta en escena cuyo motor es la apatía, concretada en una cámara robótica que se limita a enlazar planos del modo más previsible posible y que, cuando intenta moverse un poco, parece buscar los encuadres más inadecuados. Toda una muestra de decadencia fílmica.



Resulta casi escalofriante ver a una actriz como Diane Keaton, nada menos que Annie Hall, nada menos que Kay Corleone, entregada a bagatelas de este porte. Pero es que Keaton parece haberse asentado cómodamente en el cine más baladí posible y desde 2010 acumula películas infames, comedietas rijosas y filmes que denigran los romances otoñales: "¡Por fin solos!", "La gran boda", "Así nos va", "Ático sin ascensor", "Navidades, ¿bien o en familia?", "Una cita en el parque" y "Book Club"… Aterrador. Pero también duele ver a actrices solventes como Jacki Weaver y Pam Grier entregadas a la nada, al vacío, aportando a sus personajes un esfuerzo digno de mejor causa y lideradas por una Keaton que ha instalado su quehacer interpretativo en el territorio de la mueca constante.

Tenazmente aburrida y superficial hasta el sonrojo, "Mejor que nunca" es una antigualla en toda regla que logra que uno se descubra apartando pudorosamente la vista de la pantalla en demasiadas ocasiones, en especial en un último tercio que propone azúcar a mansalva, filmado por una cámara ya por entonces desnortada. Y que proclama a gritos que la vida es bella a pesar de que contenga algunos defectillos como las enfermedades graves, la soledad y el aislamiento en la vejez, porque toda aflicción se soluciona con una pequeña ayuda de los amigos. A las protagonistas solo les falta ponerse unas camisetas de Ringo Starr para ejecutar sus danzas.
Escrita por Miguel Ángel Palomo (FilmAffinity)
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