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El canto del lobo

Drama. Bélico Un hombre con una capacidad excepcional auditiva se embarca en un submarino nuclear francés, convirtiéndose en una parte fundamental de su tripulación. (FILMAFFINITY)
El sonido del mar
No hace falta remontarse al Hollywood clásico, ni siquiera a la legendaria "El submarino", de Wolfgang Petersen, filmada en 1981, para encontrar referentes de un subgénero que nunca se ha alejado de las pantallas. Solo en el nuevo siglo han llegado obras de mayor o menor enjundia como "U-571", "K-19: The Widowmaker", "Hunter Killer: Caza en las profundidades" o la excelente "Kursk" firmada por Thomas Vinterberg. Incluso una serie como "Último destino (Last Resort)", creada por Shawn Ryan, ha llevado a los submarinos a la televisión.

"Hay tres clases de hombres: los que están vivos, los que están muertos y los que están en el mar". Esta cita de Aristóteles abre "El canto del lobo", una certera película que comienza en las entrañas del 'Titán', submarino francés que patrulla la costa de Siria y que afronta una operación en la que encontrará un inesperado enemigo (la "llamada" o el "canto" del lobo hace referencia al sonido de la señal de alarma que recibe un submarino cuando es detectado por otra embarcación; "será mi banda sonora cuando la palme", asegura el comandante del 'Titán').



La primera imagen de "El canto del lobo" muestra cómo el aparato surca las aguas en un plano cenital que deja ver su sombra sumergida, a la manera de un gigantesco tiburón; pero la desazón se combina con lo cotidiano al mostrar cómo los soldados tripulantes escuchan los cantos tribales que surgen a bordo de un barco de pesca, mientras cantan y bailan la melodía. La especificidad de "El canto del lobo" es que se centra en la figura de 'Oreille d’or' (Oreja de oro), un técnico de sonar dotado de un talento auditivo excepcional, capaz de distinguir por el sonido de sus palas, escuchado a través de los auriculares, si una fragata captada en el radar es rusa o es iraní. La trama se desencadena pronto, cuando Oreja de oro detecta un sonido que no es capaz de descifrar y que desencadena un enfrentamiento bélico que no conviene desvelar, cuyas consecuencias envolverán a los protagonistas durante el resto de la película.

La secuencia de apertura, extensísima, de más de 20 minutos, supone un inicio excepcional y desata un exasperado suspense. Rodada con profusión de primerísimos planos y con la cámara aferrada al rostro de Oreja de oro, el director Antonin Audrey sabe situar su mirada en el angosto espacio del submarino con una pericia insólita para un debutante. También ayuda, y mucho, un montaje ajustado, cortante, que deja el tiempo suficiente en algunos planos y corta otros casi antes de tiempo, para generar una sensación de desasosiego.



Después de tan impactante inicio, la película baja un tanto en su segundo acto (en el que no ayuda un floreciente romance que vive el protagonista, por completo prescindible y cuya eliminación hubiera aligerado el amplio metraje), en el que Oreja de oro permanece obsesionado por el sonido que no fue capaz de identificar. Pero la película explotará de nuevo gracias a la habilidad de un guion que parece apuntar en una sola dirección, cuando en realidad está abriendo varios caminos y que propicia un relato en el que late un aroma que trae reminiscencias de las añejas películas sobre la Guerra Fría y la posibilidad inminente de una Tercera Guerra Mundial. La tensión narrativa, manejada con suma pericia, crece en una serie de revueltas de la trama hasta llegar a un último tramo quizá un tanto desbocado, pero de indudable fuerza dramática (a bordo ahora no ya del 'Titán', sino de un submarino nuclear), en el que Antonin Audrey se muestra como un excelente narrador, como un director que hace de la fluidez narrativa su principal arma y de la sobriedad una figura de estilo.

Claro que "El canto del lobo" no es una película extraordinaria, pero sí es una producción firme, sólida, que abandona los efectismos y los aspavientos habituales del cine comercial. Una película recia y vigorosa en la que se percibe a un director que aprisiona las riendas del relato y que extrae el amplio potencial de sus intérpretes, el gran Reda Kateb (brillante coprotagonista de la reciente "Enemigos íntimos") y el joven François Civil, que exprime a fondo la humanidad de Oreja de oro. Y para los amantes de los actores franceses, resulta estimulante la unión en una película de Omar Sy y Mathieu Kassovitz, siempre eficientes, junto a veteranos como Jean-Yves Berteloot e incluso el excepcional dramaturgo Alexis Michalik, que parece afianzar en los últimos años su carrera de actor.
Escrita por Miguel Ángel Palomo (FilmAffinity)
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