Esta película es un desmadre de muy señor mío, una cosa de locos. Parecía que, como se ha leído en algunas de las críticas que aparecen, las nuevas generaciones ya iban a disfrutar de su propia “Porky's” o su “Desmadre a la americana”. A mí no me lo ha parecido, la verdad. Y es una pena porque podía ser una película divertida. Sigue a esas predecesoras en el sentido de que hay unos protagonistas que montan una fiesta y esta se les va de las manos, pero por desgracia, entre las anteriores y esta última hay mucha distancia en lo que se refiere al humor.
Aunque las del siglo pasado tenían un humor que podía parecer zafio y vulgar (aunque yo me moría de la risa), al menos no se les podía negar una cosa: eran muy divertidas. En esta última, la diversión brilla por su ausencia. No hay para echarse a la boca ni una escena que se pueda quedar en la retina, no hay ni una vez que la película te haga soltar una risotada, a lo mejor una mísera sonrisa y eso es algo muy muy muy pobre para una película que se suponía que era de humor.
Aparte de todo esto, el formato este de las grabaciones caseras tipo “Monstruoso” o “El proyecto de la bruja de Blair” ya cansa un poco y por lo menos que se haga cuando la historia lo requiera no porque le parezca bien al director del film.
Ya no entraré en el criterio personal de si puede parecer triste o no el mensaje que se da en la película de que para molar y ser tenido en cuenta por la sociedad moderna tienes que ser el tío más cafre del mundo, ponerte hasta el culo de alcohol y de drogas y destrozar el mobiliario público de una ciudad. No lo haré porque puede ser que yo ya esté algo carca, pero la verdad es que parece un poco, digamos, terrible.