E.T. no es sólo una gran película dramática y de ciencia-ficción. No es solo una cinta mítica para fans de los mitos que aparecen en ella de jovencitos (C. Thomas Howell, Peter Coyote, Dee Wallace y especialmente Henry Thomas y la inolvidable Drew Barrymore). No es solo una película que contiene algunas de las imágenes y frases más famosas de la historia del cine (el vuelo en bicicleta y el paso por delante de la luna, el primer contacto entre Elliott y ET, el disfraz de Halloween, "mi casa... teléfono..." y tantas otras). No sólo tiene uno de los guiones más hermosos y especiales jamás escritos. No sólo es enternecedora, eterna e inmortal. También es la abanderada de toda una década, la de los 80, que presentó un cine que se preocupaba por las emociones y la madurez de los personajes y que desprendía un encanto que nunca se ha vuelto a igualar después. Cuenta conmigo, La princesa prometida, La Historia Interminable, Cocoon, Lady Halcón, Excalibur, El dragón del lago de fuego, Los Goonies... todas fueron primas hermanas pese a ser películas muy diferentes y pertenecer a distintos géneros, pero compartían esa alma maravillosa y entrañable que alcanza su máxima expresión en E.T.
Inolvidable.

Lo mejor: El interminable encanto que tiene y su posición privilegiada dentro del añorado, especial y siempre único cine familiar ochentero.
Lo peor: Ciertamente tiene mucho, muchísimo azúcar, pero se le perdona.