July 4, 2008
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Ya sea en el Oeste, en la isla de Martinico, en un puesto de aviación en Sudamérica o en la Luna, Howard Hawks es experto en regalarnos auténticos pedazos de vida. Para ello, el tío no necesita ni filosofar ni reflexionar sobre la existencia, va a algo mucho más sencillo: mostrarnos a un grupo de amigos en sus horas de tiempo libre y de trabajo. Y, con esto, Hawks logra llegar a cotas muy altas.
Esta vez toca África de escenario y cazadores de animales para zoos de profesión, pero el esquema es el de siempre, ver a unos cuantos amigos pasando el rato entre cigarros, botellas, bromas, fiestas, etc. Son dos horas y media con una historia estática que no se desarrolla en la película, sino en la complicidad del espectador.
Cuando acaba “Hatari!”, me quedo con una sonrisa bobalicona de agradecimiento a Hawks por haberme dejado pasar un rato con sus criaturas, con las que me he identificado y reído. Y tiene narices que los personajes de una película sobre safaris sean más humanos y reconocibles que los de cualquiera española actual.
El maestro me ha recordado que si bien no sabemos de dónde venimos y a dónde vamos, pasar nuestro tiempo con colegas es un antídoto contra cualquier depresión. Y esto lo sabía muy bien Hawks y con su cine nos lo demostró a la perfección. Muy buena.
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