November 6, 2011
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Levantarse, malvestirse, ponerse en marcha para trabajar, trabajar con el estómago vacío, volver del trabajo a duras penas, malcomer sin ganas una patata asada, mirar al vacío por la ventana sentado en una banqueta, desvestirse, dormir por fin... (Cuando el mundo te deja).
Levantarse, malvestirse, ponerse en marcha para trabajar, trabajar con el estómago vacío, volver del trabajo a duras penas, malcomer sin ganas una patata asada, mirar al vacío por la ventana sentado en una banqueta, desvestirse, dormir por fin... (Cuando el mundo te deja).
Levantarse, malvestirse, ponerse en marcha para trabajar, trabajar con el estómago vacío, volver del trabajo a duras penas, malcomer sin ganas una patata asada, mirar al vacío por la ventana sentado en una banqueta, desvestirse, dormir por fin... (Cuando el mundo te deja).
Dicen que Béla Tarr quería expresar en la que parece ser su película definitiva el implacable peso de la rutina en nuestra existencia, la inevitable inercia que nos lleva a vivir a base de acciones cuasi autómatas, casi instintivas, independientemente de que la vida nos merezca la pena o no. Vale, es cierto, consigue comunicar todo eso. Pero pregunto yo ahora, ¿acaso te merece a tí, futuro espectador, someterte a una rutina ajena y penosa, para plantearte estas cuestiones?. ¿Sí?, vale, entonces ve al cine a ver esta película porque vas vivirla casi en tiempo real. Si piensas que te puedes ahorrar casi tres horas viendo lo que hay en los primeros párrafos, huye.
Es un vehículo lícito el que usa Bela Tarr para expresar su mensaje, no digo que no. Pero no es el que me gusta ni el que me parece adecuado. Ya sé que es SU obra y no la mía... aunque claro, también es MI nota la que va a apareces en la crítica, y como el que vota soy yo pues la suspendo rotundamente.
Eso sí; gran fotografía.
Disfrútenla.
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