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Voto de Feisal:
7
5,7
2.168
Drama
Adaptación de "The Great Thirst", novela de Hans Ruesch. En los años treinta, el hallazgo de ricos yacimientos de petróleo provoca una terrible rivalidad entre dos emires árabes. Al mismo tiempo, un joven y carismático líder consigue unir bajo su mando diversas tribus de beduinos del desierto. (FILMAFFINITY)
2 de febrero de 2012
34 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Resulta curioso el evidente ninguneo que ha sufrido "Oro negro" en su paso por las salas españolas. Vaya eso por delante de todo lo demás, porque lo que apuntaba como un estreno comercial, una cinta de aventuras con cierto sabor añejo, con director conocido y estrella conocida (y local), ha tenido un paso discreto. Eufemismos aparte, lo cierto es que no ha interesado a casi nadie (ha durado dos semanas, terminando arrinconada en una o dos salas diminutas), quién sabe, tal vez porque no atrae en estos tiempos ver una película de jeques y sultanes y arenas del desierto si no es con humor barato, protagonista enseñando bíceps o 250 millones de presupuesto (sí, estoy pensando en "Prince of Persia"), y aquí no lo hay. Cosas que pasan en la ancha Castilla.
Terminado este prólogo aclaratorio, tengo que reseñar dos sensaciones: lo enorme que hubiera podido ser esta película con otro guión, y la admiración que me producen cineastas como Jean-Jacques Annaud. La película, en su conjunto, es un buen ejemplo de aventuras con trasfondo político, cine que aúna entretenimiento y cierta reflexión. O sea, cine que escasea mucho hoy en día. Annaud no pretende llegar a cotas de otras cintas ambientadas en el desierto, caso de la mismísima "Lawrence de Arabia" (a quien pertenece la frase que da título a la crítica), o "El viento y el león", película, por cierto, con la que comparte muchos puntos en común. Pero sí que intenta, a partir de esquemas melodramáticos, llegar a una reflexión sobre el propio pueblo árabe y musulmán, y sus relaciones con Occidente, más allá de su península.
Annaud se sirve de la historia de dos hijos de un sultán que pasan a ser tutelados por su enemigo para poder mantener una tregua respecto a cierta parte del desierto, situada entre los territorios de ambos reyezuelos. A través de la historia, trufada de momentos románticos, protagonizados por la bellísima Freida Pinto, dramáticos y levemente humorísticos, el director hace fluir el metraje con presteza hasta el momento en que hace su aparición el oro negro en plena tierra de nadie. Y los mejores momentos de la película empiezan a partir de ahí.
Lo peor de la película, lamentablemente, es su propio guión. Menno Meyjes no puede o no sabe desarrollar bien una historia, más allá de la corrección, con tantas posibilidades. El comienzo y la primera parte de la película se desarrolla a trompicones, demasiado deprisa, como si hubiera necesidad de llegar a la madurez de los protagonistas. Con todo, los personajes están suficientemente bien dibujados, personificando cada uno formas distintas de ver a Arabia y el papel que puede jugar en el mundo, desde un turbio y muy en su papel Antonio Banderas, abierto sin complejos de ningún tipo al capitalismo y al dinero; y el siempre magnífico Mark Strong, caracterizado fabulosamente, dando vida a la parte más arraigada al pasado, más anclada en sus tradiciones y en su religión y en cerrarse a toda influencia exterior. (Sigo en SPOILERS)
Terminado este prólogo aclaratorio, tengo que reseñar dos sensaciones: lo enorme que hubiera podido ser esta película con otro guión, y la admiración que me producen cineastas como Jean-Jacques Annaud. La película, en su conjunto, es un buen ejemplo de aventuras con trasfondo político, cine que aúna entretenimiento y cierta reflexión. O sea, cine que escasea mucho hoy en día. Annaud no pretende llegar a cotas de otras cintas ambientadas en el desierto, caso de la mismísima "Lawrence de Arabia" (a quien pertenece la frase que da título a la crítica), o "El viento y el león", película, por cierto, con la que comparte muchos puntos en común. Pero sí que intenta, a partir de esquemas melodramáticos, llegar a una reflexión sobre el propio pueblo árabe y musulmán, y sus relaciones con Occidente, más allá de su península.
Annaud se sirve de la historia de dos hijos de un sultán que pasan a ser tutelados por su enemigo para poder mantener una tregua respecto a cierta parte del desierto, situada entre los territorios de ambos reyezuelos. A través de la historia, trufada de momentos románticos, protagonizados por la bellísima Freida Pinto, dramáticos y levemente humorísticos, el director hace fluir el metraje con presteza hasta el momento en que hace su aparición el oro negro en plena tierra de nadie. Y los mejores momentos de la película empiezan a partir de ahí.
Lo peor de la película, lamentablemente, es su propio guión. Menno Meyjes no puede o no sabe desarrollar bien una historia, más allá de la corrección, con tantas posibilidades. El comienzo y la primera parte de la película se desarrolla a trompicones, demasiado deprisa, como si hubiera necesidad de llegar a la madurez de los protagonistas. Con todo, los personajes están suficientemente bien dibujados, personificando cada uno formas distintas de ver a Arabia y el papel que puede jugar en el mundo, desde un turbio y muy en su papel Antonio Banderas, abierto sin complejos de ningún tipo al capitalismo y al dinero; y el siempre magnífico Mark Strong, caracterizado fabulosamente, dando vida a la parte más arraigada al pasado, más anclada en sus tradiciones y en su religión y en cerrarse a toda influencia exterior. (Sigo en SPOILERS)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Entre ellos, un convincente y muy correcto Tahar Rahim, haciendo un papel muy similar al Omar Sharif de "Lawrence": la conciencia del árabe moderno, y su necesidad de reconciliar sus fuertes cadenas religiosas y tradicionales con la inevitable y necesaria influencia exterior para modernizarse y ajustarse al siglo en que viven. Annaud y Meyjes aciertan de pleno en escenas como la reunión de teólogos con Strong, clave para entender la eterne dicotomía en la que vive el mundo islámico, o la escena final de Rahim con Banderas, aunque lástima que la mezcla entre reflexión social y cultural, y aventuras y romance no termine de cuajar bien del todo.
Entre medias, homenajes a la obra maestra de David Lean (ataque de avión contra los beduinos, marcha lenta por el desierto bajo un sol implacable), homenajes a "El león del desierto", en la batalla con los vehículos blindados en las dunas; travesías por el desierto, batalla final (aunque menos grande y espectacular que lo que prometía), algunos secundarios con calado (ese hermano ilegítimo, cínico y de vuelta de todo), adecuada música de James Horner, y, quizá lo mejor de toda la película, una recreación de la Arabia profunda sencillamente perfecta. Desde las ciudadelas, palacetes, dunas, nubes de arena, llanuras ardientes, cañones rocosos, vestuarios, jaimas, etc, todo, hasta el más nimio detalle, está recreado con minuciosidad y detallismo. Annaud utiliza sabiamente el ordenador en puntuales escenas, prácticamente sin notarse, otro punto para él.
No es la mejor película de Annaud, y no logra el calado que sí logra, por ejemplo, "El viento y el león", en cuanto a reflexión sobre el papel que el petróleo juega en el devenir del propio pueblo islámico y cómo ese potente imán que atrae a todas las potencias occidentales puede usarse para el propio desarrollo y avance de los árabes. Aun así, el oficio de buen artesano del cineasta francés se nota, y es gozoso disfrutar de una cinta de aventuras con el aroma de cine de antes, de hace unas cuantas décadas, cuando el cine de aventuras contenía mensaje, y sus personajes tenían voz y servían para algo más que para acrobacias y chistes.
Entre medias, homenajes a la obra maestra de David Lean (ataque de avión contra los beduinos, marcha lenta por el desierto bajo un sol implacable), homenajes a "El león del desierto", en la batalla con los vehículos blindados en las dunas; travesías por el desierto, batalla final (aunque menos grande y espectacular que lo que prometía), algunos secundarios con calado (ese hermano ilegítimo, cínico y de vuelta de todo), adecuada música de James Horner, y, quizá lo mejor de toda la película, una recreación de la Arabia profunda sencillamente perfecta. Desde las ciudadelas, palacetes, dunas, nubes de arena, llanuras ardientes, cañones rocosos, vestuarios, jaimas, etc, todo, hasta el más nimio detalle, está recreado con minuciosidad y detallismo. Annaud utiliza sabiamente el ordenador en puntuales escenas, prácticamente sin notarse, otro punto para él.
No es la mejor película de Annaud, y no logra el calado que sí logra, por ejemplo, "El viento y el león", en cuanto a reflexión sobre el papel que el petróleo juega en el devenir del propio pueblo islámico y cómo ese potente imán que atrae a todas las potencias occidentales puede usarse para el propio desarrollo y avance de los árabes. Aun así, el oficio de buen artesano del cineasta francés se nota, y es gozoso disfrutar de una cinta de aventuras con el aroma de cine de antes, de hace unas cuantas décadas, cuando el cine de aventuras contenía mensaje, y sus personajes tenían voz y servían para algo más que para acrobacias y chistes.