Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Peter Gabriel 77:
8
Drama Danny (James Cagney), es un sencillo camionero de Nueva York que tiene por novia a Peggy (Ann Sheridan), una chica con una gran habilidad para la danza, talento con el cual aspira llegar a triunfar. Danny, para estar a la par con ella, decide entonces dedicarse al boxeo, su talento innato, pero sus sueños empezarán a separarlos. (FILMAFFINITY)
12 de marzo de 2010
21 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué película tan especial, tan entrañable. No puedo más que compartir la euforia de mi compañero de barra en la licorería y su reivindicación del azúcar bien refinado. Qué placer reencontrarse con las viejas maneras cuando menos te lo esperas, en una película olvidada de la que nunca habías leído o escuchado. Una película con un ritmo endiablado, el viejo ritmo de los años 40 y 50 en Jolibud, de los artesanos del oficio. Un ritmo así es prácticamente impensable en una película de hoy en día. Se han perdido las viejas maneras, ya sabéis. Y hablamos de ritmo, eficacia narrativa y un buen dibujo de personajes, todo en uno. La primera media hora es todo un banquete en este sentido. Dirigida con pulso firme por Anatole Litvak, un tipo que nunca llegó a rodar ninguna obra maestra pero que jamás me ha decepcionado hasta ahora, y capitaneada por un fantástico Cagney, Cagney, ese coloso, flanqueado por un espléndido Anthony Quinn, prácticamente en su primer papel de cierta enjundia, que encarna aquí al malo maloso de la función y reluce como un par de zapatos nuevos, y Ann Sheridan, tan maravillosa como siempre. La película, de un romanticismo arrebatador, algunos dirán acartonado, yo digo arrebatador, otros dirán ñoño, yo digo "se te ha caído la pastilla de jabón", es una particular mezcolanza de drama romántico, pugilístico, con sombreados de cine negro y espíritu de musical. Un paseo nocturno por el bulevar de los sueños rotos que pasa por la calle de la ambición, sin duda uno de los lastres más pesados que puede acarrear un ser humano, encarnado en el personaje de Sheridan, y en la calle opuesta, Cagney, dando vida al tipo tranquilo, sencillo, y henchido de amor en el que uno se ve, o quisiera verse, irremediablemente reflejado. Una verdadera pena que el guión haga aguas en algún que otro momento y se pare a beber de los abrevaderos más habituales, por que la película no lo merece. Pero ésto acaba por ser pecata minuta, por que la sensación de triunfo y el canto al algodón de azúcar bien refinado que le hincha a uno el pecho cuando desfilan los créditos, y se percata de que algo se le ha metido en el ojo, esa sensación es la que perdura. Mi compañero de barra da con la palabra justa; enternecedora. Eso, o es que hoy he vuelto a tener uno de esos días.
Peter Gabriel 77
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow