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Voto de Maggie Smee:
5
6,1
2.400
Drama
Fiona Maye (Emma Thompson) es una prestigiosa jueza del Tribunal Superior de Londres especializada en derechos familiares que atraviesa por una grave crisis matrimonial. Cuando llega a sus manos el caso de Adan (Fionn Whitehead), un adolescente con leucemia que se niega a hacerse una transfusión de sangre al ser Testigo de Jehová, Fiona descubrirá sentimientos ocultos que desconocía, y luchará para que Adan entre en razón y sobreviva. (FILMAFFINITY) [+]
24 de noviembre de 2018
16 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para mí la trayectoria de Richard Eyre es desconcertante: es capaz de hacer proyectos televisivos curiosos, productos mediocres o películas notables como, para mí, la mejor que él ha dirigido, “Diario de un escándalo”. No recuerdo ninguna que sea abiertamente mala, pero sus resultados son muy desiguales. Esto le ocurre a muchos directores y creo que se debe, sobre todo, a que muchas veces, el material que tienen entre manos es más prometedor sobre el papel que a la hora de llevarlos a cabo. Es lo mismo que le ocurre a su novelista, Ian McEwan, autor “de moda”, que al ejercer de guionista le falta el pulso que tiene como novelista, interesando más el tema a tratar que su resultado, y es lo que ocurre sobre todo en esta ocasión con “El veredicto (La ley del menor)”. Y es una pena, porque podía haber salido mejor.
El transcurso del film es como una de las primeras gotas de lluvia que caen sobre el cristal de una ventana, sea en Londres o en Newcastle, precisamente donde se ha rodado: su forma es definida, va marcando un recorrido que, según va bajando, el tamaño de su gota va decreciendo hasta llegar al pretil casi imperceptiblemente. Y esta forma poética de narrarlo me nace, como diría un argentino “de pro”, del mismísimo orto, ya que en su deficiente doblaje por ejemplo, confunden al poeta irlandés Yeats con un mal pronunciado Yates. Mal empezamos, sobre todo en un film “pretendidamente refinado” en el que, lógicamente, el magnífico juego de tonalidades de voz de su protagonista se pierde. Es más, para la creación de su personaje central, Fiona Maye, creo que McEwan ha bebido de la estupenda adaptación que hizo Gerald Ayres de la obra de Joyce Van Druten, “Ricas y famosas”, concretamente del personaje de Liz Hamilton que encarnó Jacqueline Bisset. Aparte de sus ciertas referencias literarias en el spoiler detallaremos más motivos que nos inducen a pensar eso.
El caso es que, como decíamos, el film empieza bien pero según va avanzando va perdiendo fuerza e interés, por lo que al final se queda en un film correcto, pero del montón, que se olvidaría con rapidez, a no ser por unos pocos factores: su interesante banda sonora, el eficiente reparto de secundarios y sobre todo por el descomunal y muy difícil trabajo de su protagonista, Emma Thompson, la cual ya sabíamos que era capaz de muchas cosas como, por ejemplo, tocar el piano o cantar, cosas que hace en la película, muy virtuosa ella por cierto. Pero también es verdad que, aunque atravesó una época que muchos le cogieron cierta “tirria” al ser Doña Perfecta, llevarse un “Oscar” como actriz y otro “Oscar” como guionista al adaptar de maravilla a Jane Austen e imponer a Ang Lee con el mejor olfato del mundo, sigue siendo una actriz con pocas oportunidades para la comedia, pero sus trabajos, en la mayoría de los casos, son toda una lección de interpretación sin ni siquiera aparentar serlo, lo cual es mucho más meritorio, como en este caso. Su posible nominación al “Oscar” podría caer en saco roto, pero no sería ningún favoritismo si acabara siendo una de las finalistas en la próxima edición, aunque la Academia de Hollywood haya determinado hace tiempo que ya ella no esté de moda, quizás por acumular muchos títulos irrelevantes en su carrera. Estas cosas de los premios son así.
Todo es corrección y hay incluso cierta asepsia, cuando no debió ser tan impoluta, al tocar, se supone, un tema espinoso y además pretender poner en tela de juicio, nunca mejor dicho, muchos temas en la palestra. Lo que sí me gusta es que la pareja de forman Thompson y Tucci no sea convencional, sobre todo físicamente, ya que ella es más alta que él, y con tacones más. Está bien que esos detalles dejen de importar.
El transcurso del film es como una de las primeras gotas de lluvia que caen sobre el cristal de una ventana, sea en Londres o en Newcastle, precisamente donde se ha rodado: su forma es definida, va marcando un recorrido que, según va bajando, el tamaño de su gota va decreciendo hasta llegar al pretil casi imperceptiblemente. Y esta forma poética de narrarlo me nace, como diría un argentino “de pro”, del mismísimo orto, ya que en su deficiente doblaje por ejemplo, confunden al poeta irlandés Yeats con un mal pronunciado Yates. Mal empezamos, sobre todo en un film “pretendidamente refinado” en el que, lógicamente, el magnífico juego de tonalidades de voz de su protagonista se pierde. Es más, para la creación de su personaje central, Fiona Maye, creo que McEwan ha bebido de la estupenda adaptación que hizo Gerald Ayres de la obra de Joyce Van Druten, “Ricas y famosas”, concretamente del personaje de Liz Hamilton que encarnó Jacqueline Bisset. Aparte de sus ciertas referencias literarias en el spoiler detallaremos más motivos que nos inducen a pensar eso.
El caso es que, como decíamos, el film empieza bien pero según va avanzando va perdiendo fuerza e interés, por lo que al final se queda en un film correcto, pero del montón, que se olvidaría con rapidez, a no ser por unos pocos factores: su interesante banda sonora, el eficiente reparto de secundarios y sobre todo por el descomunal y muy difícil trabajo de su protagonista, Emma Thompson, la cual ya sabíamos que era capaz de muchas cosas como, por ejemplo, tocar el piano o cantar, cosas que hace en la película, muy virtuosa ella por cierto. Pero también es verdad que, aunque atravesó una época que muchos le cogieron cierta “tirria” al ser Doña Perfecta, llevarse un “Oscar” como actriz y otro “Oscar” como guionista al adaptar de maravilla a Jane Austen e imponer a Ang Lee con el mejor olfato del mundo, sigue siendo una actriz con pocas oportunidades para la comedia, pero sus trabajos, en la mayoría de los casos, son toda una lección de interpretación sin ni siquiera aparentar serlo, lo cual es mucho más meritorio, como en este caso. Su posible nominación al “Oscar” podría caer en saco roto, pero no sería ningún favoritismo si acabara siendo una de las finalistas en la próxima edición, aunque la Academia de Hollywood haya determinado hace tiempo que ya ella no esté de moda, quizás por acumular muchos títulos irrelevantes en su carrera. Estas cosas de los premios son así.
Todo es corrección y hay incluso cierta asepsia, cuando no debió ser tan impoluta, al tocar, se supone, un tema espinoso y además pretender poner en tela de juicio, nunca mejor dicho, muchos temas en la palestra. Lo que sí me gusta es que la pareja de forman Thompson y Tucci no sea convencional, sobre todo físicamente, ya que ella es más alta que él, y con tacones más. Está bien que esos detalles dejen de importar.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
SPOILER
Como decíamos, las semejanzas entre el personaje de Liz Hamilton y Fiona Maye son varias: son mujeres de carácter, instruyen a jóvenes en su educación y dejan huella al conocerlas. Pero mientras que Liz Hamilton llega a ser también deseada sexualmente (y ella participa de esa variante) Maye en ese sentido es una reprimida. El intercalar con calzador una supuesta historia de amor entre Maye y el joven de diecisiete años Adam Henry, es donde la película no ahonda en esa relación absolutamente desperdiciada, y provocando que no entendamos a su protagonista llorando al final desconsoladamente cuando le ha ignorado por completo sin haber mantenido ningún contacto físico con él, como haría cualquier señora “respetable” burguesa de la élite londinense, dicho sea de paso.
Todo parece que es una respuesta impuesta por el escritor a la aventura que ha mantenido fugazmente Jack con su joven amante, pero que tampoco acarrea consecuencia ni cambio en el matrimonio. Y creo que es el mayor defecto del film, que no conecta con el espectador a través de la vía de los sentimientos, porque todo en ella es pueril y hasta injustificado. Los “affaires” respectivos son de “chichinabo”, empequeñeciendo el perfil de los personajes, por más que sus actores se crezcan para dar brillo al resultado.
Como decíamos, las semejanzas entre el personaje de Liz Hamilton y Fiona Maye son varias: son mujeres de carácter, instruyen a jóvenes en su educación y dejan huella al conocerlas. Pero mientras que Liz Hamilton llega a ser también deseada sexualmente (y ella participa de esa variante) Maye en ese sentido es una reprimida. El intercalar con calzador una supuesta historia de amor entre Maye y el joven de diecisiete años Adam Henry, es donde la película no ahonda en esa relación absolutamente desperdiciada, y provocando que no entendamos a su protagonista llorando al final desconsoladamente cuando le ha ignorado por completo sin haber mantenido ningún contacto físico con él, como haría cualquier señora “respetable” burguesa de la élite londinense, dicho sea de paso.
Todo parece que es una respuesta impuesta por el escritor a la aventura que ha mantenido fugazmente Jack con su joven amante, pero que tampoco acarrea consecuencia ni cambio en el matrimonio. Y creo que es el mayor defecto del film, que no conecta con el espectador a través de la vía de los sentimientos, porque todo en ella es pueril y hasta injustificado. Los “affaires” respectivos son de “chichinabo”, empequeñeciendo el perfil de los personajes, por más que sus actores se crezcan para dar brillo al resultado.