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Voto de Marty Maher:
2
Romance. Drama. Comedia Amelie es una joven belga soñadora de 20 años que vuelve a Japón, donde nació y pasó parte de su infancia. Allí da clases privadas de francés para ganarse la vida, y es así como conocerá a Rinri, su primer y único estudiante, un joven japonés con el que entablará un romance. Entre sorpresas, momentos felices y escollos en mitad de un choque cultural, Amelie descubrirá un lado de Japón que nunca antes había conocido. (FILMAFFINITY)
24 de abril de 2016
16 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
La cultura asiática -y por tanto, japonesa- es, por desconocida, muy atractiva para el ciudadano de occidente. Amelie es una joven belga fascinada con todo lo relacionado con Japón, que además vivió allí los primeros años de su infancia. Lejos de su tierra natal, la joven se ha sentido siempre atraída por su cultura. Es por eso que, al cumplir los veinte años, decide emprender un viaje sin billete de vuelta a Japón. Para subsistir decide dar clase de francés, en las que conocerá a Rinri, su único alumno, con el que entablará una amistad que más tarde acabará siendo el romance que da nombre a la cinta.

Romance en Tokio es una película que nace muerta. Todo en ella resulta insípido y anodino. Si el fondo es incapaz de generar cualquier tipo de sensación, quizá por la naturaleza del relato o por culpa del propio Stefan Liberski, su acabado visual está tan relamido -lo que podríamos llamar sin ningún problema estética jeunetiana- que su apoyo es meramente circunstancial. Es bastante paradójico que una cinta tan atractiva (o más bien llamativa) visualmente sea tan sosa; tan artificial que en ningún momento parezca ir a trascender la peculiar relación amorosa entre la chica europea y el chico japonés. Es el choque entre culturas, las dificultades que tiene Amelie para comportarse como una verdadera japonesa -su sueño desde pequeña-, el causante de la mayoría de situaciones cómicas que tienen lugar en la película. El metraje está inundado en su mayoría de momentos graciosos y/o divertidos, aunque en el tramo final Liberski intenta dejar un poso dramático totalmente innecesario. Parece que únicamente lo hace para encontrar justificación a las decisiones de la protagonista.

Si durante la primera mitad de película es bastante fácil sentirse atraído por la historia y su nada original pero dinámica forma de narrarla, la segunda se hace cuesta arriba y pierde la poca gracia que tenía anteriormente. Toda la simpatía que desprende Romance en Tokio es gracias a su carismática actriz protagonista, Pauline Etienne. Sin ella, el filme sería mucho más insípido de lo que es. Puede que víctima de la novela autobiográfica de Amélie Nothomb, el trabajo de Stefan Liberski no haya sido capaz de avivar una historia que parecía contar con los ingredientes necesarios: actriz idónea, exotismo, folclore, estética atrayente…

Desgraciadamente, Romance en Tokio resulta bastante artificial en todo momento. En este tipo de películas es bastante común que se transmita esa sensación, sobre todo cuando se hace uso de la imaginación de los personajes, algo que aquí ocurre. Pero el problema que tengo con ella es bastante más importante y profundo (y, probablemente, irremediable). No es ya cuestión de que el envoltorio me resulte artificial, que me lo parece pero no me molesta por sí mismo, sino la falta de esencia y alma de la propia película, cuya falta de chispa y de gracia no permiten que conecte en ningún momento. Ni siquiera es original, cualidad que en este contexto era bastante fácil que apareciera. Cuando algo nace muerto, es sumamente complicado que reviva en poco más de hora y media. Dicho esto, Romance en Tokio no es una película que me parezca especialmente mala, pero sí una que no me dice nada y en la que no logro involucrarme.
Marty Maher
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