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Voto de Erizio:
2
5,5
21.001
Aventuras. Acción
El buscador de tesoros Ben Gates (Cage) se ve de nuevo envuelto en una extraordinaria aventura, en la que se combinan períodos desconocidos de la historia y tesoros ocultos. Cuando una página del diario de John Wilkes Booth, el asesino de Abraham Lincoln, sale a la luz, el tatarabuelo de Ben se ve implicado como el principal instigador del magnicidio. Decidido a probar la inocencia de su antepasado, Ben y su equipo emprenden un viaje ... [+]
24 de diciembre de 2007
44 de 59 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de la decepcionante primera parte, que se supone que debía recuperar el espíritu aventurero, pero en el que las aventuras brillaban por su ausencia y todo se reducía al Nicolás viajando por todas partes y descifrando enigmas subnormaloides, nos llega una segunda parte que, oye... si no es por que sale Ed Harris en lugar de Sean Bean, ni me entero de si es la primera o la segunda parte... Clónica, pero que ríete tú de la oveja Dolly, la leche.
Yo no digo que la peli sea difícil de creer, porque no seré yo quien diga que todas las cuevas perdidas de la mano de Dios están repletas de tesoros. Pero si para llegar a estos tesoros antes deben pasar por 200 pasos anteriores resolviendo extraños enigmas, bastante anacrónicos, faltos de conexión entre ellos perceptible al cerebro humano y que nada tienen que ver conque Nicolás limpie el nombre de su tatarabuelo, pues me empiezo a cabrear. Si hay una persecución en la que uno se dice «¡Por fin algo de acción!», y se acaba aburriendo como una ostra porque aparte de poco emocionante, está llena de detalles ridículos como lo de los bidones esos que no se a qué vienen, y encima la mitad del corre que te pillo es a una velocidad inferior a la de un patinete eléctrico, pues apaga y vámonos. Pero eso no es lo peor, lo de la persecución (una de las 2 escenas con acción repartidísimas en la peli), es incluso perdonable. Es bastante peor el que Nicolás Cague y la Helena de Troya tengan más facilidad en entrar en el palacio de Buckingham y sitios por el estilo, que yo en mi propia casa un día de cogorza. Por ahí sí que no pasó, más aún si después ni les persiguen incesantemente ni nada por el estilo. De hecho, ni les persiguen.
Además de esta gilipollez que cabrea sobremanera, tenemos lo típico: chistes para niños de 3 años, a Nicolás poniendo muecas (lo mejor con diferencia, el Cague es ya una leyenda viva, ha superado a Jim Carrey, pero por mucho), un personaje graciosillo que merece morir, un montón de personalidades del cine humillándose por unos milloncitos de dólares, un argumento subnormaloide, una música patriótica que parece de las obras clónicas de Hans Zimmer, y que va acorde con los vomitivos discursos pro-América que no se los traga ni Peter, un presidente de los Estados Unidos que es muy majo y aventurero él (casi como Bush), y un final que eleva la irrisión hasta la enésima potencia. Ah, bueno, y el romance de relleno que no falte, no.
Perfecta cinta para ponerles a un grupo de terroristas suicidas. Después de verla, ya la vida no importa, pero por sus huevos que si vuelan por los aires se llevan por delante a un montón de anormales patriotas hasta la médula. Tan tonta y falta de garra como su precuela (bueno, no, bastante más) o la peli del Da Vinci. Más interesados en dar lecciones de falsa historia que en hacer una entretenida cinta de aventuras.
Yo no digo que la peli sea difícil de creer, porque no seré yo quien diga que todas las cuevas perdidas de la mano de Dios están repletas de tesoros. Pero si para llegar a estos tesoros antes deben pasar por 200 pasos anteriores resolviendo extraños enigmas, bastante anacrónicos, faltos de conexión entre ellos perceptible al cerebro humano y que nada tienen que ver conque Nicolás limpie el nombre de su tatarabuelo, pues me empiezo a cabrear. Si hay una persecución en la que uno se dice «¡Por fin algo de acción!», y se acaba aburriendo como una ostra porque aparte de poco emocionante, está llena de detalles ridículos como lo de los bidones esos que no se a qué vienen, y encima la mitad del corre que te pillo es a una velocidad inferior a la de un patinete eléctrico, pues apaga y vámonos. Pero eso no es lo peor, lo de la persecución (una de las 2 escenas con acción repartidísimas en la peli), es incluso perdonable. Es bastante peor el que Nicolás Cague y la Helena de Troya tengan más facilidad en entrar en el palacio de Buckingham y sitios por el estilo, que yo en mi propia casa un día de cogorza. Por ahí sí que no pasó, más aún si después ni les persiguen incesantemente ni nada por el estilo. De hecho, ni les persiguen.
Además de esta gilipollez que cabrea sobremanera, tenemos lo típico: chistes para niños de 3 años, a Nicolás poniendo muecas (lo mejor con diferencia, el Cague es ya una leyenda viva, ha superado a Jim Carrey, pero por mucho), un personaje graciosillo que merece morir, un montón de personalidades del cine humillándose por unos milloncitos de dólares, un argumento subnormaloide, una música patriótica que parece de las obras clónicas de Hans Zimmer, y que va acorde con los vomitivos discursos pro-América que no se los traga ni Peter, un presidente de los Estados Unidos que es muy majo y aventurero él (casi como Bush), y un final que eleva la irrisión hasta la enésima potencia. Ah, bueno, y el romance de relleno que no falte, no.
Perfecta cinta para ponerles a un grupo de terroristas suicidas. Después de verla, ya la vida no importa, pero por sus huevos que si vuelan por los aires se llevan por delante a un montón de anormales patriotas hasta la médula. Tan tonta y falta de garra como su precuela (bueno, no, bastante más) o la peli del Da Vinci. Más interesados en dar lecciones de falsa historia que en hacer una entretenida cinta de aventuras.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Jordi Mollà, uno de los más grandes en el campo de la sobreactuación, es acusado por Sánchez Dragó de que su abuelo le provocó el alzheimer a Suárez, por ejemplo. Mollà se cabrea, porque eso es mentira, y para limpiar el nombre de su querido abuelo, decide buscar el tesoro oculto de los incas.
Para ello, se va con Santiago Segura, ese maestro, y Penélope Cruz, a la Zarzuela, a buscar entre las pertenencias del rey, esas que vemos cada Nochebuena, un extraño manuscrito escrito en satánico invertido (será latín, entonces), un acertijo de esos que contaría algún personaje del país de las Maravillas o del otro lado del espejo, y Mollà, con su gran intelecto, lo resuelve, pero ¡ojo! Sólo tiene la mitad. Así que se va al palacio de la Moncloa en plena ausencia del presidente, interpretado hábilmente por Rowan Atkinson, y entra en su despacho como Pedro por su casa, hallando lo que queda de información, que le lleva directamente hasta el propio Atkinson, al cual secuestra en una estúpida maniobra, diciéndole nosequé de los pasadizos secretos y mágicos de Carlos II el Heachicero o el Hechizado... no sé. Uno que apuesta por el diálogo, y otro que su papel es ese también, empiezan una charla eterna sobre los valores de la identidad nacional, el significado de la nación, de la patria y un montón de movidas, la constitución original, que tiene un mapa del tesoro... Aquí, entra Juanqui y les suelta su famosa frase, seguida de una paliza a cada uno. Desaparece de escena, Mollà se entera entonces de lo del tesoro, y se pira a buscar al rincón oculto de la Biblioteca Nacional la constitución original, que está escondida al lado del Necronomicón. Ve el mapa, y se pira a Altamira, donde encuentra un pasaje secreto a la cueva de los Goonies. Allí busca y encuentra, acompañado de sus amigo y de Dragó, que quería unirse, la Atlántida con la filmografía completa de Luna, y todas las obras de Iker Jiménez, y de César Vidal, que está en todas partes. Pero maldita la suerte, se les olvida cerrar el grifo y la Atlántida se vuelve a hundir. Todos escapan, menos Dragó, que es el único que no cambia al mojarse mucho porque está igual de arrugado que cuando está seco, y se queda para salvarles (también que no tiene otra salida).
Cuando escapan, hablan de nuevo con Rowan Atkinson, que les perdona y les concede la medalla del honor, además de manipular un poco la información y poner en un periódico de tirada nacional (no diré cual, que no quiero hacer publicidad), que el abuelo de Mollà era un héroe. Este, modesto, dice que Dragó descubrió la Atlántida, van todos para allí y celebran la Nochevieja con su cadáver, y forrándose vendiendo las pelis de Luna. FIN.
¿Os parece algo subnormal? Pues la peli es lo mismo, solo que con americanos.
Para ello, se va con Santiago Segura, ese maestro, y Penélope Cruz, a la Zarzuela, a buscar entre las pertenencias del rey, esas que vemos cada Nochebuena, un extraño manuscrito escrito en satánico invertido (será latín, entonces), un acertijo de esos que contaría algún personaje del país de las Maravillas o del otro lado del espejo, y Mollà, con su gran intelecto, lo resuelve, pero ¡ojo! Sólo tiene la mitad. Así que se va al palacio de la Moncloa en plena ausencia del presidente, interpretado hábilmente por Rowan Atkinson, y entra en su despacho como Pedro por su casa, hallando lo que queda de información, que le lleva directamente hasta el propio Atkinson, al cual secuestra en una estúpida maniobra, diciéndole nosequé de los pasadizos secretos y mágicos de Carlos II el Heachicero o el Hechizado... no sé. Uno que apuesta por el diálogo, y otro que su papel es ese también, empiezan una charla eterna sobre los valores de la identidad nacional, el significado de la nación, de la patria y un montón de movidas, la constitución original, que tiene un mapa del tesoro... Aquí, entra Juanqui y les suelta su famosa frase, seguida de una paliza a cada uno. Desaparece de escena, Mollà se entera entonces de lo del tesoro, y se pira a buscar al rincón oculto de la Biblioteca Nacional la constitución original, que está escondida al lado del Necronomicón. Ve el mapa, y se pira a Altamira, donde encuentra un pasaje secreto a la cueva de los Goonies. Allí busca y encuentra, acompañado de sus amigo y de Dragó, que quería unirse, la Atlántida con la filmografía completa de Luna, y todas las obras de Iker Jiménez, y de César Vidal, que está en todas partes. Pero maldita la suerte, se les olvida cerrar el grifo y la Atlántida se vuelve a hundir. Todos escapan, menos Dragó, que es el único que no cambia al mojarse mucho porque está igual de arrugado que cuando está seco, y se queda para salvarles (también que no tiene otra salida).
Cuando escapan, hablan de nuevo con Rowan Atkinson, que les perdona y les concede la medalla del honor, además de manipular un poco la información y poner en un periódico de tirada nacional (no diré cual, que no quiero hacer publicidad), que el abuelo de Mollà era un héroe. Este, modesto, dice que Dragó descubrió la Atlántida, van todos para allí y celebran la Nochevieja con su cadáver, y forrándose vendiendo las pelis de Luna. FIN.
¿Os parece algo subnormal? Pues la peli es lo mismo, solo que con americanos.