"Mientras más conozco a los hombres más quiero a mi perro" (Diogenes / 412 a.c.). Algo así debe ser la filosofía existencial de este peluquero canino de aspecto desaliñado como el filosofo griego y perfil caricaturesco que habita en su particular barril; una barriada del extrarradio de la ciudad eterna tan atemporal, misteriosa y hechizante como para robar el protagonismo al propio Marcello.  Y es que Garrone ya ha demostrado en su filmografia que domina las puestas en escena ya nos hable de cuentos clásicos, realitys televisivos o la camorra. Pero a mi juicio nunca acaba de rematar la faena y empieza siempre prometiendo mucho más de lo que luego da, por mucho que se esfuerce en los planos finales. Con todo ya quisieran muchos que su cine fuera la mitad de interesante.

No tengo claro lo que en definitiva me quiere contar o si solo es como lo cuenta lo verdaderamente importante. Basada en un hecho de la crónica de sucesos de los 80, Garrone construye un cuento, una fábula de David contra Goliat. Pero un Goliat y un David que no son los elegidos para la lucha por sus pueblos, sino más bien dos parias de ellos a los que no les queda otra que trapichear, y morir matándose. Marcello (excelente Fonte) tiene un negocio, se saca un sobresueldo sin escrupulos vendiendo cocaína y una hija con la que es feliz a ratos de convenio extramatrimonial. Lo mejor es su relación y empatía con esos perros, sus auténticos amigos, a los que mima y donde los efluvios de De Sica afloran en la cinta. ¿A cuento de qué se la juega?. No es creible. Al final la cosa se torna previsible y la magia desaparece para dejar paso a la venganza tardía cuando el sinsentido es el único sentido que queda.

cineziete.wordpress.com