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Voto de Miquel:
8
7,3
45.287
Drama
Texas, principios del siglo XX. Una historia sobre la familia, la avaricia y la religión. Daniel Plainview (Daniel Day-Lewis) se traslada a una miserable ciudad con el propósito de hacer fortuna, pero, a medida que se va enriqueciendo, sus principios y valores desaparecen y acaba dominado por la ambición. Tras encontrar un rico yacimiento de petróleo en 1902, se convierte en un acaudalado magnate. Cuando, años después, intenta ... [+]
19 de diciembre de 2011
13 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Drama realizado por Paul Thomas Anderson (“Boggie Nights”, 1997), a partir de un guión escrito por él, que adapta libremente la novela “Oil” (1927), de Upton Sinclair (1878-1968). Se rueda en localizaciones de CA, Texas y Washington, con un presupuesto estimado (IMDb) de 25 millones USD. Nominado a 7 Oscar, gana 2 (actor principal y fotografía). Producido por P.A. Anderson, Joanne Sellar y Daniel Lupi, para Paramount Vantage, Miramax y Ghoulardi Film Company, se proyecta por primera vez en público el 27-IX-2007 (Fantastic Fest).
La acción dramática se extiende a lo largo de 31 años, desde 1898 hasta 1929, justo después del crack de la bolsa de Nueva Cork y del inicio brusco de la Gran Depresión. Tiene lugar en Texas, Little Boston (CA) y otros lugares de CA. El protagonista, Daniel Pleinview (Day-Lewis), pasa de ser (1898) un mísero buscador de oro con un hijo adoptivo a su cargo, al que ha de mantener y sacar adelante, a ser un próspero magnate del petróleo a partir de 1904. Nacido en Texas, es solitario, desconfiado, ambicioso, obsesivo, misántropo y misógino. No tiene palabra, es mentiroso y embaucador. Adopta como hijo a H.W. para reflejar una imagen de hombre paternal, cariñoso y de buenos sentimientos. Carece de escrúpulos y es duro y tiránico. Le dan la réplica el hijo y Eli Sunday (Dano), pastor de la Iglesia del la tercera revelación.
La obra se narra en un tono intimista, confidencial y parsimonioso, en busca de fórmulas y soluciones que delatan la admiración que el realizador siente por el cine clásico. Su habitual cinefilia se pone de manifiesto en las referencias que establece en relación con John Huston y H. Bogart (“El tesoro de Sierra Madre”, 1948), Richard Brooks (“El fuego y la palabra”, 1960) y Stanley Kubrick (“Lolita”, 1962). También admira el cine mudo de Chaplin, Keaton, Griffith y otros muchos. El personaje central incorpora elementos tomados de Orson Welles (“Ciudadano Kane”, 1948), de “Gigante” (Stevens, 1956) y de Elia Kazan (“El último magnate”, 1972).
Analiza temas relacionados con los principales motivos de preocupación del realizador y de gran parte de la opinión pública en el momento del estreno, tales como la violencia, la corrupción, el fanatismo religioso, la mezcla de la religión con intereses económicos, la competitividad, las relaciones entre padres e hijos, el individualismo, la ambición sin límites, la codicia y la naturaleza de unas relaciones sociales que engendran egoísmo, odios, abusos de poder, etc. Desarrolla un estudio detallado y apasionado de un personaje singular que se erige en símbolo de una generación y, a la vez, en alegoría del país más poderoso del mundo.
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La acción dramática se extiende a lo largo de 31 años, desde 1898 hasta 1929, justo después del crack de la bolsa de Nueva Cork y del inicio brusco de la Gran Depresión. Tiene lugar en Texas, Little Boston (CA) y otros lugares de CA. El protagonista, Daniel Pleinview (Day-Lewis), pasa de ser (1898) un mísero buscador de oro con un hijo adoptivo a su cargo, al que ha de mantener y sacar adelante, a ser un próspero magnate del petróleo a partir de 1904. Nacido en Texas, es solitario, desconfiado, ambicioso, obsesivo, misántropo y misógino. No tiene palabra, es mentiroso y embaucador. Adopta como hijo a H.W. para reflejar una imagen de hombre paternal, cariñoso y de buenos sentimientos. Carece de escrúpulos y es duro y tiránico. Le dan la réplica el hijo y Eli Sunday (Dano), pastor de la Iglesia del la tercera revelación.
La obra se narra en un tono intimista, confidencial y parsimonioso, en busca de fórmulas y soluciones que delatan la admiración que el realizador siente por el cine clásico. Su habitual cinefilia se pone de manifiesto en las referencias que establece en relación con John Huston y H. Bogart (“El tesoro de Sierra Madre”, 1948), Richard Brooks (“El fuego y la palabra”, 1960) y Stanley Kubrick (“Lolita”, 1962). También admira el cine mudo de Chaplin, Keaton, Griffith y otros muchos. El personaje central incorpora elementos tomados de Orson Welles (“Ciudadano Kane”, 1948), de “Gigante” (Stevens, 1956) y de Elia Kazan (“El último magnate”, 1972).
Analiza temas relacionados con los principales motivos de preocupación del realizador y de gran parte de la opinión pública en el momento del estreno, tales como la violencia, la corrupción, el fanatismo religioso, la mezcla de la religión con intereses económicos, la competitividad, las relaciones entre padres e hijos, el individualismo, la ambición sin límites, la codicia y la naturaleza de unas relaciones sociales que engendran egoísmo, odios, abusos de poder, etc. Desarrolla un estudio detallado y apasionado de un personaje singular que se erige en símbolo de una generación y, a la vez, en alegoría del país más poderoso del mundo.
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La película explica una historia interesante y capta la atención del público. Hace uso de un estilo equilibrado, sobrio, libre de adornos innecesarios, realista y clasicista, que acepta la complejidad y la aridez de los hechos. El resultado es un trabajo pletórico de fuerza e intensidad. Se ha escrito que la obra corresponde a un cine esencialista, frío y complejo, solo apto para cinéfilos. No estoy de acuerdo. Lo fácil, lo claro y lo asequible suelen ser cosas que no casan bien con la calidad y la excelencia.
La interpretación del protagonista es impecable. Las escenas en las que entra en contraposición o conflicto con otro actor se erigen en las más poderosas del film. En ellas el relato alcanza niveles de un dramatismo arrebatador.
La banda sonora, de Jonny Greenwood, ofrece pasajes magistrales, a veces extraños, que elevan la fuerza inquietante y perturbadora de la cinta. Como música añadida aporta diversos cortes del concierto para violín y orquesta de Brahms y de una admirable composición para cello y piano de Arvo Pärt. La fotografía, de Robert Elswit (“Boggie Nights”), en color (de luxe) y panavisión, combina abundantes primeros planos del rostro de los actores, planos amplios de paisajes inmensos y de llanuras desoladas, soberbios travellings (laterales, frontales y hacia atrás), escenas vistas desde la distancia y un movimiento constante de cámara a la manera de Jean Renoir. Los planos de los primeros 25 minutos, mudos, muestran la acción con la ayuda del soundtrack, la gestualidad y las imágenes, en una hermosa demostración de dominio cinematográfico.
La película explica una historia interesante y capta la atención del público. Hace uso de un estilo equilibrado, sobrio, libre de adornos innecesarios, realista y clasicista, que acepta la complejidad y la aridez de los hechos. El resultado es un trabajo pletórico de fuerza e intensidad. Se ha escrito que la obra corresponde a un cine esencialista, frío y complejo, solo apto para cinéfilos. No estoy de acuerdo. Lo fácil, lo claro y lo asequible suelen ser cosas que no casan bien con la calidad y la excelencia.
La interpretación del protagonista es impecable. Las escenas en las que entra en contraposición o conflicto con otro actor se erigen en las más poderosas del film. En ellas el relato alcanza niveles de un dramatismo arrebatador.
La banda sonora, de Jonny Greenwood, ofrece pasajes magistrales, a veces extraños, que elevan la fuerza inquietante y perturbadora de la cinta. Como música añadida aporta diversos cortes del concierto para violín y orquesta de Brahms y de una admirable composición para cello y piano de Arvo Pärt. La fotografía, de Robert Elswit (“Boggie Nights”), en color (de luxe) y panavisión, combina abundantes primeros planos del rostro de los actores, planos amplios de paisajes inmensos y de llanuras desoladas, soberbios travellings (laterales, frontales y hacia atrás), escenas vistas desde la distancia y un movimiento constante de cámara a la manera de Jean Renoir. Los planos de los primeros 25 minutos, mudos, muestran la acción con la ayuda del soundtrack, la gestualidad y las imágenes, en una hermosa demostración de dominio cinematográfico.