Hay películas que llaman la atención gracias a su reparto, a que están dirigidas por un cineasta de renombre o porque su argumento parece interesante. No es el caso de la que nos ocupa, pero, ignorante de mí, su título (en español) hizo que me fijase en ella. Pensé que me podría encontrar con una delirante y casposa serie B o, en su defecto, con una curiosa cinta de terror sobrenatural. Craso error.

La trama se desarrolla en un duro centro al que van a parar jóvenes problemáticos. Allí acaba un joven afectado por una tragedia familiar, David (Ricky Ullman), quien al poco de llegar comienza a tener unas extrañas visiones. En ellas se le aparece Jonathan (Connor Ross), un chico que murió al tratar de escapar del lugar.

Aunque pueda parecer lo contrario, esta película no pertenece al género de terror, sino que más bien es un drama carcelario juvenil. Pero que haya sido vendida como algo que no es acaba siendo intrascendente, ya que priman otros muchos errores, por ejemplo el casting (los actores resultan de lo más anodinos) o su monótona dirección. Eso por no hablar del nulo impacto que provocan las apariciones, las cuales resultan más ridículas que terroríficas. No sé ni cómo pude terminar de verla…