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Críticas de Revista Contraste
Críticas 1.340
Críticas ordenadas por utilidad
7
7 de noviembre de 2019
158 de 238 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Hoyo se ha convertido en uno de los éxitos inesperados de la cartelera. Producida por Basque Country, enseguida Netflix vio un éxito seguro y la compró para distribuirla. Enamoró al público del Festival de Toronto e hizo historia en el Festival de Sitges convirtiéndose en el primer largometraje español en ganarlo. ¿Qué nos cuenta El Hoyo?

El Hoyo no es una distopía, no nos habla de un posible futuro. Es una metáfora de la sociedad actual. Goreng (Ivan Massagué) accede a entrar en una sistema de plataformas para conseguir un título homologado. Despierta en una estructura vertical inmensa compuesta por centenares de niveles y, en cada uno de ellos, conviven durante 30 días dos personas que no se conocen, y cuya única fuente de comida es una plataforma que baja desde el primer nivel hasta el último. El sistema hace que los primeros niveles puedan comer tanto como quieran, mientras que los últimos a duras penas puedan sobrevivir… a no ser comiéndose los unos a los otros. La parábola es más que evidente.

Una administración anónima pone las reglas: cambia a los miembros de nivel, provoca frío o calor si los participantes se quedan con comida o los castiga. Goreng se encuentra con distintos temperamentos: Trimagasi, el cínico que quiere sobrevivir a cualquier precio. Imoguiri, que ha entrado pensando en contribuir a la solidaridad espontánea. Son ideas, caracteres que nos encontramos en el día a día. Y al final, la lucha entre dos ideas enfrentadas: una, la más evidente: el hombre es un lobo para el hombre y no hay esperanza. En el otro lado, la esperanza representada por los Quijotes que todavía confían en la sociedad y algunos que creen en Dios. Son ideas confusas que se combinan con una violencia extrema.

David Desola y Pedro Rivero han escrito un guión redondo, donde no se les escapa ningún fleco para construir una cárcel que haga metáfora de la vida. Imposible no acordarse de la terrorífica Cube o de la mas reciente Snowpiercer, al que se le añade ese humor socarrón tan patrio, imposible de importar de otros países. Los actores cumplen a la perfección en su papel de mero concepto.

En definitiva, una película dura, por momentos repugnante, pero que hace pensar –y agobiarse– sobre qué es lo que mueve a las personas, qué sociedad estamos construyendo y de dónde le viene la salvación al hombre.

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7
5 de abril de 2023
78 de 106 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película, dirigida por el australiano Julius Avery, quiere mostrar el inicio del padre Gabriele Amorth, interpretado por un maduro y espléndido Russell Crowe, como exorcista en el Vaticano. Amorth ejerció su labor hasta su muerte a los 91 años en 2016.

Fue ordenado sacerdote católico en 1954 y se convirtió en exorcista oficial en junio de 1986, cuando empieza la cinta. Amorth es autor de numerosos libros sobre la temática específica del exorcismo. No cuentan como documentos oficiales de la Iglesia Católica, sino que son anotaciones personales de su oficio como tal. Los escritos usan relatos de testigos oculares y su experiencia personal. Realizó más de cien mil exorcismos a lo largo de su vida.

Aunque, obviamente, el largometraje cambia datos históricos e incluso puede exagerar las reacciones demoníacas con buenos efectos especiales, está basado en hechos reales. Aquí se centra la curiosidad del film. No sólo es una propuesta de exorcismos y terror religioso, sino que quiere mostrar que el mayor logro de Satanás es hacer creer a la gente que ya no existe; hecho claramente destacable después del Concilio Vaticano II, tal y como se muestra en algunas conversaciones, breves pero interesantes, de Amorth con los Cardenales.

El Padre Gabriele trabaja en equipo con el cura del pueblo, papel muy bien interpretado por Daniel Zovatto. Destaca la lucha personal de cada uno de los sacerdotes por la redención de sus propias culpas. El demonio les tienta con la visión de sus pecados para que caigan en la desesperación en contra de la misericordia de Dios. El otro gran foco es el poder de la oración, la perseverancia y el papel de la Virgen María como intercesora.

Puede quedarse como una simple apuesta de de terror, o puede verse desde el lado de la fe como una afirmación de la existencia del mal en el mundo y lo que hace la Iglesia para protegerse del maligno. No sales indiferente al verla. El director nos quiere interpelar ante la realidad del momento.

Como datos curiosos: increíble Crowe con sotana en vespa por la maravillosa Roma; y una Castilla excesivamente frondosa y con mar.

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7
12 de agosto de 2021
51 de 56 usuarios han encontrado esta crítica útil
Inspirado en el caso de la estadounidense Amanda Knox –aunque responde más a la ficción que a los hechos reales–, Tom McCarthy, junto a Thomas Bidegain, Noé Debré y Marcus Hinchey, han sabido escribir un relato duro pero que enternece, que cuenta con un gran trabajo a nivel de dirección (McCarthy) y un gran elenco.

Antes que nada, advertir que, a pesar de estar clasificada como thriller, si lo que se busca es el más puro suspense, la película no cumple esas expectativas. Tiene momentos de intriga y misterio, pero no es lo que protagoniza la trama.

Sin embargo, el secreto del film no reside en su género, sino en su historia y, sobre todo, en su figura principal, Bill: tan interesante y complejo que atrapa. Hay una crónica y quieres saber cómo termina, pero sobre todo importa cómo la vive él. Ahí se aprecia el trabajo de Matt Damon, quien consigue convencer con su papel y le da ese punto de conexión con el público.

La banda sonora, además, aporta la intensidad que le podría faltar; si algo no va bien, lo sabes por la música. Es usada como recurso narrativo de forma inteligente.

Es cierto que el metraje de la cinta es un tanto extenso, y se puede hacer largo y pesado si no se llega a simpatizar con el argumento o se espera otra cosa. Es una producción para ver sin prisas ni impaciencias, para disfrutar y desentrañar su potencial.

De este modo, Cuestión de sangre es una cinta para almas empáticas, calmadas, que sepan deleitarse y leer a los personajes, sin necesidad de muchas palabras. Si se accede a ella esperando un gran thriller, por el contrario, sus expectativas no van a cumplirse.

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6
29 de octubre de 2021
64 de 83 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más de veinte años después, Ben Affleck y Matt Damon se reúnen para volver a escribir un guion tras El indomable Will Hunting, que les abrió las puertas en Hollywood. Esta vez, les acompaña Nicole Holofcener, especialmente conocida por su libreto ¿Podrás perdonarme algún día?, que llegó a finalista en los Óscar de 2019.

Los tres se suman a la revisión histórico-social de las agresiones sexuales a la mujer que el movimiento #MeToo ha desencadenado en los últimos años. Y a partir del ensayo de Eric Jager, construyen una historia narrada desde tres puntos de vista.

Por su parte, Ridley Scott tiene ocasión de sacar partido a uno de sus contextos favoritos, la Edad Media (siempre a su medida) para hacer lucir no solamente sus decorados, sino también su vigorosa capacidad para rodar secuencias de acción. En este sentido, la inclinación de Scott a detallar la violencia en sus encuadres y montajes sirve para manifestar la dureza de las luchas cuerpo a cuerpo, mientras tampoco se contiene en la brutalidad de la violación.

Sin embargo, los cuatro cineastas prefieren ser menos minuciosos con algunos clichés. La intención grandilocuente del armazón dramático y su dilatado metraje, así como la triple perspectiva, provocan una primera impresión de superproducción compleja e impregnada de gravedad. No obstante, a medida que avanza y, especialmente, cuando acaba, esa sensación muta y se atisba una falta de densidad argumental y un estancamiento y reiteración de pasajes que impiden que progrese la acción.

En la era de la posverdad, Damon, Holofcener y Affleck hacen de la estructura Rashomon (que también se denomina efecto Rashomon) una trampa de corte, precisamente, más bien efectista y al servicio de un discurso algo tramposo y simplificador. Aunque cada espectador puede valorar esa experiencia, a El último duelo le falta profundidad; no sirve coger un tema donde las posturas morales en la actualidad son obvias para hacer un discurso obvio.

Por eso, ante un tema tan esencial como la dignidad humana, el consentimiento en las relaciones y la verdad no basta con hacer un discurso de masas, adornado con unos vistosos efectos especiales. De Ridley Scott y su equipo se espera algo más, con un presupuesto como el que manejan.

Al final, además de la garra de las escenas bélicas, y la excusa de la denuncia social, la trama se construye sobre algunas de las pulsiones básicas: la ira y el ego y, también, la lujuria y el afán de dominar. Lo que en otros dramaturgos, como un Shakespeare, se convierte en un relato trascendente y capaz de hacer reflexionar con amplio recorrido, aquí todo eso conduce a consideraciones evidentes y que, en la mayoría de casos, ya se conocían previamente.

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2
11 de abril de 2019
66 de 89 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con un “Hay momentos en la vida que nos definen” se abre el primer film de la tetralogía para adolescentes After. Esta futura saga, basada en las novelas de Anna Todd, recoge relatos inspirados por el amor de la escritora a Harry Styles (cantante de One Direction). Los libros ya han sido descritos como las Cincuenta sombras de Grey para jóvenes. Y, pese a haber suavizado la primera entrega en la gran pantalla (ya que el texto original es mucho más escabroso), alguien con criterio no deja de estar inquieto ante el eminente triunfo de esta fórmula comercial y sexual.

Para analizarla, empezaremos con la frase inicial mencionada, puesto que describe muy bien lo que el espectador va a ver: “Hay momentos en la vida que nos definen”. La película parte de la premisa del cambio de identidad de una joven ante su primera relación sexual. No dice “hay etapas que te definen”, sino que son instantes que, como el de un trauma, van a marcar quién seas hasta el fin de los tiempos. Y el largometraje termina diciendo: “Pasado esto, ya solo queda after (después)”.

Así que, en esa vaguedad cronológica, la cinta agarra un hecho sexual, bajo un pretexto muy visto de “chico malote, guapo y con dinero consigue a chica buena e insegura”. El resultado es una historia que busca ser transcendental y que, no obstante, carece de trasfondo alguno.

Cuando las réplicas vuelan sin razón, las caricias parecen tener sonido, las respiraciones profundas acompañan los eternos giros de cámara ralentizada y en primer plano de las caras de los protagonistas mientras se besan… algo sucede. Cuando todo se entrelaza con música a ritmo de videoclip, lesbianas guapísimas de infarto, profesores portadores de la moral, grandes citas de novelas clásicas y universidad muy americana; se huele que han creado un embalaje edulcorado para captar al público joven y venderles algo que buscan.

¿Qué buscan? Que alguien les hable sobre sus intereses; los cuales, en esas edades, muchas veces van guiados por el despertar sexual. Si encima la protagonista tiene “todas” las características en las que una adolescente se puede ver reflejada (además de ser guapísima y tener siempre suerte), el mensaje cala más hondo. Y cuando le sumamos que la figura masculina es un hombre con un “gran trauma”, cuya voz aterciopelada y cara de esfinge busca poseerla: ella cae en sus garras.

Bajo todo eso, el film juega dos bazas: la de chica que salva a chico y la de “tómate el tiempo que necesites”. Sin embargo, olvida resaltar que él se sale con la suya durante el proceso de conquista y en el final. También ignora el hecho que ella salga impune y de rositas ante una infidelidad, o que los problemas no tienen consecuencias (ni los pasos morales que damos ni los pasos físicos).

Y pese a poder ser una caricatura de la realidad, After solo da argumentos para seguir apoyando unos esquemas machistas y deshumanizadores en los que el amor y la persona no importan.

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