En España, a esta película, se le ha puesto un título demasiado ostentoso, cuando el título original, 'Unsere mütter, unsere väter' (Nuestras madres, nuestros padres), se adapta mucho mejor a la historia que se nos narra.

Aunque se ha presentado como miniserie, en realidad se trata de una película de 270 minutos dividida en tres partes a efectos de su comercialización, estamos ante una obra unitaria y no ante una sucesión de capítulos que sería lo más propio de una serie.

'Hijos del Tercer Reich' comienza durante la primavera de 1.941, en Berlín, cuando cinco jóvenes amigos, alrededor de los veinte años, se reúnen para despedirse de tres de ellos, dos hermanos que marchan a combatir al frente oriental, y una chica, alistada en la Cruz Roja, que parte a la retaguardia de ese mismo frente. Hasta ese momento el devenir de los acontecimientos es muy favorable al ejército alemán y se despiden con el deseo, incluso con la convicción, de reunirse de nuevo en la Navidad de ese mismo año tras acabar la guerra con victoria alemana.

A partir de ese momento los caminos de los cinco jóvenes se irán bifurcando, y ante los ojos del espectador irán apareciendo las distintas vicisitudes por las que éstos irán transitando. Vicisitudes propias de una guerra brutal, como las de toda guerra, que les marcarán de por vida a aquellos que sobrevivan a ella.

El personaje del hermano más joven de los dos, va al frente con 19 años, dice al comienzo de la película que la guerra sacará lo peor de cada uno de ellos, y así será. Si el hombre, según Hobbes, es un lobo para el hombre; por su propia naturaleza y puesto en una situación límite como la que nos ocupa, su crueldad, sobre todo la de los más cobardes, puede llegar a ser ilimitada.

Queda patente también, a lo largo de la proyección, que un mismo ser humano puede ser capaz de lo más grande y de lo más bajo, en cuanto a actos morales, a veces en el mismo día, tan solo tiene que encontrar la oportunidad.

Con una buena dirección, unos magníficos decorados dentro de una gran ambientación, buena fotografía, preciso montaje e interpretaciones convincentes. Estamos ante un excelente trabajo que merece verse. El único 'pero', bajo mi punto de vista, puede situarse en parte del guión, pues llega a parecer que los cinco amigos nunca han llegado a separarse, por la cantidad de veces que se van encontrando a lo largo de la historia.

Muchos sentimientos, muchas reflexiones sobre la propia condición humana, nos interpelarán al ver esta obra, y, por supuesto, nos aparecerán datos, de una historia que cambió a Europa, que tal vez no conocíamos o solo los conocíamos muy superficialmente, no olvidemos que esta vez son alemanes quienes nos cuentan lo sucedido. Todo ello, eso sí, de forma muy sutil, puesto que la realización no enfatiza nada, en este caso no se piensa que el espectador es tonto y que hay que repetirle lo mismo muchas veces, para que se entere o bien para que se le incruste en la mente una idea que no tenía, aquí se trata al espectador como adulto. Se nos expone ante unos hechos, con tanta fuerza en sí mismos, que no necesitan ser recalcados.

Casi al final de la cinta uno de los personajes, a forma de narrador, dice: "Muy pronto solo habrá alemanes y ningún nazi en este país; pero, ¿quiénes somos?". Creo que esta pregunta, hoy en día, y a pesar de todo, tiene fácil respuesta..., positiva.

Un enorme ferry atraca en un pequeño pueblo costero, Siglufjordur, del norte de Islandia en pleno invierno. Al mismo tiempo se descubre el tronco de un cadáver humano en las aguas oceánicas del lugar, lo que hará que la policía local, compuesta tan solo por tres miembros, bloquee la salida del puerto de la nave. Una increíble tormenta de nieve empeorará la situación al dejar completamente aislada la localidad. Otro asesinato posterior complicará los hechos y reabrirá un pasado, conocido por toda la comunidad, sórdido y cerrado en falso.

Baltasar Kormákur es el creador de esta historia al tiempo que dirige el primero y el último capítulos de los diez de los que consta esta serie, que con una enorme sobriedad de guion y dirección narra una intriga criminal, policial, y, al tiempo, el drama personal de Andri Ólafsson, el jefe del puesto de policía, que ve en juego su prestigio profesional, ya deteriorado gravemente años atrás, cuando ejercía en Reikiavik, mientras asiste al derrumbe de su vida personal.

Destacaría notablemente varias cosas en esta producción cien por cien islandesa, tanto en su parte artística como técnica, de un alto coste económico, 6 millones de euros, cuando en principio iba tan solo dedicada a un público local compuesto por 332.000 habitantes (su posterior éxito internacional sorprendió, en primer lugar, a sus creadores). Su concisión, alejada de cualquier artificio para atraer tramposamente la atención del espectador, la tensión, gradual y constante en todo momento, y un argumento complejo, a la vez que desarrollado de manera sencilla, son sus mejores logros; todo ello sustentado por una eficaz dirección e interpretación en su conjunto, siendo especialmente destacable la de Ólafur Darri Ólafsson en su papel protagonista, quien compone con maestría la figura de un hombre, de vuelta de muchas cosas, el cual ve cómo lo poco que le queda, y lo más valioso, su vida familiar, se desmorona y que su honestidad conduce a que ello se produzca de forma irremediable.

Está claro que un cortometraje que no llega a un cuarto de hora de duración, incluyendo los títulos de crédito, lo que tiene que hacer es impresionar al espectador, y si es con una narración muy concisa, como en este caso, mucho mejor; y desde luego que 'Cerdita' lo consigue, lo que supone, junto a la precisión de sus encuadres, un buen logro de Carlota Martínez Pereda con su trabajo, pero hay más virtudes en este breve film.

La vejación a una persona, por el hecho de ser obesa, como la protagonista, es inadmisible; si a eso se añade que la víctima está disminuida mentalmente, la gravedad de dicha acción aumenta. La resolución que se da al suceso para algunos será merecida y para otros desproporcionada; y si se es absolutamente objetivo habrá que pensar que existe la posibilidad de que el desenlace no tenga nada que ver con la angustia producida a, y padecida por, la protagonista, sino que se deba a un caprichoso giro del destino, eso ya depende del punto de vista de cada uno; y todo gracias a que la guionista y directora no juzga, sino que tan solo muestra unos hechos, sin diálogos, con toda su fuerza y crudeza

Un corto que al finalizar deja a su público recapacitando durante bastante más tiempo que la duración de su metraje.

Documental de Netflix que recrea un relato, real según su protagonista, ocurrido en 2010, en que, el a su vez el documentalista Craig Foster narra la curiosa amistad que estableció, durante casi un año, con un pulpo hembra a quien encontró mientras buceaba en las aguas del Atlántico, cerca de su residencia y lugar de nacimiento, en la punta suroccidental de Suráfrica.

Pippa Ehrlich y James Reed dirigen este documental con guion de ellos mismos. Resulta curioso que en una historia que es, al menos en apariencia, tan personal no figure, ni tan siquiera como guionista, quien la ha vivido, máxime cuando en este caso se trata de un cineasta especializado en documentales. Sin embargo, Craig Foster, junto a Roger Horrocks, sí se ocupa de la fotografía, bellísima.

La obra, con una historia muy bien hilvanada, resulta tierna e interesante, al tiempo que muestra la gran inteligencia que posee ese invertebrado, lo que la convierte también en didáctica; asimismo lleva un mensaje de amor a la naturaleza. En definitiva, un producto de visión muy recomendable para toda la familia.

Luna y Diego, vigilantes de un aparcamiento público, coinciden tan solo cuando ella le releva en su puesto de trabajo a él. Un incidente descubrirá un aspecto oculto del uno a la otra, desde ese momento comenzará un juego de complicidad entre ellos.

Juanjo Giménez Peña, director y coguionista de este cortometraje, debe pensar que lo más divertido y entretenido de la vida está más allá del trabajo, y más si este es monótono, y nos lo muestra con esta obra de valiosos, ingenio, humor y arte.

Buena dirección y montaje, con la utilización, al menos en apariencia, de cámaras de seguridad como elementos de rodaje, lo que hace a este aún más meritorio. Todo ello no debe de ser velado por la singular interpretación de los dos protagonistas, Lali Ayguadé y Nicolás Ricchini, quienes, al mismo tiempo, pueden no ser resaltados como se merecen por su trabajo para no destripar el argumento; pero, por mi parte, reconocidos quedan.