Acabo de salir del cine de ver Las horas del verano y la verdad es que me ha dejado muy satisfecha. En el fondo, es una película en la que no pasa nada, en el fondo. Sin embargo, en ningún momento se me ha hecho larga ni he mirado el reloj. Parecía como si estuviera siendo una observadora indecente de una familia francesa: sus conversaciones, sus secretos, su cotidianeidad al fin y al cabo. Es una historia totalmente habitual: una madre de familia muere y sus hijos han de repartirse los bienes (que en este caso son muchos y de gran valor artístico). Nada más. Y todo lo demás. El sentimiento de que algo se pierde, de que la unión familiar irá disminuyendo al fallecer la figura principal; la diáspora; el valor de los objetos, de las obras de arte, y a la vez el valor sentimental; las diferencias entre generaciones...
De todo esto nos habla Olivier Assayas en esta cinta que para mí tiene la calidad de obra de arte.

Tal vez debería volver a ver el film, pero recuerdo la sensación que me dejó cuando terminó: me entraron unas ganas increíbles de viajar y de comer frutas directamente del árbol. Me parece que Exils habla de personas libres, de viajes sin presupuesto (ni pulserita, claro), de la dureza del exilio, de la juventud, de la locura. Puede que tenga elementos incongruentes, pero todos desde esa mirada tan particular de Gatlif, quien siempre intenta mostrarnos otros mundos desconocidos, como en Gadjo Dilo, Swing o Latcho Drom. Él, que huyó de Argelia en la guerra de la Independencia y que fue vagabundo en París; él, que es de los realizadores que mejor nos muestra el pueblo gitano y su alegría. Me parece que faltan películas que nos muestren ése lado bonito de la vida y que nos llenen de fuerza en vez de salir deprimidos del cine (que también lo veo útil, no se crean). En fín, que a pesar de los posibles fallos, yo me quito el sombrero cada vez que veo una película del maravilloso Gatlif.

Qué frescura y naturalidad. La mejor película chilena que he visto hasta el momento. Con un intimismo muy real, llegamos al corazón de esta familia y, lo que es más complicado, de Raquel, una mujer que parece que conozcamos de antes, porque quién no ha visto esa expresión seria en algunos rostros que con un poco de cariño se vuelven dulces.
La interpretación y el desarrollo del film son casi perfectos, y todo sucede dentro de una casa...
Es curioso cómo refleja la importancia de la madre de familia en todos los asuntos domésticos, frente al paso casi de puntillas en la realidad familiar del padre, que a penas interviene.
También supone una reflexión sobre la vida a medias de estas "nanas" que dedican toda su existencia a una familia que no es la suya.
Maravillosa, muy real, una obra maestra.

Pues yo, la verdad, no me la creo. Podría haber sido una historia magnífica, pero me da la sensación de que se regodea más en lo estético, en las imágenes bonitas y las personas guapas que en el caso de que es un hombre que crece hacia atrás. No llego a entender qué es lo que siente, cuáles son sus procesos mentales en cada edad con ese cuerpo que no le acompaña. Me parece una historia a lo Forrest Gump pero menos especial. En vez de la pluma volando tenemos el colibrí. En vez del entrañable teniente Dam tenemos un mediocre capitán de barco tatuado. Todo un despligue de maquillaje, eso sí, pero poco pensada, poco profunda y muy predecible.

Fuí al cine esperando una versión de "Amelie" a la inglesa, con todo lo que ello conlleva (Londres y no París, protagonista hortera y gritona y no dulce y tímida...) Además, después del gran film "Secretos y Mentiras" de Leigh, iba con esperanzas.
En seguida me fuí dando cuenta de que no sería lo que esperaba, pero intenté no decepcionarme y seguir la película con curiosidad. Lo cierto es que se me hizo larga, y la tal Poppy (Sally Hawkins) logró ponerme un poco nerviosa por sus comentarios tontos a lo largo de la historia. Puede ser que en esto también influyera el haberla visto doblada, pues cada vez veo más desacertado el doblaje por la falta de verismo que añade.
Hubo aspectos del film que me gustaron: la frescura de la historia, tan actual que podría tratarse de cualquier persona que siguiéramos por las calles de Londres; las reflexiones sobre la educación en la escuela de Poppy; la relación entre ella y su compañera de piso; el ideal de vida de la protagonista, quien se niega a crecer y con eso es feliz e intenta hacer felices a los que la rodean; las interpretaciones muy conseguidas, resaltando la de Andrea Riseborough, la compañera de piso de Poppy, que tiene una soltura y un bienestar que parece que no esté siendo filmada.
Sin embargo, le falta hilo conductor, es desustanciada, te quedas con una sensación de haber visto algo incompleto cuando sales del cine. Siempre pensando que iba a pasar algo más. La historia con el profesor de autoescuela no aporta nada, no se consigue nada con ella, excepto comprobar que hay personajes realmente amargados en el mundo, supongo que esa es la parte dramática que sostiene la cinta.
En fín, que podría haber sido mucho mejor, pero que a la vez se agradece que salgan films sobre la felicidad, sean como sean.