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Críticas de Arturo Belano
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Críticas 9
Críticas ordenadas por utilidad
9
7 de enero de 2019
173 de 208 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al mismo tiempo, una farsa histórica delirante y un drama de época fidedigno. Yorgos Lanthimos balancea su más reciente película entre esas relaciones aparentemente opuestas con el equilibrismo del que sólo es capaz un gran director, relaciones que durante dos horas nos van a mantener siempre con una mueca en la cara y sacar muchas carcajadas. Sus personajes son líderes y son más bien niños con rabieta. Su puesta en escena es suntuosa, preciosista, y Lanthimos la sacude con su cámara siempre en un ángulo raro, distorsionado, electrificante. De esa dualidad construye este pequeño mundo de apariencia majestuoso, pero que basta ver un segundo para olerle lo podrido.

Me cuesta trabajo decidir que es lo que hace más seductor este mundo podrido de Lanthimos, si su impecable estética o las actuaciones. Hasta The Favourite, ninguna película de Lanthimos contenía actuaciones que uno pudiera admirar por separado, que se sostuvieran por sí solas. Eran actuaciones de película de Lanthimos. Aquí, sin rebajar su estilo las actuaciones brillan, en parte gracias a la locuacidad regia del guión (por primera vez no escrito por Lanthimos para una de sus obras) que da peso a cada oración y la presencia de sus tres actrices principales. Gran parte de la diversión que ofrecen estas dos horas consiste en ver a Stone y Weisz enfrentarse en duelos de diálogos a velocidad de metralleta. O si no, ver a Colman caer en sus rabietas de niña vieja. Es de una delicia retorcida.

La película es juguetona en sí. No hace declaraciones. Muestra crueldad, decadencia, pero sobre todo ridículo y deja que el espectador se haga las ideas. Es muy inteligente para caer en un clímax obvio. No hay un enfrentamiento final entre Stone y Weisz. Una se hunde en la propia podredumbre y la otra alcanza una extraña dignidad en su derrota. Pero nada más.

Lo mejor de todo, sin embargo, es presenciar la forma en que Yorgos Lanthimos habita y hace suya la película. Hemos visto estos dramas palaciegos con guiones ahogados en famoso ingenio británico hasta el hastío. The Favourite se las arregla para sentirse nueva y original aunque no lo sea. Cada detalle está saturado del amor por lo grotesco, el espacio entre lo real y lo surreal que habita Lanthimos, los diálogos inexpresivos lanzados con justo la fuerza necesaria, los choques de poderes observados como si se trataran de juegos de niños.

Su estilo es suavemente pirotécnico. Su gracia queda establecida rápidamente, en los primeros diez minutos de película que disparan con todo. Lo difícil es mantener esa energía por las siguientes dos horas. Lanthimos lo consigue y ese es su triunfo. The Favourite es deliciosa. ¿A cuántas películas podemos llamar deliciosas sin exagerar?
Arturo Belano
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3
26 de febrero de 2019
46 de 87 usuarios han encontrado esta crítica útil
Veamos. Green Book, la historia real de un chofer blanco que se hace amigo de su jefe negro, no es una mala película. Lo que más me molesta de Green Book, obviando los aspectos problemáticos del guión, es que no es una película mala per se. Es una película competente. Pero hay algo peor que ser derechamente malo en el cine y es ser mediocre, facilista, automático. Todo en Green Book está diseñado para ser la película políticamente correcta que reúne a la familia el sábado en la tarde y que se olvida a la hora de comer. La historia es sacarina racial que cae particularmente mal considerando el contexto y se siente siempre contenta consigo misma. Es una mirada al racismo y a una dinámica de personajes en el papel compleja que reduce todo a la liviandad hasta caer en el ridículo.

Y no, poco me importa que Viggo Mortensen y Mahershala Ali estén bien en sus roles: por supuesto que lo están, son grandes actores, pero como el resto de los elementos de Green Book son actuaciones esquemáticas, diseñadas para darle en el gusto al cine conformista de Hollywood, con el discurso sentimental aquí, la escena amistosa allá, la moraleja dictada en alguna escena climática y fin. Nada, pero absolutamente nada de Green Book es interesante o llamativo. Bien podría no haberla visto, así de liviana es, se escapa volando tan pronto como termina. Qué desagradable es cuando las buenas intensiones son acompañadas por lo inofensivo, lo plano, lo blando. Y ya sabemos a donde nos conducen las buenas intensiones.
Arturo Belano
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8
25 de febrero de 2019
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde su premisa hasta los primeros veinte o treinta minutos, L'Argent parece otra analogía social algo obvia en la vena de Ladri di biciclette y sus copias, el gastado cine moral europeo, sólo que mejor dirigida porque Bresson está a cargo. Pero de pronto y sin que uno se dé cuenta, la película comienza a calar bajo la piel, acercarse a terrenos más abstractos, más puros y uno se encuentra con una obra mucho más compleja bajo la superficie.

L'Argent es la última película de Robert Bresson, adaptada de un cuento de Tolstoi, y en cierta forma es un compendio de su obra: las inquietudes y temas son los mismos, algunas secuencias hacen eco de sus obras maestras pasadas, el estilo es inconfundible. Nada se parece a las películas de Bresson (uno recuerda algunas de Dreyer, tal vez). Su sentido de la austeridad, de lo mínimo, es propio. Los actores no son profesionales y no actúan, representan o vocalizan. Los momentos climáticos son desapasionados. Roger Ebert llama a Bresson uno de los santos del cine y uno puede ver por qué. Su estilo preciso y desapasionado vuelve a sus obras algo puro, como ver cine desnudo, desprovisto de cualquier floritura.

Siendo esta una obra menor en su filmografía, uno no puede menos que impresionarse ante la destreza cinematográfica de Bresson. Las tomas son obsesivas: primeros planos de manos, objetos cotidianos (pastillas, hachas) que prefiguran un destino funesto, el sonido donde los billetes casi se pueden palpar. Es un triunfo de estilo. Pero Bresson apunta más allá, a lo espiritual. Los personajes son observados omniscientemente, desde lejos, como si fueran parte de una fábula antigua e inmemorial: uno de ellos sigue un camino criminal robinhoodesco, otro cae en un infierno personal de rebelión.

Si bien L'Argent nunca alcanza la fuerza de Pickpocket (su hermana mayor espiritual, en cierto sentido) o Au hasard Balthazar, sigue siendo una enorme demostración de cine como ya no lo hay y no lo habrá. Bresson habita un espacio donde lo mundano se vuelve trascendental.
Arturo Belano
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8
10 de marzo de 2019
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué hace a una familia una familia? ¿Qué les mantiene juntos? De alguna manera Hirokazu Koreeda ha estado preguntándose esto desde la mitad de su carrera en adelante, cuando en Dare mo shiranai (2004) su estilo contemplativo característico se volvió hacia los marginados y hacia su visión de la estructura familiar japonesa. En muchos sentidos Manbiki kazoku es la culminación o la sublimación del estilo que viene trabajando desde entonces. Es familiar en su temática y su pregunta central. Koreeda es de los pocos que le puede dar el peso emocional a esta clase de películas sin caer en manipulaciones melodramáticas o dicotomías de lo bueno y lo malo.

Ese es su don porque en el papel Manbiki kazoku parece una tragedia sentimentalista: Koreeda narra el drama del diario vivir de una familia entregada al robo de tienda para sobrevivir en medio de la pobreza con una sobriedad encomiable. Ver a la familia protagonista es agradable porque existen y están vivos. Son personajes complejos cuyas vidas se extienden más allá de la película misma. La película parece habérselos encontrado por casualidad en un barrio marginal de Japón. Es una familia cuya dinámica se siente natural, palpable. La forma en que Koreeda les permite existir le da una humanidad a su obra que el típico drama social apenas podría soñar.

Y es cuando de a poco uno se da cuenta que esta familia no es la familia típica atada por lazos biológicos que Koreeda da su golpe de gracia. Cada una de las personas que habitan el cuadro de Koreeda gravita alrededor de esta familia tan única, y sin embargo tan reconocible, por una necesidad, por compañía. ¿Y al final no es eso una familia? La familia de Manbiki kazoku está condenada a no durar, a disolverse mucho antes de lo que cualquier otra. Quizá porque son una familia viviendo en los extremos mismos y por lo tanto la disolución se ve apurada. Los niños son condenados a crecer tempranamente. Sus miradas al final, miradas inolvidables, son de jóvenes envejecidos.
Arturo Belano
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5
9 de marzo de 2019
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aun en sus mejores momentos Black Mirror se tropieza consigo misma. La serie creada y escrita por Charlie Booker, una antología de los peligros de nuestra tecnología y la que viene a la vuelta de la esquina, tiene una forma que evoca las colecciones de cuento de ciencia-ficción del siglo XX y tiene fortalezas similares: aborda mundos torcidos, presente pequeños pero interesantes problemas morales, su narrativa es ingeniosa (al menos en la 1ra y 2da temporada) y es entretenida por su inmediatez. Las debilidades también están allí: el truco del nocaut a la audiencia pierde impacto con cada episodio, su nivel varía notoriamente según el concepto explorado en estos, los escenarios de "qué pasaría si...?" son demasiado superficiales y, esto es lo peor de todo, Charlie Booker pone siempre su narrativa al servicio del "mensaje".

Y mientras más miras Black Mirror más te das cuenta de que las debilidades superan con creces a sus fortalezas. Black Mirror pierde su lustre a una velocidad impresionante y se deja obsoleta a sí misma. En sus primeros seis capítulos Booker despliega su estilo narrativo y revela todos sus trucos: su gusto por lo siniestro, sus situaciones absurdas y (lo malo) su sátira exagerada. La 3ra y 4ta temporada son desastres donde ni siquiera queda el ingenio o la vuelta de tuerca y ahí es donde se hace más evidente que nunca como la sátira exagerada de Booker lastima su propia narrativa.

Más curioso aun es como los mejores momentos de Black Mirror (que los tiene y son los que le hacen tan llamativa) jamás son completamente perfectos. Ejemplos: episodios como The National Anthem, San Junipero, White Bear, fácilmente los más destacados, tienden a tropezar por su propia incoherencia interna, su sadismo contrario a la misma postura de la serie, sus personajes como experimentos para probar un punto o derechamente la superficialidad, todo esto en cierto nivel u otro. Booker se sirve de cualquier excusa para llevar a cabo su remate, siempre un mensaje que, primero, es innecesario y, segundo, es idiota. Al final el espejo negro de Booker no sólo no refleja nada sino que en su esfuerzo por decir algo no dice nada.
Arturo Belano
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