Lo ha vuelto hacer.

Todavía no sé como pero lo ha vuelto a hacer. Maldito Sacha Baron Cohen.

Me he sentado (con muchas ganas tras haber disfrutado de 'Borat' y de la maltratada 'Bruno') en el cine y he dado la tabarra en la sala con mis carcajadas durante la hora y cuarto de película. Si había algún momento vacío, solo tenia que retrotraerme unos segundos antes para seguir riéndome de la barbaridad que acababa de ver en pantalla. Sin aportar nada nuevo en el desarrollo principal de sus películas, consigue seguir siendo tan gamberro, guarro y (sorprendentemente) fresco como el primer día.

No se lleva el 10 por, quizás, un exceso de crudeza y escatología que dará una excusa a crítica y público escéptico a este tipo de humor para machacarla duro.

Muy grande la ironía fina, finísima con la que hila Sacha en algunas escenas.

'Samba' tiene errores, como muchas cintas. El mayor de todos es haber sido concebida después de 'Intocable', ya que eso, en un sinsentido que nunca entenderé, le resta valor de cara a la crítica especializada. Es el 'El primero era mejor' de la música traspasado a las salas de cine. Es como si alguien se enfadase con 'La isla mínima' por ser tan 'True detective'.
Yo, la verdad, prefiero disfrutar. De la actuación de los protagonistas (tanto la evolución de Omar Sy como el papelón que hace Charlotte Gainsbourg), de las situaciones tan trágico-cómicas, de la historia que cuenta, de todo lo que muestra y de todo lo que dice sin decirlo. De las casi dos horas que se me pasaron volando, en definitiva.

Y no, no llega al nivel de 'Intocable'. Y sí, su guión en los momentos dramáticos quizás cojea más de lo debido.
Pero ojalá saliera siempre del cine con la misma sensación que hoy tras ver los (hermosos) créditos de 'Samba'.

Al parecer, soy el primero en escribir una crítica buena sobre esta serie. Sin entrar en la genial química que desprenden Gillian Jacobs y Paul Rust durante cada episodio, en esta producción de Netflix se puede ver como los personajes van evolucionando poco a poco, pero no lo hacen de cara a algo determinado. Obviamente, es una serie para aquella gente que disfruta de las comedias románticas que se diferencian un poco de lo normal, algo en lo que Judd Apatow pone todo su empeño, aunque no lo consigue en todas las ocasiones.

Gillian Jacobs es/está espectacular y, aunque a Paul Rust no le acabo de pillar el punto, la comedia tiene los ingredientes suficientes para irte enganchando poco a poco. A mí me atrapó de lleno y me vi la primera temporada en unos días. Tiene detalles muy frescos y algunos gags que a mí me parecieron tronchantes (destripo algunos en spoilers). No inventan nada. No es la revolución del género. Pero yo la he disfrutado mucho.

Consejo: Disfrutar en versión original.

Siempre es de agradecer que se busquen conceptos originales, pero esta vez no lo son tantos. Esta serie estaría bien si no fuese un mezcladillo de la original francesa 'The revenants', su remake 'The returned' un poco de 'Under the dome'. Aunque intenta ser un poco más profunda que sus predecesoras, la serie no llega a despertar las suficientes emociones. Eso sí, su calidad técnica es muy decente y resulta lo suficientemente entretenida como para dejarse ver. La primera temporada aguanta estoicamente el listón y hasta crea curiosidad de cómo puede continuar, pero no deja de ser, entre las series atípicas, una más cualquiera.

Soy de los que piensa que la época dorada de Eddie Murphy comenzó y terminó con la saga de Superdetective en Hollywood y su papel de Axel Foley, donde, sin duda, lo bordaba.
De aquel sinfin de muecas y risas extrañas, le quedó esa fama de bufón-actor.
Aquí actúa con Clark Duke, otro chico encasillado que reconocí por su papel de compañero de habitación de uno de los protagonistas de Greek.
Pese a lo que pueda parecer, los dos cumplen con lo que se espera de ellos, haciendo de una película que parte de una idea tan original como absurda una comedia bobalicona que te ayudará perfectamente a pasar una tarde de Domingo.