Antes de ver la película, solo había leído su sinopsis. No tenía idea alguna de los trabajos previos del director, ni conocía a los actores. Es más: nunca había visto una película chilena.

Pero me cautivó absolutamente todo. Es una historia que aparenta transcurrir en tiempo real, pero que está definitivamente anclada en el pasado. Y eso la hace genial: las segundas oportunidades, lo no dicho que por fin se expresa, el "si las cosas hubiesen pasado de otra manera".

Actuaciones precisas (¿Odiseo y Penélope posmodernos?), escenario mínimo y laberíntico, música y luces preciosamente dispuestas.

Recomendada para quienes gustan de películas íntimas, profundas en su sencillez, alejadas de las superproducciones hollywoodenses (no podía dejar de pensar cuántas películas como ésta podrían hacerse con el presupuesto de una sola película mala).

Conozco a mucha gente que tiene ese anhelo: conocer las pirámides. No son egiptólogos, pero aún así, ver con sus propios ojos esos fascinantes monumentos forma parte de sus sueños (tal vez no de los prioritarios, sino de los que cumplirían de ser posible en algún momento indefinido).

Esta película no es un folleto turístico, pero algo hay de eso. Las pirámides rondan y hay una sensación de que conocerlas, para la protagonista, es mucho más que un simple paseo. Y quizás no tanto como un sueño.

La historia trata acerca de una mujer que va a encontrarse con su marido en El Cairo. Pero no lo encuentra (al menos, no de inmediato). Sí se encuentra con un egipcio, amigo de su esposo, quien la guía por la ciudad de la forma en que las ciudades deberían ser guiadas. Me refiero a que se evade lo obvio y lo intrincadamente político.

Creo que el ritmo pausado, tantas veces criticado, es absolutamente necesario. Es una historia donde la prisa no está en las acciones, sino en lo que se intuye, en lo no dicho, en todo aquello que parece a punto de estallar.

La música es una delicia que más que acompañar, complementa.

Para quienes deseen ver una historia alejada de los chiclés, con un ritmo pausado y una fotografía impleclable, esta es la película indicada.

Ok. Me dije a mí misma: "He aquí otra comedia de Hollywood basada en la repetida historia de los caracteres opuestos". El afiche de la película me recordaba a Ligeramente embarazados, pero con un dejo de tristeza. Se hacía notar la falta de algo en él (ejem, referente a su masculinidad) y la falta en ella (ah, la chica sin corazón).

Hay algo de eso, de un vínculo forzoso entre dos seres dispares. Pero no me reí a carcajadas. Porque creo que es, en el fondo, un drama disfrazado de comedia. De los cotidianos, de los que no pueden ser calificados como épicos.

Lo más destacable son las actuaciones, sobre todo la de Patrick Wilson, porque, de lo contrario, un tipo como Barry Munday sería poco menos que detestable. Y, sin embargo, tiene algo de entrañable.

Sin ser una gloria del cine, resulta interesante.

Es inevitable notar la coherencia que rige el trabajo de esta directora. Desde Vírgenes suicidas sus temáticas han sido la soledad, el hastío, el absurdo de la existencia, la imposibilidad de comunicación.

Perdidos en Tokio nos trasladaba a un lugar que, para los que poseemos ojos y alma occidentales, debía parecernos exótico. Y lo lograba, a fuerza de escenas en las que los personajes eran ajenos hasta de sus afectos más cercanos.

María Antonieta, con toda su parafernalia pop, es una película sumamente oscura, asfixiante, laberíntica.

Absolutamente todos esos puntos se acentúan en Somewhere. Un hombre más solo que ningún otro personaje de la directora para quien el compartir unos días con su hija implica quizá el único contacto real que mantiene en mucho tiempo.

La relación entre ambos es entrañable, construida con sutilezas, repleta de detalles.

El ritmo de la película no es apto para quienes desean que la acción predomine. La lentitud de la trama es inherente a esa manifestación de angustia que nos hace sentir espectadores privilegiados de un proceso interior. Y eso Sofia Coppola no lo logró a fuerza de efectos especiales o abruptos giros narrativos. El andamiaje de sus obras es esa empatía que provocan sus personajes a la deriva.