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Argentina Argentina · Buenos Aires
Críticas de Charly Barny
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Críticas 195
Críticas ordenadas por utilidad
9
5 de enero de 2019
67 de 101 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin lugar a dudas, Clint Eastwood es el gran sucesor del cine de John Ford, y aunque él mismo haya dedicado su obra más galardonada, Los Imperdonables, a sus más importantes maestros, el italiano Sergio Leone y el norteamericano Donald Siegel, esa impronta de cine clásico que ha acompañado toda su obra, tiene sus raíces en la obra fundacional de Ford.
La Mula es una vuelta a ese cine. Una narración clásica sin fisuras, con una introducción, un desarrollo en capítulos, y un gran final, que protagonizan el propio Eastwood y un sexteto de grandes actores (Bradley Cooper, Andy Garcia y Laurence Fishburne) y actrices (Taissa Farmiga, Diane Weist y Alison Eastwood) que le dan apoyo a su actuación, de hecho, una de las más conmovedoras de toda su larga vida como actor.
No obstante, pese al clasicismo del relato, no es el relato lo que atrapa al espectador sino las múltiples derivaciones y reflexiones que provoca el mismo film. Eastwood interpreta a un floricultor octogenario, veterano de la guerra de Corea, que después de haber conseguido cultivar la flor más bella, al cabo de unos años, su vivero cae en la quiebra como consecuencia de la disminución de la demanda de flores naturales. Como consecuencia de ello, comienza a usar su camioneta para realizar fletes que terminan transformándolo en una mula de la droga.
Sería una pena quedarnos en la superficie del relato porque el mismo da lugar a diversas interpretaciones. En primer lugar, Earl Stone, el personaje que interpreta Eastwood es un hombre que ha trabajado toda su vida y ha desarrollado una pasión: la floricultura. Así como una flor se cultiva, florece y marchita muere, de la misma manera transcurrirá la vida de este hombre, como la cualquier otro hombre. Earl Stone, se encuentra en el ocaso de su vida. Su vida de floricultor ha terminado simplemente por una cuestión de mercado.
Eso que parece una actividad común no es tan simple. Earl es un trabajador independiente. No forma parte de una relación laboral de dependencia que tenga un destino jubilatorio. Por el contrario, su trabajo se desarrolla dentro del marco de un proceso económico general que debe interpretar correctamente y donde la tecnología y la moda imponen con rigurosidad la necesidad de un cambio permanente, siendo la velocidad de dicho cambio el factor que complica la cuestión al sustituir gustos y tendencia con rapidez, pero sobretodo, generando el riego de la cesantía de mano de obra humana reemplazada por tecnología y robotización. En otras palabras, provocando desempleo del ser humano.
El film de Eastwood, basado en un buen guión de carácter periodístico escrito por Sam Doniv, con suma inteligencia elude la descripción de procesos laborales pero muestra las consecuencias de sus cambios. Su personaje abatido por la realidad, desocupado busca trabajo y solo encuentra el de una mula. Es decir, el trabajo de un chofer que primero intuye y después corrobora, manejará para la mafia: será un transportista de droga.
Así el film avanza viaje por viaje de la mula, por un lado, detallando la involucración del personaje en un mundo que le es ajeno, que lo vuelve un marginal y un delincuente, un fuera de la ley cuya nueva actividad, a medida que va ganando la confianza de sus nuevos patrones, lo ayuda cada vez mejor a ganarse la vida. Por otro lado, describiendo a través de pequeños detalles la marginalidad creciente, una situación económica que genera menos puestos de trabajo legales incrementando la demanda de mano de obra ilegal. Una cruel paradoja.
Parábola sobre la precariedad del trabajo, el film se transforma en la descripción del ocaso de una vida laboral. No obstante ello, la visión optimista de Eastwood, nos deja un gusto agridulce. Su personaje es un hombre sufrido, un luchador que cree en sí mismo, se adapta a los cambios, y sigue adelante aunque la sociedad lo margine, lo juzgue, lo culpe y no entienda que este hombre es uno de aquellos que no solo se ha hecho a sí mismo sino también es producto de las circunstancias que ha vivido.
Otra vez el gran Clint llega al límite de la tragedia a través de la angustia. Su nuevo personaje es un anciano inmerso en una sociedad en cambio permanente. Film emparentado con Gran Torino, su película de 2009, encuentra en Sam Doniv un opuesto de aquel Walt Kowalski, un hombre dispuesto a hacer justicia por mano propia. Por el contrario, Doniv es un trabajador que queda fuera de la ley porque necesita trabajar, no encuentra un trabajo legal, y termina por someterse a la ley, por más dura que ella sea. En ambos personajes y como en toda su extraordinaria filmografía, su personaje vuelve a ser un solitario al que le cuesta mucho mantener una familia, y que dentro o fuera de la ley siempre busca un sentido de justicia y reconciliación.
Charly Barny
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9
26 de enero de 2019
26 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Regresa el director más aclamado del momento con una Palma de Oro a cuesta que ganó, en forma muy merecida en Cannes. Su film, no solo toma ciertos riesgos narrativos, sino también transita los márgenes morales para narrar las peripecias diarias de sobrevivencia de una familia muy poco convencional.
Solo se trata de vivir, esa es la historia, cantaba Baglietto en los ´80 y que aquí pareciera repetir el director japonés que sin lugar a dudas habrá visto Ladrones de Bicicletas y Milagro en Milán cientos de veces, las obras inolvidables obra de Don Vittorio de Sica. Su film abreva en aquel humanismo del neorrealismo italiano y lo traslada a Japón de hoy en día, dando no solo una clase magistral de cine sino también un llamado de atención sobre el fenómeno de marginalidad que se está generando en las grandes urbes y la falta de contención la misma por parte de sus autoridades.
Pero Somos Una Familia es sobre todo una historia familiar donde sus personajes están unidos por la necesidad más que por el vínculo de sangre o el legal. Hay un presunto matrimonio que no puede tener hijos. Una abuela que no es de la familia. Una tía que no es tía de sangre. Y dos niños callejeros que han encontrado una especie de hogar en la casucha de los Shibata, pero que no son sus hijos. Allí se comparte todo, lo que se tiene y también, lo que no se tiene. Lo que no se tiene se busca de buena forma. Se trata de trabajar. Pero el buen trabajo escasea. En consecuencia, si es necesario, se toma la vía contraria y se roba. Hay una cuestión filosófica que sostienen los Shibata que indica que si una cosa está en la estantería de un negocio, no es de nadie. Una visión muy particular de la cuestión!!
Lo notable del film es que esto que parece una familia, realmente lo es. Cada uno de los personajes asume su rol en un todo de acuerdo con las convenciones sociales. El presunto padre, quiere ser padre. La madre ejerce como madre. La Abuela, ni que hablar, la Tía, ídem, y los niños son tratados y se sienten como hijos. Lo que llamaríamos una familia informal. Aquí el afecto es el combustible diario que los alimenta como “familia”.
En esta cuestión que plantea Kore-eda son los sentimientos el factor de unión de la familia y no los lazos de sangre o legales que pudieran tener. Pero más allá de eso, lo que pone en cuestión, es la absoluta prescindencia que la familia tiene del Estado, tanto como la frialdad con que el Estado trata este problema.
El gran contrapunto está al final, donde Kore Eda, con absoluta inteligencia y sagacidad pone en cuestionamiento todo el sistema de asistencia social cuando deja observar que el sistema pretende mantener la custodia de los niños cuando los niños no son el problema sino la falta de asistencia social que tienen los padres.
Además de ello, Kore-eda genera una serie de escenas memorables en las cuales aflora el espíritu humanista del que está impregnada toda su obra, a la vez que muestra la necesidad que tienen sus personajes de mantener ese espíritu familiar que le da sentido a sus vidas. Seres a los que, por otra parte, la marginación, la mayoría de las veces no les permite una vivencia directa de los acontecimientos que ocurren, sino indirecta a través de un sonido, como el festejo con fuegos artificiales que tienen lugar en otra parte y ellos solo pueden escuchar, el entierro clandestino de la abuela dentro de la propia casa como tratándola de conservar dentro de un marco hogareño lejos de una sociedad que solo les impone frialdad y reglas que no pueden cumplir, el padre compartiendo un plato de fideos con su hijo que ya se ha hecho un hombre, y sobre todo, el viaje a la costa de toda la familia para poder acaso pisar y sentir el calor de la arena y disfrutar del refresco de un baño de mar.
Estamos ante un film básicamente visual, una obra de madurez que debe ser reflexionada dentro de un contexto particular, el Japón, pero que alcanza niveles universales dado que los problemas sociales que presentan están presentes hoy en día en la mayor parte del mundo, donde el trabajo humano escasea y aquellos que no han recibido la debida educación o que deben vivir en los márgenes de la ciudades tienen enormes problemas de subsistencia dado que su marginación los arrastra a los bolsones estructurales de pobreza.
Es cierto también que estos personajes de Kore-eda son de una marginalidad extrema, como si se hubieran caído de los propios límites de la pobreza donde el Estado es incapaz de llegar, y ellos mismos ni consideran la existencia del mismo porque su intervención sería la de una fría burocracia que en todo caso los desmembraría como familia y los condenaría con su ayuda a la soledad total. Por eso huyen, se esconden, y viven donde el propio Estado es incapaz de llegar.
Charly Barny
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5
8 de mayo de 2019
21 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mientras se ve El Hijo, cuesta mucho desprenderse del recuerdo que uno guarda de El Bebé de Rosemary de Román Polanski, una obra maestra del terror gótico moderno en el cine. Posiblemente inspirado en aquel clásico y basado en un guión de Leonel D´Agostino sobre una historia de Guillermo Martínez, el film deja verse como una historia de suspenso, bien contada pero no exenta de ambigüedad, altibajos en su ritmo, y sobretodo trampas argumentales.
El film posee todos los elementos del género. Una casa con un altillo tenebroso que obra de atelier de Lorenzo. Una pareja deseosa de tener un hijo. Un esposo pintor de cuadros que luce algo alterado. Una esposa extranjera que se mantiene distante y cuando se embaraza se escuda en un ama de leche de aspecto sombrío. Un matrimonio amigo que padece de infertilidad, que se muestra esquivo y hasta parece envidiar la dicha ajena.
No obstante ello, el film comienza bajo la apariencia de un matrimonio enamorado. Lorenzo y Sigrid parecen tener una vida apacible. Su mujer es noruega y la ha conocido en un viaje. Desean tener un hijo. Cuando Sigrid se embaraza, la convivencia parece volverse un paraíso. Pero cuando la criatura nace, sorpresivamente, estalla el infierno.
¿Quién se ha vuelto loco en la pareja? ¿Por qué la vida de ambos parece desestabilizarse? ¿Dónde ha quedado el amor que la pareja se profesa al principio de la película? ¿Cuándo han comenzado a temerse uno al otro? ¿Qué tiene ese niño que desestabiliza la vida de sus padres?
Schindel toma como centro de la historia al personaje de Lorenzo. Toda la película girará en su torno. El personaje espera con ansiedad el nacimiento de su hijo, pero cuando esto acontece, la conducta de Lorenzo comienza a mostrarse con ciertos desequilibrios emocionales que no son ajenos a la pretensión de su esposa de no dejarlo ver a su hijo. La mezquindad de Sigrid parece volverlo alterarlo al borde de la misma locura.
El film se vuelve hermético y casi no brinda explicación alguna. Fuera de toda lógica, la trama se sostiene en función del golpe de efecto y el film parece transitar una montaña rusa de sentimientos encontrados. Cada escena esta correctamente desarrollada. Es valida por si misma. Pero cuando el espectador intenta conectar el todo, se encuentra con que al rompecabezas que le entrega Schindel le faltan algunas fichas. El film, entonces, se vuelve arbitrario, carente de lógica, y por ende, de interés.
Podría decirse que Schindel solo busca provocar y desafiar, evitando en todo momento evitar la pasividad de quien está sentado en la butaca. Incluso agrega un doble final, lo cual no solo vuelve loco a sus personajes sino también al espectador, que se siente igual o más perdido que el propio director que con suma astucia pareciera dejar abierta una puerta abierta para tener la posibilidad de filmar una segunda parte.
Charly Barny
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8
14 de junio de 2019
18 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
El amor imposible del título es una historia que comienza en los años 50 y termina en la actualidad. Raquel es una joven pueblerina que una noche, en un salón de baile, conoce a Felipe, un joven perteneciente a una familia de clase media acomodada. La relación entre ambos irá cada vez más lejos y de dicha relación nacerá una niña. El drama estallará cuando Felipe la abandona, no queriendo casarse ni dar su apellido a su hija.

Se trata de una historia convencional cuyo interés radica en el interesante análisis de la relación amorosa y sus consecuencias que realiza desde los diferentes vértices de ese triángulo que forman madre, hija y padre. Lo hace en el tiempo y en la forma, en un relato de características clásicas que abarca un periodo de casi 40 años en la vida de sus protagonistas dando lugar a que el paso del tiempo rote de lugar los vértices y permita analizar las relaciones amorosas que plantea desde los distintos puntos de vista.

De esta manera, queda claro que más allá de los avances sociales, las heridas que provocan las relaciones amorosas complicadas dejan sus consecuencias y su curación llevan años. Muchas veces los cambios legales suceden con más rapidez que los cambios individuales en la vida de las personas. El ser humano pasa de la niñez a la adolescencia, y después a la adultez, e incluso finalmente a la vejez y no ha terminado de asimilar sus traumas, aquellas eventos que no ha digerido, que no ha entendido en su estructura mental o emocional.

El primer vértice de esta relación triangular es Raquel, una muchacha simple de pueblo cuyo nivel social es bajo con estudios que no pasan de una escuela secundaria. Cuando conoce a Felipe, se embaraza. Cuando nace Chantal, Raquel se queda sola frente al mundo y debe criar a su hija como una madre soltera.

El segundo vértice de la relación es Felipe. Perteneciente a una clase social acomodada, su objetivo en la vida es aprender lenguas extranjeras y conocer el mundo. Es un hombre incapaz de asumir responsabilidades. Ignora su paternidad durante mucho tiempo. Es incapaz de mantener una relación seria. En él impera una especie egoísmo extremo e inconsciente que subvierte el amor.

El tercer vértice es Chantal. La niña crecerá sin padre y recién cuando llega su adolescencia comienza a tener un padre de fin de semana. Obviamente, la vida irregular de sus padres no le será indiferente.

Catherine Corsini maneja todo este material con suma prolijidad y atención a los detalles, especialmente en lo psicológico. Los personajes enfrentan distintas situaciones en diferentes momentos que Corsini siempre maneja con buen criterio y credibilidad, aplicando un sentido común que le permite manejarse dentro de un rango que mantiene al espectador siempre interesado en lo que se le está contando.

La historia de un amor imposible resulta así en una tragicomedia muy atrayente que transcurre durante casi 40 años de vida de sus personajes demostrando que pueden cambiar las condiciones sociales y políticas pero las heridas del corazón no son fáciles de cerrar, sobre todo cuando las diferencias entre los personajes no solamente son de raza o de clase, sino fundamentalmente cuando el daño que se han hecho parece casi irreversible.

El film llama la atención sobre esta cuestión. La película se pregunta cuan profundos son los daños que provocamos inconscientemente afectando a los demás. Este es un film sobre los ellos, los otros, pero especialmente, sobre como nuestras conductas y actitudes egoístas, la inconciencia en nuestros procederes generan consecuencias en la vida de los demás.

Ver el film es como una bofetada a nuestro egoísmo, a que todo es perdonable sin medir las consecuencias, a esa forma equivocada de pensar que finalmente el tiempo todo lo cura. Incluso pareciera que no puede haber perdón... Las heridas del corazón siempre dejan cicatrices.
Charly Barny
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8
1 de octubre de 2018
17 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película está basada en el libro Memorias del Calabozo de Mauricio Rosencof y Eleuterio Gonzalez Huidobro que escribieron basándose en hechos reales de carácter histórico que protagonizaron junto a José Mujica desde 1972 a 1984 en Uruguay durante la dictadura militar que gobernó aquel país durante esa época.
El film es un dechado de perfección narrativa, de una rigurosidad pocas veces vista en la filmografía del Rio de la Plata. Es notable su puesta en escena, donde la tragedia ocurrida tiene características de una odisea de supervivencia en un marco de encierro entre 4 paredes de diferentes tamaños y lugares que es donde permanecieron arrestados y desaparecidos la mayor parte del tiempo los sobrevivientes de esta hecho político.
Es elogiable la pericia del director uruguayo (Mal Día para Pescar, 2009; Mr. Kaplan, 2014) para encarar esta obra sin caer en el lugar común ni en el panfleto político urdiendo una trama donde con algunos flashbacks explica el porqué de las detenciones ubicando al espectador en el tiempo y en los sucesos ocurridos para concentrarse en esa odisea de supervivencia que vivieron los tres dirigentes tupamaros recalcando la violación permanente de derechos humanos que como detenidos políticos fueron víctimas.
La pericia del director es indudable. Basado en un excelente guión propio, pareciera encontrar algunos antecedentes y fuentes de inspiración en Hunger del inglés Steve Mc Queen en lo referente al enfoque político (la película en su introducción y desarrollo resulta tan directa como ésta), y en algunas otras como Fuga de Alcatraz de Don Siegel (en su rigurosidad formal), o la famosa Expreso de Medianoche de Alan Parker, en su relación con la violación de derechos humanos en Turquía. No obstante ello, la película es una obra absolutamente propia y personal que sin duda dejará huella en la cinematografía del Rio de la Plata.
Hacia el final, Brechner pareciera tomarse algunas licencias. Las escenas de la liberación de los detenidos corriendo en busca de sus familiares, como así también la escena donde musicaliza con la versión de Silvia Perez Cruz de Puente Sobre Aguas Turbulentas de Simon and Garfunkel son de un lirismo total que evocan una historia que se vuelve una epopeya.
Un film notable, un verdadero canto a la libertad y un recordatorio de una injusticia social y política de un gobierno usurpador del Estado que dejó de lado la ley para hacer justicia por su propia cuenta maltratando o haciendo desaparecer a quienes infringían la ley o pensaban diferente.
Otro de los puntos fuertes del film son sus actuaciones. Tanto Antonio de la Torre como José Mujica (que años atrás alcanzara democráticamente la presidencia de Uruguay), Alfonso Tort como Eleuterio Fernández Huidobro (Ministro de Defensa Nacional durante las presidencias de Mujica y Tabaré Vazquez) y el Chino Darín como Mauricio Rosencof (Director de Cultura de la Municipalidad de Montevideo) están notables y creíbles en sus actuaciones aportando otro aspecto de importancia a la calidad del film.
Charly Barny
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