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España España · Barcelona
Críticas de Miguel G
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Críticas 22
Críticas ordenadas por utilidad
8
19 de septiembre de 2007
166 de 186 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cualquier cosa buena o mala que pueda decirse de "La Posesión" seguramente sea cierta. No es una película fácil, ni tampoco difícil. Es estúpida y brillante a la vez. Ingénua, delirante, ridícula, atroz, terrorífica, soporífera, lírica... Puede que Zulawski necesitara ciertas clases de cine básico, o puede que no, mas personalmente, el hombre este me cae bien, porque con una ingenuidad que roza la tontería, con una descabellada metáfora de "la pareja" construye una de las visiones del infierno psicológico más aterradoras y deprimentes de todos los tiempos.

El Berlín dividido de "La Posesión" es vacío, oscuro, húmedo... la incertidumbre de unas calles que poco a poco se sumen en un infierno cada vez más oscuro y alocado (en el peor de los sentidos de la palabra). Siempre está nublado, hay muros por todas partes, cemento abandonado, mujeres sangrando por la calle, monstruos violando muchachas separadas, niños suicidas, pisos ardiendo, baños ultrajados, gritos, estupidez, automutilación genital, metros vacíos, leche desparramada, sonidos cacofónicos y un larguísimo ETC de detalles y visiones que acaban de completar un marco infernal degradante que una de dos, o te corta el cuello dejándote sin respiración o te provoca risa.

Personalmente, la trama me trae sin cuidado, para buenas metáforas sobre la pareja ya tenemos "Días de vino y rosas", pero el ambiente de "La Posesión", algunas de sus escenas, sus decorados decadentes, su fotografía sucia y grisácea y dos actores MARAVILLOSOS consiguieron cautivarme. Cuando intento pensar y concebir la "idea" de Infierno hago uso de varios detalles y atmósferas de esta película. Me impactó de adolescente y me sigue impactando, ese atractivo olor a putridez y decadencia.

Desde entonces, babeo con Isabelle Adjani y su portentoso talento para la interpretación. La sobreactuación no es un pecado, depende del contexto. Cualquier actor que interprete a un loco, un loco ya en fase terminal como los dos protagonistas, sobreactuará. Tanto es así que algunos se quedan locos de verdad (Tom Cruise o Jack Nicholson), pero Sam Neil e Isabelle Adjani, además de regalarnos unas miradas y sonrisas que HIELAN la sangre, si se presta un poco de atención, veremos que los actores han trabajo duramente su cuerpo para soportar físicamente escenas como el genuino plano secuencia de la bajada al metro. Sin una preparación concienzuda, ni Dios puede soportar semejantes azotamientos reales ni esos espasmos musculares que nada han de envidiar al retorcido esqueleto de la niña de "El Exorcista".

Una película inquietante con un ambiente de lo más decadente con momentos brillantes y otros estúpidos. Cada uno se queda con lo que quiere y con lo que se deja sentir. Yo me quedé con el fétido aroma de la basura humana que emana cada minuto de metraje.
Miguel G
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9
13 de septiembre de 2010
42 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
No recuerdo ninguna otra cinta de la monopólica factoría que posea semejante contenido moral, idealista y filosófico. Y mucho menos narrado con tantísima lucidez. No me he fumado nada, no veo colores en el blanco y negro; cada diálogo y situación lo confirma con transparencia. Para un crío normal, El Libro de la Selva es un auténtico orgasmo de imágenes fastuosas, música a tope y frenesí, algo así como zamparse 20 sugus y 50 lenguas pica pica montado en la Rana de la feria. Para un adulto (sensible), es eso y casi una lección de vida.

Durante toda la película, asistimos a una duelo maravilloso entre la optimista y drogada filosofía de vida del oso Baloo y el exasperante sentido de la responsabilidad de la pantera Bagheera. Un duelo que resulta maravilloso porque nos confirma la grandeza del equilibrio que se da entre la existencia plena, sencilla y epicúrea del vividor, y el necesario saber hacer de la frialdad mental del práctico. Vivir sólo del placer puede matarte, pero vivir severamente sin disfrute puede transformarte en zombi. Como si de un teatro se tratara, el oso y la pantera preparan (sin saberlo, pues no dejan de discutir) al joven Mogwli para la madurez.

Debemos mencionar dos aspectos cinematográficos que hacen que la película de Wolfgang Reitherman sea una producción brillante: su narración y la banda sonora. La dirección es exquisita, no sólo nos expone una película elegantísima, si no que también la hace arrolladoramente entretenida, apoyada sobre un guión muy muy divertido.

La banda sonora... es gozo absoluto, un descontrolado hervidero de vida en una selva que nunca calla. La exótica partitura instrumental se mezcla con unas canciones frenéticas de ritmos alocados sabiamente al cargo de maestros como Louis Prima, Pat O’Malley o George Bruns. Con inspiradoras letras que, al son de rock, blues y el jazz más movido, crean este placer desatado que complementa a una narración práctica, la puntita final de ese equilibrio grandioso que acaba siendo El Libro de la Selva.
Miguel G
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9
23 de septiembre de 2007
28 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Domingo, maldito domingo" resulta una clara imagen de los problemas e inquietudes en los que se sumiría la cinematografía norteamericana en la década de los 70. La asfixiante censura de los años previos, que empezaba a diluirse, y el comienzo de la revolución sexual dieron de sí, en otros filmes, la genuina cinta de John Schlesinger. La problemática social cayó, en esta ocasión, en un drama sexual de exquisitas proporciones, precedida por la alocada "El cowboy de medianoche" que planteaba una sexualidad americana que ya comenzaba a abrirse.

Aunque ciertos cineastas y cierto público se dieran cuenta que la basura y los conflictos eran parte de ellos y de su sociedad, no quiere decir ni mucho menos que "Domingo, maldito domingo" sea una visión maliciosa y descarnada de la homosexualidad. La mirada de Schelesinger es mucho más compleja. No se nos habla de un homosexual atormentado ni de sus amores masculinos; se nos narra la triste historia de un hombre confuso y de una mujer de mediana edad aún más confusa, ambos enamorados de un cautivador muchacho de 20 años que llena sus vidas de vitalidad, pasión y esperanza. Por tanto, no se trata de un drama homosexual, ni heterosexual si no, sencillamente, SEXUAL. La falta de información, el tabú, el temor al rechazo, llevan a nuestros dos protagonistas a una encrucijada terrible de desesperación. Se aferran obsesivamente a una manzana recién engendrada y a su jugo de la vida. Ambos se vuelven a sentir jóvenes, abrazados dulcemente por todo aquello que ansiaron cuando ellos mismos tenían 20 años y que se les fue negado. Pero ya son mayores, se acercan cada vez más al final, y contemplan asombrados la luz creciente de la nueva década, y quieren formar parte de ello. Esa ilusión cegadora se torna enfermedad. Nadie quiere compartir su tesoro, y mucho menos tratándose del manantial de vida eterna. La triste Alex y el celoso Daniel darán comienzo a una sutil batalla de propiedad peleando por el único antídoto a sus miserables vidas, la grácil manzana llamada “Elkin”.

La gélida mirada de Schlesinger a semejante drama humano quizá haya quedado un poco desfasada con los años, aunque es precisamente esa exquisitez formal la que hace quedarnos clavados al entramado emocional de sus personajes. No hay grandes peleas, gritos desgarradores, ni turbios asesinatos con persecuciones urbanas, es más sutil, como una melancólica sonata de piano: dulce, pero triste. Los protagonistas se sumergen de lleno, seguramente, en los mejores y más fascinantes personajes de sus carreras, logrando un éxito artístico total. El guión, ágil y tremendamente inteligente, culmina a su vez en una dirección perspicaz y evocadora.

Muchos dicen que se trata de una alegoría de la bisexualidad, contra la obligación de definirse, otros que es una metáfora del cambio drástico social y artístico que empezaba a transformar América. Personalmente, creo que “Domingo, maldito domingo” es eso y mucho más.
Miguel G
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Samsara
Documental
Estados Unidos2011
8,2
3.945
Documental
8
9 de enero de 2013
22 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es materialmente imposible que después de 20 años y con la más perfecta de las tecnologías cinematográficas, Ron Fricke haga una mala película. También porque es él, un poderoso poeta de la imagen. No sólo sabe construir imágenes de una belleza embriagadora, sino que también, en su técnica perfecta, sabe esconder un sin fin de significados de considerable profundidad.

Sin embargo, aunque se trate de un filme muy notable, "Samsara" está muy lejos de la profética dirección y narración de "Baraka". Cuando ésta se encontraba perfectamente cohesionada en un mensaje claro y tajante, "Samsara" parece que navega un poco sin rumbo en sus imágenes de infarto. Hay discurso, sí, pero parece que demasiados; y las imágenes escogidas, aunque bellas y poderosas, no acaban de estallar en la mente como sí lo hizo "Baraka".

No sé si es así por la banda sonora, que se me antoja un poco insustancial (y en las películas de Fricke, la banda sonora es crucial), pero tengo la sensación de haber visto la más grande y sobrecogedora película de Imax de toda la historia pero que, muy a mi pesar, no me ha enseñado absolutamente nada, ni me ha conmovido.

Eso sí, os recomiendo encarecidamente que la veáis, porque la calidad de cada uno de sus fotogramas no tiene parangón. Nunca he visto, ni siquiera en "Baraka", imágenes tan nítidas ni con semejante tratamiento de color y luz.

Es una delicia inigualable para la vista, no existe todavía nada parecido. Pero me ha dejado el corazón frío, no está llena de vida.
Miguel G
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10
19 de septiembre de 2007
19 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
HBO nos sorprende de vez en cuando con obras de intenso carácter cinematográfico rodadas para la televisión. Mike Nichols, que también encabezó el titánico cuento homosexual "Ángeles en América", dirige con maestría el texto teatral de Margaret Edson para la pequeña pantalla con la ayuda de una Emma Thompson en estado de gracia.

El texto de la genial película de Nichols rebosa valentía y arrolladores planteamientos. Un tema delicado y puntiagudo como el cáncer y la dolorosa procesión patética hacia la muerte se estrella en nuestras narices como un sutil poema de verdades y vejaciones, el martirio inhumano de una mujer que se aferra salvajemente a su poderoso intelecto para hacer frente a su propia tragedia. A diferencia de gran parte del melodrama norteamericano, "Wit" no (de)cae en el victimismo de su protagonista ni en dosis ridículas de dolor, llantos ni de gratuitas escenas exageradamente musicalizadas. No. "Wit" es una historia demasiado sincera e importante como para humillarse y venderse con semejantes tonterías. El enorme respeto, tanto intelectual como emocional, con el que se ahonda en el martirio de esta lúcida e implacable profesora doctorada de universidad resulta un cáliz de agua fresca y pura en una industria que ya ha perdido hace tiempo su auto respeto.

Más allá de sus ingeniosos planteamientos sobre la muerte y la vida, la película narra esa verdad que se esconde detrás de la muerte, del patético marchitamiento de nuestro cuerpo caduco, de esa metáfora preciosa de John Donne y su coma final: la simplicidad del cambio, la ligereza del último suspiro y el retorno a lo que en realidad somos, una chispa que se gesta con sencillez, que se corrompe con los años y que termina de eclosionar para redimirse y volver a esa simplicidad inicial, quizás, para iluminar otra vez.

“Wit” se mantiene con asombrosa inteligencia en la fina línea del humor que roza la provocación. Otro elemento narrativo y humano para darle más importancia y significado a los temas tratados sin, a su vez, darle pompa ni burda suntuosidad. Más allá de sus metafísicos planteamientos, que son muchos (y terriblemente acertados), en la película se nos ofrece al mismo tiempo una crítica feroz a la deshumanización de los tratamientos clínicos y a la experimentación silenciosa con cobayas humanas. El cuadro de la mujer atada de manos y martirizada con flechas por todo el cuerpo que podemos ver en la habitación de nuestra protagonista es un símbolo brutal de esta tortura física y mental.

Con cada vómito, con cada decepción, dolor y desgarro, Vivian Bearing, para su grandísima sorpresa, es cada vez más inteligente. Y es que es verdad, para crecer y alcanzar mayor conciencia de las cosas, hay que sufrir, y cuanto más te acercas a la muerte más sabiduría posees. Y si, al final, acabas besándote con ella, tu conciencia ya es desmesurada, pero es una pena, porque no la disfrutarás más que unos instantes. Es triste, pero hermoso.
Miguel G
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