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España España · El Puerto de Santa María
Críticas de Jesus Gonzalez
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Críticas 79
Críticas ordenadas por utilidad
5
3 de octubre de 2015
78 de 104 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nunca pensé que diría algo así, pero la nueva película de Alejandro Amenábar me ha provocado una profunda decepción. No acostumbro a escribir críticas negativas porque realmente no lo disfruto, pienso que es mucho más fácil destacar los errores de una obra que intentar rescatar los aciertos, trabajo más complejo de lo que parece en ocasiones, pero doblemente gratificante. Desafortunadamente, aquí va una de las primeras críticas negativas que escribo en mi vida, perdóname Alejandro.

“Regression” (2015) está basada en unos hechos reales acontecidos durante la década de los 90 en Minnesota. Los ritos y las sectas satánicas causaron un fuerte impacto en la población y el miedo se extendía a una velocidad alarmante, a la par que aumentaba el número de programas y libros que trataban el tema.

Es cierto que la idea que se nos intenta transmitir no está mal del todo, que el miedo, el diablo, y los ritos satánicos como motores de la película, atraen y llegan a funcionar en ocasiones, consiguiendo algunas escenas de verdadera tensión, pero en ningún momento es reconocible estilo alguno y todo parece (sorprendentemente) cutre: una banda sonora vergonzosa, unos diálogos repletos de clichés y unas interpretaciones algo sobreactuadas (esto último puede que sea cosa del bochornoso doblaje). Aunque Ethan Hawke está bastante correcto metido hasta el fondo en su obsesiva paranoia, Emma Watson deja mucho que desear, más aún en el tercer acto de la película, donde su protagonismo en la trama se hace aún más notable.

Todo se queda en la superficie de un guión fallido (principal problema de la película) que aunque parece escrito con la mejor intención posible, no logra transmitir al espectador, quizás por su excesivo subrayado o por la falta de matices, el ensayo que aquí se plantea: el del miedo como detonante de la histeria colectiva. El mensaje queda tan claro desde un principio que aunque funcione durante el visionado de la película, se nos olvidará una vez salgamos del cine y volvamos a casa. Esto no ocurría en “Tesis” (1996) donde la reflexión sobre la violencia se hacía desde un punto de vista más sutil, calando al espectador hasta empaparle.

Amenábar quería hacer una película sobre el miedo, ambientada en los 90, y con el diablo como principal protagonista. El caso es que lo ha intentado, pero por desgracia, se queda a medio camino de algo que pudo ser y no fue. Yo soy de la opinión de que había una buena película en la idea inicial de “Regression”. Los directores como Amenábar, que trabajan con más libertad como autores que otros, se esfuerzan porque esa idea inicial se deforme lo menos posible hasta dar con el producto final. Esto a veces no se consigue. Otras veces, aún obteniendo el producto esperado, lo que no se consigue es la conexión con el público. Este último ha sido, como indiqué anteriormente, el principal problema que le he encontrado al thriller de Alejandro.

Esperemos que uno de los directores más talentosos que tenemos vuelva a acertar haciendo su cine, y que no tarde tanto (quizás esto le haya perjudicado y mucho) en volver a traernos algo para que podamos perdonarle.

Más en: https://elmurodedocsportello.wordpress.com/2015/10/03/regression-la-decepcion-tras-la-histeria-colectiva/
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jesus Gonzalez
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9
31 de enero de 2016
51 de 58 usuarios han encontrado esta crítica útil
La verdad está ahí fuera. Eh, no, lo siento fans de Mulder y Scully, no voy a hablar del reciente estreno de la nueva temporada de “Expediente X”, pero sigue leyendo porque voy a hablar de otro tipo de verdad que también está ahí fuera y que puede interesarte.

Como iba diciendo antes de que me interrumpiese a mí mismo, a veces, la verdad se pasea por delante de nuestros ojos sin que seamos capaces de vislumbrarla, y otras, desafortunadamente la mayoría de ellas, somos nosotros los que conscientemente bajamos la mirada, cohibidos por la vergüenza, temerosos de las consecuencias o por pura apatía. No obstante, la esperanza no cesa en su empeño de regalar excepciones, y en ocasiones, la verdad sale a la luz, o mejor dicho, se arroja algo de luz a la verdad.

“Spotlight” (2015), película escrita y dirigida por Thomas McCarthy, nos relata de manera precisa y certera la historia real de un grupo especial de periodistas del “Boston Globe”, diario local de Boston, Massachusetts; que en 2002 publicó una investigación sobre múltiples casos de pederastia por parte de sacerdotes de la Iglesia Católica. Al año siguiente, en 2003, el trabajo periodístico se vio recompensado con el premio Pulitzer al servicio público.

El equipo de investigadores, cuyo nombre da título a la película, está formado por un elenco exquisito, destacando a Mark Ruffalo, que consigue su tercera nominación al Oscar por mejor actor de reparto gracias a esa capacidad tan suya para dotar de detalles y carisma a sus interpretaciones (me encanta la manía del personaje de meter los dedos por la trabilla del pantalón); a Michael Keaton, que demuestra que lo de “Birdman” en 2015 no fue un aleteo de consumación, sino el resurgir de un actor extraordinario; y a Rachel McAdams, también nominada al Oscar por mejor actriz de reparto, que lo mismo resuelve un caso de homicidios como la sheriff de “True Detective” que destapa un monstruoso escándalo como periodista de investigación.

No dejo de darle vueltas a que Thomas McCarthy, quien interpretó a un pernicioso periodista en la extraordinaria última temporada de “The Wire” mostrando lo peor de una de las profesiones más denostadas en la actualidad, haya dirigido ahora con tanta precisión la otra cara de la moneda, una visión precisa, elegante y exhaustiva de lo que en su momento fue, y debe volver a ser, el trabajo periodístico. Seguro que trabajar con David Simon en su momento le ha ayudado a realizar una obra que, sin situar al periodista en el papel de héroe, rescata del actual olvido su enorme obra humanitaria. Es tan necesaria la labor de esta profesión, tan noble y pura su causa, como lo es romper el molde de prejuicios y trabas que se ha instalado a su alrededor.

Las escenas que muestran a Rachel McAdams entrevistando a los “supervivientes”, las víctimas de los abusos que, en su mayoría, provenían de familias pobres donde la religión tenía un lugar muy importante; el discurso lleno de rabia y desesperación de Mark Ruffalo cuando explota de indignación tras haberse contenido durante casi toda la peli para realizar su laborioso trabajo de investigación; la satisfacción que encuentra Michael Keaton al hacer lo correcto, arriesgando su reputación e incluso viejas amistades con tal de hacer honor a su profesión; o el momento en el que Brian d’Arcy James comenta que lleva meses sin dormir bien y que ha empezado a escribir una novela de terror para evadirse del caso. Todo lo que vemos es tan real que por momentos nos olvidamos del escándalo para centrar nuestra atención en los personajes, artífices en gran parte del éxito de la película.

Pero lo realmente extraordinario de “Spotlight”, más allá de su maravilloso montaje, o del correcto trabajo del compositor Howard Shore; es que posee un guion cargado de franqueza, que evita el efectismo barato y el morbo emocional de otros relatos. Durante el desarrollo de la investigación no solo realiza una compleja crítica a la institución católica como sistema, además de dar algún que otro palo a abogados y periodistas, sino que arroja al espectador cuestiones estremecedoras sobre la corrupción, la hipocresía existente en toda comunidad religiosa, la falta de valores, los horrores de los que es capaz el hombre y, en definitiva, a la pusilanimidad con la que el ser humano es capaz de afrontar la verdad, que, desgraciadamente, sigue estando ahí fuera, esperando a que alguien la cuente.

Una película magnífica que cuenta con mi más sincera recomendación y que ha sido capaz de hacerme recordar con algo de nostalgia que en algún momento de niño quise ser periodista. Quizás por eso ahora me desquito tanto escribiendo.
Jesus Gonzalez
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Más allá del jardín (Miniserie de TV)
MiniserieAnimación
Estados Unidos2014
8,0
6.631
Katie Krentz (Creadora), Patrick McHale (Creador) ...
10
14 de enero de 2015
47 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
Os voy a hacer un regalo. Es un regalo muy especial, y espero que sea valorado como tal. No importa el cómo he llegado hasta él, porque nadie recuerda el momento exacto en el que se pierde, o en el que entra en un sueño. Se trata de una mini-serie (10 capítulos de 10 minutos de duración cada uno). Sí, es de animación, y sí, pueden parecer unos dibujitos animados para niños, pero nada más lejos de la realidad. No quiero contar nada del argumento aparte de que la serie narra la historia de Wirt y Greg, dos niños que se hayan perdidos en un bosque. El mundo que dibuja el creador, Patrick McHale, es a la vez mágico, tétrico, surrealista, maravilloso y digno de protagonizar una de las peores pesadillas que recuerdes. La enorme cantidad de personajes inverosímiles que aparecen, la evolución de los protagonistas, que es tan compleja como permiten sus, aproximadamente, 100 minutos de duración, las escenas de un atractivo hipnótico, las canciones, las numerosas lecciones que nos aporta, y todo ello aderezado con un humor tan simple como eficaz, hacen de esta serie una historia totalmente redonda. Por si fuera poco, está plagada de secretos, teorías, referencias y detalles, que harán que una vez acabada no puedas evitar investigar por internet todo lo que encuentres relacionado con ella. Con todo mi cariño y mi admiración, para todo aquel que se atreva a entrar: "Over the garden wall".
Jesus Gonzalez
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10
16 de noviembre de 2015
47 de 59 usuarios han encontrado esta crítica útil
Puedo entender que Sorrentino moleste. Su estilo es tan pomposo y arrogante que es más fácil que provoque rechazo que otra cosa, pero a mí, que me rindo ante su suntuosidad, consigue hechizarme. Tras el viaje que supone el visionado de “La Grande Bellezza” (2013), una visita a la mundanidad y una búsqueda de la belleza a través de la literatura, podríamos decir que “Youth” (2015) es la mirada atrás en el camino, y a la vez, la mirada al frente, hacia el vacío de incertidumbre al que nos aproximamos desde el momento exacto en el que llegamos a este mundo. El que mira, a través de unas grandes gafas color café, es un Michael Caine poseído por un viejo y afamado compositor de música clásica, Fred Ballinger, que se encuentra atascado en su propio presente, viviendo, según le cuenta él mismo al médico que lo chequea, empujado por la apatía, aterrado por lo que le espera más allá del lujoso hotel donde pasa sus vacaciones.

En ese mismo hotel se encuentra su amigo Mick, interpretado de manera maravillosa por Harvey Keitel. Mick es un experimentado director de cine, entusiasta a pesar de su edad, que está deseoso de realizar una última película que le sirva como testamento artístico. Para ello trabajará con un jóven grupo de guionistas y con la que ha sido su musa durante toda su carrera: Brenda Morel (Jane Fonda).

Ambos entablarán amistad con Jimmy Tree (Paul Dano), un actor talentoso, frustrado por el origen de su éxito (interpretar a un robot) que busca ansiosamente pulir los detalles que le permitan perfeccionar el próximo papel que tiene entre manos.

Fred y Mick dan largos paseos por los caminos que bordean los bosques alpinos, disfrutan de las lujosas instalaciones de un balneario exclusivo, y hablan sobre su pasado, su presente y su futuro mientras observan como desfila ante ellos una extravagante colección de personajes: una Miss Universo con una mente cultivada y esculpida en un cuerpo perfecto, un dios roto del fútbol (homenaje a Maradona) con Karl Marx tatuado a la espalda, un monje que es capaz de elevarse sobre las inmundicias terrenales, una masajista que cree que no tiene nada que decir pero que es capaz de decirlo todo sin mover la boca, una pareja de ancianos que se guarda odio en forma de silencio y un deseo sexual que sobrevive al tiempo, prostitutas poco agraciadas, un niño que aprende y una niña que enseña…

A través del ecosistema anteriormente descrito, y gracias a una banda sonora y una fotografía sublimes, Sorrentino consigue mantenerme en todo momento en un estado de tensión emocional constante, abrumado por su imponente belleza, mostrando mediante una catarata de detalles la importancia de la amistad, el absurdo necesario que supone perseguir los sueños, la pesada carga de crecer sin olvidar o haber crecido y olvidado, fallar, morir. Desgarrador, por poner un ejemplo, el monólogo que se marca Rachel Weisz, interpretando a la hija de Fred, mientras destapa, rememorando su infancia, todos los fantasmas de su padre, dando rienda suelta a un arrebato de odio injustificado.

Además, todo esto se consigue mientras se homenajea a la música como creadora de nuevas emociones, al fútbol como absurdo magnífico y necesario, y sobre todo al cine, como ficción más allá del arte, como deseo puro y primero de trascender al papel de extras que nos ha tocado en esta vida.

Quizás no consiga ser tan redonda ni personal como “La Grande Bellezza”, donde a uno le resultaba más fácil identificarse con el irresistible personaje de Jep Gambardella mientras vagaba en su espiritual búsqueda por las calles de Roma. Sin embargo, en “Youth”, la complicidad se reparte entre los personajes y los momentos que éstos comparten, creando un goteo emotivo que acaba, más tarde o más temprano, inundando al espectador, hasta embargarlo por completo en el tercer acto.

El desenlace y lo que se extrae de él, duele. Duele y a la vez reconforta. Es difícil de explicar porque la película acaba conteniendo tanto que al intentar desmenuzarla se descompone en nuestras manos. Podría intentar relatar mis escenas favoritas, contaros por qué algunos planos me dejaban sin aliento, el motivo de que ciertos diálogos me emocionaran o la reflexión final con la que me quedo, pero no serviría de mucho, el arte es subjetivo. No se puede explicar “Youth” al igual que no se puede explicar la vida. Ambas hay que vivirlas.

Más en: https://elmurodedocsportello.wordpress.com/2015/11/16/youth-sorrentino-y-la-vida/
Jesus Gonzalez
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9
6 de julio de 2016
20 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por fin ha llegado el Invierno. Tras 5 temporadas sostenidas a base de un guion parsimonioso, con altibajos y sorpresas "desencajadoras" de mandíbulas, "Juego de Tronos" ha conseguido emerger más allá de sus primos hermanos literarios para bañarlo todo de sangre, fuego y nieve.

Liberada de los grilletes argumentales que refrenaban su potencial, la serie ha ungido sus secretos con la agudeza visual que requerían, y la mesura del nudo central de su trama ha dado unos pasos agigantados y cargados de gracia, rumbo al inevitable clímax tonal de su canción de hielo y fuego. La temporada más predecible de todas (salvo por algunas puertas que estaban sin abrir y que permanecerán siempre cerradas) se ha erigido como la más completa, la más segura de sí misma y la más certera a la hora de transmitir estocadas mortales, vehementes miradas y movimientos aciagos en ese tablero enorme que conforman los siete reinos.

Por fin la forma ha estado a la altura del fondo, por fin la narrativa visual he cogido el impulso y ritmo que demandaban sus más queridos personajes, aquellos que engañan a la muerte día tras día y que escapan de sus fauces aún cuando ya los envolvía la oscuridad más abrumadora. Todo se dirige, arrastrado por una vorágine de sucesos construidos a lo largo de 6 temporadas, hacia su inevitable conclusión final, y cuando el torbellino lo haya engullido todo, tan solo quedará el vacío, aquel que solo son capaces de dejar las grandes series de la historia.
Jesus Gonzalez
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