Su última diablura (1939)

Sí, es cierto, el amor está en el aire, de cada persona… de cada lugar… y en cada momento… y en cada segundo. Y lo que cada ser humano necesita para sentirlo, es bien sencillo: Disposición. Es lo que hace el río, el árbol, el sol y las estrellas. Tan sólo se disponen… y fluyen…y fluyen... y fluyen. Sin hacer preguntas, sin elegir a quien, solo por la divina complacencia de ser útiles a los demás.

Y aquí está asentada la razón por la que es tan fácil amar a los personajes de ese ángel llamado Deanna Durbin. Llámese Penny, Patricia, Connie, Ilonka o Anne, ella sólo espera la primera ocasión que le ofrezca la vida para prodigarse, para predisponer cuerpo y alma al sagrado ejercicio de hacer felices a aquellos seres que entran en su camino. Y luchará con empeño, haciendo uso de sus mayores argucias, cometiendo errores, pero siempre dispuesta a meterse por cualquier resquicio en donde observe un rayito de luz. Y en algún caso, dispuesta a sacrificar sus propios intereses por el bien de los demás. Con ella, la juventud queda resarcida, el ímpetu de los muchachos alcanza la cima, y el sentimiento de aprecio por los hijos se recupera sin dificultad alguna.

En “SU ÚLTIMA DIABLURA”, Penny, la hija de Judson Craig (un impagable Charles Winninger), la clase de hombre para quien los negocios de la bolsa parecen significarlo todo, acaba de enterarse de que su hermana mayor, Joan, se ha comprometido con Richard Watkins, el chico del que, precisamente, está enamorada Kay su segunda hermana. Aconsejada por el mayordomo de la familia que le hace ver que “un hombre alto, moreno y guapo” arreglaría las cosas, Penny piensa entonces en su compañero de la academia de música, Harry Loren, para ponerlo al alcance de Kay, segura de que así ella olvidará a Richard.

Maravillosa comedia de enredos, romántica, cálida y con estupendos diálogos, la que nos regala el director alemán, Henry Koster, en esta continuación de su primer éxito con ese trío de alocadas, pero maravillosas chiquillas, que luchan por mantener unida a su familia a como dé lugar. Deanna Durbin, Nan Gray y Helen Parrish (reemplazando a Barbara Read), resultan adorables en sus papeles. Y ver a Deanna cantando “The last rose of summer” para su padre, es un momento de luz y de ternura que creo que nadie conseguirá olvidar.

“SU ÚLTIMA DIABLURA” se me ha metido en el corazón para siempre. Verla con la familia, o los alumnos, será un regalo que le agradecerán toda la vida.

Título para Latinoamérica: “LOS TRES DIABLILLOS ALZAN VUELO”