24 semanas (2016)

Astrid (Julia Jentsch) vive la ilusión de estar embarazada y convertirse en madre por segunda vez, esta alegría la comparte con su pareja, Markus (Bjarne Mädel), y su hija Nele (Emilia Pieske). Sin embargo, este sueño se verá afectado cuando en una cita médica los doctores descubren algo en su hijo, quien se ha detectado con Síndrome de Down y con una terrible malformación en el corazón.

La pesadilla comienza a emerger a lo interno de los personajes, salta entonces la duda, abortar para evitar traer al mundo un ser que sufrirá mucho, o bien, no abortar y luchar juntos porque este humano tenga la mejor calidad de vida posible. Una encrucijada que además de ser algo interno (especialmente de la mujer), se vuelve externo al ser ella una figura pública.

Este es el segundo largometraje de Berrached, quien es también coguionista junto a Carl Gerber. Curiosamente, su primer largo, Zwei Mütter (Dos mujeres, 2013) también se refiere a la maternidad, claro está, desde otro punto de vista totalmente diferente. En 24 Wochen, la realizadora desarrolla su film de forma convencional, todo bien, un giro, se endereza un poco la cosa, otro giro, hasta llegar al clímax y posterior resolución, este último tracto no hacía falta.

Berrached se sirve de la excelente labor de Julia Jentsch para realizar esta obra, quien acuerpa muy bien al personaje, también logra instantes de mucha tensión, y establece de buena forma este dilema existencial de los personajes. Aunque no lo parece, el guion muchas veces fue improvisado, o al menos, se le daba libertad al elenco para variar sus líneas, además, trabajó con doctores y enfermeros reales (que lo hacen muy bien), quienes transmiten de forma inmejorable sus líneas.

24 Wochen es un film correcto y reivindicador de la autonomía y determinación de la mujer, se extiende un poco y el melodrama puede llegar a sentirse, pero todo esto se compensa por lo bien hecho que está, por secuencias que nos enmudecen gracias a ese carácter de documental que se siente, y por supuesto, el ya mencionado trabajo de Jentsch, formidable.

Sin subrayados ni ningún otro mecanismo de exacerbación de su intensidad, ni visual ni sonoro, toda la dureza, inmensa, de este drama viene suministrada por lo tremendamente crudo de su premisa argumental y la capacidad de su pareja protagonista para transmitir el constante vaivén de duda y dolor en el que han de tomar decisiones dificilísimas, y afrontar unas consecuencias de las mismas que no siempre son fáciles de prever ni evaluar. Una apuesta de riesgo, en la medida en que aborda un tema tan moralmente complejo como el del aborto terapeútico, resuelta sin condenas ni absoluciones. Merece la pena.