Tráiler HD (ESPAÑOL)
Ver 2 más- Sinopsis
- Sentaro tiene una pequeña pastelería en Tokio en la que sirve dorayakis (pastelitos rellenos de una salsa llamada "an"). Cuando una simpática anciana se ofrece a ayudarle, él accede de mala gana, pero ella le demuestra que tiene un don especial para hacer "an". Gracias a su receta secreta, el pequeño negocio comienza a prosperar. Con el paso del tiempo, Sentaro y la anciana abrirán sus corazones para confiarse sus viejas heridas. (FILMAFFINITY)
- Género
- Drama Cocina Enfermedad
- Dirección
- Reparto
- Año / País:
- 2015 / Japón
- Título original:
- An
- Duración
- 113 min.
- Guion
- Música
-
- Fotografía
- Compañías
- Coproducción Japón-Francia-Alemania;
Premios
Una escucha activa del mundo
8 de noviembre de 2015
Delicadeza, calma, amor a los detalles cambiantes de la naturaleza, respecto por el prójimo, la consecución de un sueño vital, vivir en paz con uno mismo, con el entorno y con los demás… Estamos ante un cuento melancólico lleno de encanto y dulzura, un relato de aprendizaje, un redescubrimiento del mundo, un renacer a la vida. Sobre todo es una crónica contemplativa que nos habla de la dificultad de concretar todo el potencial que llevamos dentro y expresarlo a nuestro entorno, compartiendo los altibajos de la existencia sin remordimientos ni excusas y agradeciendo siempre cada mínimo vínculo que entablamos en nuestro camino.
Estamos además ante una película que puede leerse también en clave reivindicativa (del papel e importancia de la mujer en la sociedad como más conectada con la esencia de las cosas, de ciertas culpas colectivas del pueblo nipón en algunos episodios casi desconocidos, del valor de mantener el respeto y el contacto con tus semejantes, ya sean familiares, amigos, plantas o animales, de la consideración que debemos a todo el microcosmos que nos rodea, etc.), pero lo hace sin alharacas ni alardes, sin estridencias ni sermones, sino desde una mirada serena, comprensiva y compasiva que lo abarca todo y transmite una ecuménica armonía al cautivado espectador.
Hay mucho del carácter budista japonés entretejido en la trama, casi de soslayo. Todo tiene su razón de ser, sus motivaciones y su significado, desde el rumor de los árboles hasta los animales de compañía, desde cada una de las estaciones del año hasta un paseo por la ciudad o por el campo y sus aromas. También hay una mirada poética y luminosa sobre los seres humanos, con independencia de la buena o mala fortuna que les haya tocado en gracia. Casi como si no se lo propusiera, hay mucha suave emotividad en las situaciones y los personajes que habitan esta sencilla historia de amor universal.
Su directora y guionista, Naomi Kawase, pasa por ser una rara avis del mundo del cine, con propuestas atípicas, tramas poco ortodoxas y enfoques no siempre convencionales o mayoritarios, pero esta vez ha creado una obra cristalina, diáfana, llena de hermosos recovecos, hallazgos y fragancias que pueden (y deben) encontrar un público amplio y heterogéneo. Supura sensibilidad por sus cuatro costados y su visionado es una dádiva – casi una ofrenda – que siembra un insospechado y hondo agradecimiento. Muy recomendable para espíritus sin prejuicios y con ganas de dejarse seducir por savia diferente.
Estamos además ante una película que puede leerse también en clave reivindicativa (del papel e importancia de la mujer en la sociedad como más conectada con la esencia de las cosas, de ciertas culpas colectivas del pueblo nipón en algunos episodios casi desconocidos, del valor de mantener el respeto y el contacto con tus semejantes, ya sean familiares, amigos, plantas o animales, de la consideración que debemos a todo el microcosmos que nos rodea, etc.), pero lo hace sin alharacas ni alardes, sin estridencias ni sermones, sino desde una mirada serena, comprensiva y compasiva que lo abarca todo y transmite una ecuménica armonía al cautivado espectador.
Hay mucho del carácter budista japonés entretejido en la trama, casi de soslayo. Todo tiene su razón de ser, sus motivaciones y su significado, desde el rumor de los árboles hasta los animales de compañía, desde cada una de las estaciones del año hasta un paseo por la ciudad o por el campo y sus aromas. También hay una mirada poética y luminosa sobre los seres humanos, con independencia de la buena o mala fortuna que les haya tocado en gracia. Casi como si no se lo propusiera, hay mucha suave emotividad en las situaciones y los personajes que habitan esta sencilla historia de amor universal.
Su directora y guionista, Naomi Kawase, pasa por ser una rara avis del mundo del cine, con propuestas atípicas, tramas poco ortodoxas y enfoques no siempre convencionales o mayoritarios, pero esta vez ha creado una obra cristalina, diáfana, llena de hermosos recovecos, hallazgos y fragancias que pueden (y deben) encontrar un público amplio y heterogéneo. Supura sensibilidad por sus cuatro costados y su visionado es una dádiva – casi una ofrenda – que siembra un insospechado y hondo agradecimiento. Muy recomendable para espíritus sin prejuicios y con ganas de dejarse seducir por savia diferente.
[Leer más +]
81 de 88 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un árbol, una roca, una nube
1 de noviembre de 2015
La última película de Naomi Kawase narra una historia muy simple, casi una fábula, sin ninguna complejidad intelectual; demanda un espectador sin prisas, que no se interese únicamente por la acción narrativa y sea capaz de sumergirse en unas imágenes muy alejadas de las normas de la composición clásica (normas que tienden a resaltar lo importante frente a lo que no lo es).
Para la protagonista de esta historia, la anciana Tokue, nada es suficientemente pequeño; considera que todos los seres, incluso los más modestos, tienen una historia que contar. Y por eso es también capaz de escuchar a los humanos, aunque estén encerrados en la soledad y el silencio, como les ocurre a los otros dos protagonistas, que completan una especie de cuadro de “las tres edades”.
La película podría verse, poéticamente, como una versión postmoderna de las historias japonesas de fantasmas; fantasmas que entrelazan sus deseos con los de los vivos y se mezclan en su realidad prosaica de una forma similar a la que lo hacen, de forma efímera, los cerezos en flor.
Para la protagonista de esta historia, la anciana Tokue, nada es suficientemente pequeño; considera que todos los seres, incluso los más modestos, tienen una historia que contar. Y por eso es también capaz de escuchar a los humanos, aunque estén encerrados en la soledad y el silencio, como les ocurre a los otros dos protagonistas, que completan una especie de cuadro de “las tres edades”.
La película podría verse, poéticamente, como una versión postmoderna de las historias japonesas de fantasmas; fantasmas que entrelazan sus deseos con los de los vivos y se mezclan en su realidad prosaica de una forma similar a la que lo hacen, de forma efímera, los cerezos en flor.
[Leer más +]
43 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más información sobre Una pastelería en Tokio
Fichas más visitadas