El coleccionista de muñecas (TV) (2013)

Con un guion nefasto, esta insufrible e innecesaria mezcolanza de las temáticas de los thrillers de los últimos veinte años acude a “divertirnos” alguna tarde de un tedioso domingo invernal.

Una cosa es que se realice una película para el medio televisivo destinada a distraer, sin pretensiones, pero con pulcritud y dignidad, al espectador poco exigente, y otra es ofrecernos este fiasco de narrativa inconexa donde lo que prima es la vulgaridad y la desidia más absolutas.

Y, para más pesadumbre, se copia, descaradamente, secuencias de al menos tres de las obras más impactantes -la primera y la tercera obras maestras- del thriller contemporáneo: El Silencio de los Corderos (1991), de Jonathan Demme, Ni Una Palabra (2001), de Gary Fleder y El Intercambio (2008), de Clint Eastwood. Aparte de que la película –o lo que sea– se nutre de infinidad de trabajos televisivos de similar calidad formal pero de más lograda originalidad.

Los personajes de esta cinta –o lo que sea– son monolíticos, sin la más mínima evolución psicológica a lo largo de casi noventa minutos (el metraje sea largo o corto no es traba para percibir esa evolución). Y el papel de los actores, para no desentonar, acorde con el ambiente general del televisivo film –o lo que sea–.

Da envidia recordar ahora aquellos thrillers de serie B que con cuatro dólares y ochenta minutos de metraje -o menos- planteaban una estupenda historia, narrada con una fuerza excepcional y con unos actores cuya solvencia era patente y que daban vida a personajes de una complejidad desbordante. Pero claro, ahí había directores como Joseph H. Lewis, Edgar G. Ulmer o Lewis Allen con maravillas como Agente Especial, Detour o De Repente, por citar solo tres autores y tres de sus obras y no el inoperante -al menos en esta ocasión, y me temo que en casi todas- Farhad Mann.

En fin; cualquier parecido de estas joyas anteriormente destacadas -o con otras para la distribución televisiva como El Diablo Sobre Ruedas, de Spielberg o, para no quedarme sólo con un clásico, La Mujer de Negro, de Herbert Wise- con nuestro supuesto coleccionista (que nada colecciona) es puro disparate. Pero esto ya es otra historia. Y El Coleccionista de Muñecas no es una historia; es solo un aburrido y pésimo pastiche.