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Affaire en La Habana (1957)

Affaire en La Habana
77 min.
5,5
36
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Escena (INGLÉS)
Sinopsis
Nick Douglas, un pianista norteamericano que trabaja en el restaurante de un hotel en La Habana, es invitado a sentarse a la mesa por Mal Mallabee, un magnate compatriota suyo confinado a una silla de ruedas a causa de un accidente de navegación, y ahí le presenta a su mujer Lorna. Mallabee, entusiasta de la música nativa, invita al pianista a su casa quien acepta. Pronto se destapará el drama. (FILMAFFINITY)
Género
Cine negro Drama Romance Intriga Crimen
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
Affair in Havana
Duración
77 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Coproducción Estados Unidos-Cuba;
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5
Encuentro tórrido en La Habana
A pesar de la correcta puesta en escena de la trama, hubiera sido deseable mayor fuerza intrigante. Sus débiles imágenes en blanco y negro que parecen dibujos a lapicero. Donde debía haber suspense por los amores y odios encontrados, se echa en falta una pasión algo más explícita para acompañar la enérgica presencia de Raymond Burr. Ella no es, por lo que sea, motivo suficiente para mantener la intriga que exige un escenario tan a propósito como el que se presenta para el asunto.
Tanto la música afrocubana como el papel de John Cassavetes tienen, al menos, la justa medida para soportarlo hasta el límite de lo tolerable.
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3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
RAYMOND BURR EN SILLA DE RUEDAS. ¿SERÁ LA VENTANA INDISCRETA DOS? ¿QUÉ SERÁ, SERÁ? CANTABA DORIS DAY EN EL HOMBRE QUE SABÍA DEMASIADO -ver spoiler-
Muy disfrutable película de cine negro, con ese aroma tan típico que a otras películas de temática escabrosa o simplemente negra otorga estos lugares:
A.- La Habana, como esa joya que es Cacht mi if yo can (1959 de Don Weis, con Gilbert Roland y Antonio Moreno)
B.- Sudamérica en general, en Soborno (con Robert Taylor, la siempre bellísima Ava Gardner y los geniales e impagables Charles Laughton y Vicent Price), en La dama de Trinidad (con la maravillosa pareja post-Gilda Rita Hayworth y Glenn Ford).
C.- Méjico, como lugar al que escapar en la realmente fría y dura A sangre fría (Richard Brooks, 1967), o también Canadá al que sueñan con llegar la siempre sensual Catherine Deneuve en la joya desconocida que es Por nosotros dos (1980), por no hablar del impagable final de Alguién voló sobre el nido del cuco (Jack Nicholson y el indio Will Sampson).
D.- El Caribe u otros países de Centro o Sudamérica, en los que encontrar a mujeres peligrosas, bien por encargo, (Robert Mitchum en busca de la atrayente Jane Greer en Retorno al pasado), o bien porque sean antiguos amores de uno mismo (Robert Young en busca de la ya nombrada bellísima Jane Greer en No me creerán, 1947 de Irving Pichel).
E.- Otra vez Sudamérica, aunque simplemente sea nombrada como lugar en el que tener negocios sucios (la ya citada Gilda).
F.- Y en general el mar, como la impactante ¿Quién?, con Romy Schneider, la gran Rebeca de la siempre temerosa Joan Fontaine, las geniales Una mujer en la playa de Renoir o Almas desnudas ambas con la siempre pérfida Joan Bennett, o Cayo Largo con los siempre estimulantes Edward G. Robinson y Lauren Bacall.
Por lo demás, Raymond Burr borda como siempre su papel de amargado, como hizo en la famosísima y siempre nueva La ventana indiscreta o en la inquietante Un grito en la noche con la bellísima Natalie Wood raptada 1956); y también repite actuación brillantísima John Cassavetes, otra vez como marido o amante a medio camino, esto es, hombre que no quiere meterse en demasiados problemas o que está más alejado de su amante femenino de lo que quiere aparentar, como ocurre en la terrorífica La semilla del diablo.
Y la chica, la desconocida Sara Shane, luce modelito en las fantásticas escenas de la playa, -sin llegar a ser obviamente la Grace Kelly de Atrapa a un ladrón-, pero son escenas muy intrigantes en las que de repente aparece algún hombre, amante o no...
Y no cuento más; en resumen otra joya más, pequeñita de duración 72 minutos más o menos, pero tan grande como el mismísimo Raymond Burr.
Así que como digo siempre, no lean más criticas, y música maestro, enciendan la televisión y véanla.
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2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
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