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Black Rain (1989)

Black Rain
125 min.
6,2
12.295
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Tráiler (INGLÉS)
Sinopsis
Nick Conklin (Michael Douglas) y Charlie Vincent (Andy García) son dos policías de Nueva York a los que asignan la misión de escoltar a un peligroso asesino de la Yakuza desde Estados Unidos hasta Japón. Pero una vez llegan al aeropuerto de Osaka, el detenido se escapa. Intentando atraparlo, van a parar a los bajos fondos de la ciudad, donde se verán envueltos en una encarnizada guerra entre bandas rivales de la mafia japonesa. (FILMAFFINITY)
Género
Acción Intriga Thriller Crimen Yakuza & Triada Buddy Film
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
Black Rain
Duración
125 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
Premios
1989: 2 nominaciones al Oscar: Mejor sonido, efectos de sonido
1990: Japan Academy Awards: Nominada a Mejor film de habla extranjera.
"Decepcionante thriller que abraza la comercialidad. Entretiene, sí, pero a Ridley Scott hay que exigirle mucho más"
[Diario El País]
"El escenario y la dirección artística son determinantes y la violencia adquiere carácter coreográfico. (...) Buena."
[Diario El Mundo]
11
5
Positiva
5
Neutra
1
Negativa
5
¡Mira, mamá, sin dientes!
Tito Ridley se monta una buddy movie. Dos son, pues, los miembros de la feliz parejita de protagonistas. Michael Douglas es (oh, sorpresa) un poli conflictivo e irascible, con problemas conyugales y laborales, que lo que más ama en el mundo es lavarse la melena con Pantene y hacer el animal con su moto. Andy García es un relamido lechuguino con pinta de encargado de la sección de moda masculina de El Corte Inglés. Lo mejor que puede decirse acerca de su actuación es que el nudo de su corbata es asombrosamente perfecto. Para que los espectadores más cortos de luces sepan que es de origen hispano, Scott, tras mucho pensarlo, decide recurrir a una brillante y audaz estratagema: hacer que toree la moto de Douglas. Olé, olé y olé.

Como los mafiosos japoneses son más bien raritos y les gusta hacer las cosas al revés de lo que dicta el sentido común, a uno de sus miembros se le ocurre un día entrar en un bar atestado de gente y acuchillar y degollar a un par de rivales a la vista de todo el mundo. No seáis muy severos con él, son otras culturas y otras costumbres. ¿Quiénes somos nosotros para juzgarlas? Por desgracia para él, Douglas y García están en el bar y no son, ni de lejos, tan tolerantes, de modo que sacan sus pipas, persiguen al malvado japonés y consiguen detenerlo. El hombre resulta pertenecer a la embajada, de modo que la poli americana no puede ocuparse del caso. Depositarlo en la embajada pertinente para que allí se hicieran cargo de él sería demasiado fácil y la peli acabaría en veinte minutos, y como el Departamento de Policía de Nueva York es famoso por nadar en la abundancia y tratar a cuerpo de rey a sus agentes, aunque estén siendo investigados por corrupción, deciden mandar a Douglas y García a Osaka para entregar al criminal a las autoridades niponas y pasar allí unos días de vacaciones. Todo, ya lo veis, de lo más lógico y creíble. El problema surge cuando los dos polis se confunden (ya se sabe, todos los japos son iguales) y entregan al mafioso a los malos en vez de a los buenos. Mientras andan buscándolo, un encontronazo de García con un grupo de morlacos antitaurinos estropea el nudo de su corbata y agria aún más el carácter de Douglas, que decide, en represalia, incendiar Osaka y clavar una bandera americana en el cerro que domina la ciudad. Así aprenderán esos perros amarillos.

Ridley Scott saca su baraja marcada, le pide prestados su máquina de humo y su juego de filtros (qué bonitos: naranja, carmesí, magenta) a su hermano Tony, recicla unos cuantos decorados sobrantes de “Blade Runner” y echa a correr cuesta abajo y sin frenos. Como el hombre tiene talento, la cosa se deja ver y tiene algunas escenas dignas del autor de “Alien”, pero a lo que de veras recuerda es a aquel chiste del niño que montaba en bicicleta y que tras soltar las manos y los pies de la bici acababa sin dientes. Bueno, aquí no hay bicis, sino motos, y no son los dientes lo que pierde el niño, pero si os paráis a pensarlo, viene a ser lo mismo.
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56 de 77 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
La historia del guión de Craig Bolotin & Warren Lewis
Craig Bolotin & Warren Lewis escriben un guión simple, cargado de tópicos y con algún que otro fallo.
El guión simple, cargado de tópicos y con algún que otro fallo, acaba en una pila de guiones simples, cargados de tópicos y con algún que otro fallo, hasta que cierto día, alguien se lo encuentra y le ve futuro.
Por razones, probablemente, monetarias, Michael Douglas acaba convirtiéndose en el protagonista de la película procedente del guión en cuestión, y acaba interpretando correctamente un papel fácil.
Michael Douglas se acompaña de un igualmente correcto reparto, donde Andy García cumple bien su función: poner al público (todavía más) de parte de los buenos. Takakura Ken tiene cara de palo.
Por razones más monetarias todavía, Ridley Scott acaba dirigiendo el filme. Su mano tan sólo se nota en una atmósfera opresiva y decadente que, a pesar de tener siempre presentes miles de luces de colores, es oscura. En eso, y en que la película no cae en el ridículo en el que podría haber caído sin demasiadas dificultades. Y, por qué negarlo, el señor Scott firma una narración que está por debajo de lo correcto.
El resultado final se acompaña de una banda sonora ochentera a más no poder, que se parece muchísima a la de cualquier otra película de acción de los ochenta. Aunque la componga Hans Zimmer.
Después, se van todos a Japón a rodar y se lo pasan muy bien.

Total, que el guión simple, cargado de tópicos y con algún que otro fallo, se convierte en un filme correcto, del montón, tan entretenido como olvidable y prescindible.

La historia de siempre.
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46 de 65 usuarios han encontrado esta crítica útil
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