Testigo accidental (1990)

Entretenidísima película de acción con un Gene Hackman inmenso, como en toda su filmografía, y con una correcta Anne Archer, actriz que siempre me ha parecido interesante y demasiado desaprovechada y de la que últimamente no sé nada, es una pena. Una película que me entretuvo de principio a fín, claustrofóbica e inquietante, con unos paisajes que dan ganas de irse a Canadá y perderse por allí. No se la pierdan, está francamente bien.

Obra personalísima del cineasta Peter Hyams, que se encarga no sólo de la dirección, sino también de la (re)escritura del guión y de la fotografía. Remake de la recordada obra de Richard Fleischer de 1952, titulada igual que la película que nos ocupa, y que mantiene un buen número de elementos intactos, mientras que otros han sido modificados y adaptados a los nuevos tiempos, con más pena que gloria debo añadir.

La historia se centra en esta ocasión en Carol Hunnicut (interpretada por Anne Archer), una mujer que presencia un asesinato cometido por un importante capo de la mafia y decide esconderse en el lugar más alejado que le es posible para que nadie la encuentre. Sin embargo, cuando la oficina del fiscal se entera de su situación envía a un par de hombres (encabezados por Robert Caulfield -Gene Hackman-) para recogerla y llevarla a declarar. Sin embargo, los malhechores también se enteran, y comienza entonces la inevitable persecución.

Pese al pretendido intento por parte de Hyams de respetar y ajustarse al esquema original del libreto de Earl Felton, el resultado no es el deseado. Se anulan por completo las subtramas dando lugar a un producto más simple y edulcorado. Para subsanar dicha pérdida, se aumenta el nivel de espectacularidad de las escenas de acción (el filme costó 21 millones de dólares por los 0,18 que costó el original), pero el resultado último es menos consistente y más inverosímil.

En cualquier caso, no quiero dejar de reseñar que la película es, pese a todo, un convincente thriller dirigido con gran pulso por parte del señor Hyams. La acción se desarrolla con total fluidez y apenas hay un momento de descanso. Al igual que en la versión anterior, la mayor parte del metraje tiene lugar en el interior de un tren, y la claustrofobia se transmite con igual diligencia en ambas versiones, acentuada en ésta más si cabe por el hecho de desarrollarse en Canadá y en las zonas boscosas, donde no hay nada en kilómetros a la redonda.