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El libro de la selva (1967)

El libro de la selva
78 min.
7,2
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Sinopsis
Tras la muerte de sus padres, Mowgli, un niño de apenas dos años, queda abandonado en la selva y es recogido por una manada de lobos. En el seno de la manada, Mowgli es criado como un lobo más hasta que crece y empieza a desenvolverse por sí mismo en la selva. (FILMAFFINITY)
Género
Animación Aventuras Musical Comedia Infantil
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
The Jungle Book
Duración
78 min.
Guion
Música
Fotografía
Animación
Compañías
Grupos
Clásicos de Walt Disney Adaptaciones de Rudyard Kipling El Libro de la Selva (Disney)
Links
Premios
1967: Nominada al Oscar: Mejor canción
8
El libro de las Tierras Vírgenes
“El libro de la Selva” forma parte de mi niñez. Es de hecho, una parte de mi vida. No voy a volver a dar la paliza con Kipling, eso ya lo hice en otras reseñas. Sigo, a pesar de las maravillas de Pixar, teniendo predilección por el dibujo más artesano. Ese hecho con lápices de colores y mucha paciencia. Me imagino que es nostalgia, no más. Es como visionar una buena película hecha con Tecnicolor. No sabes muy bien porque, pero su trago sabe a ron del bueno.

Ciertamente Pixar ha conseguido levantar el vuelo de una Disney ruinosa, pero debido sobre todo, a que esos genios han sabido conjugar una perfecta animación con deliciosos guiones (que es lo que la Disney había olvidado completamente). En “El libro de la Selva” tiene esa animación de lápices que levantan mis recuerdos y una historia potente y maravillosa (si lo que no haga Kipling…).

Canciones graciosas, personajes entrañables y situaciones clavadas en mi niñez como la primera bicicleta de dos ruedas, o ¡qué coño!, como mi súper muñeco Maziger Z provisto de unos puños proyectiles que conseguía colarlos siempre en el balcón de mi incólume vecina para tener una excusa con que visitarla.

La Disney le debía una película a un hombre que puso voz y humanizó a unos animales a principios del siglo XX. No era la historia de Mowgli algo que esperara postergar más allá de mi niñez, pero luego, más adulto, no son pocas las veces que he dicho:

-¡Vaya! ¿Otra vez? La anterior fue porque era un hombre. Ahora, porque soy un lobo. ¡Vámonos, Akela!
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46 de 50 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
El placer de vivir
No recuerdo ninguna otra cinta de la monopólica factoría que posea semejante contenido moral, idealista y filosófico. Y mucho menos narrado con tantísima lucidez. No me he fumado nada, no veo colores en el blanco y negro; cada diálogo y situación lo confirma con transparencia. Para un crío normal, El Libro de la Selva es un auténtico orgasmo de imágenes fastuosas, música a tope y frenesí, algo así como zamparse 20 sugus y 50 lenguas pica pica montado en la Rana de la feria. Para un adulto (sensible), es eso y casi una lección de vida.

Durante toda la película, asistimos a una duelo maravilloso entre la optimista y drogada filosofía de vida del oso Baloo y el exasperante sentido de la responsabilidad de la pantera Bagheera. Un duelo que resulta maravilloso porque nos confirma la grandeza del equilibrio que se da entre la existencia plena, sencilla y epicúrea del vividor, y el necesario saber hacer de la frialdad mental del práctico. Vivir sólo del placer puede matarte, pero vivir severamente sin disfrute puede transformarte en zombi. Como si de un teatro se tratara, el oso y la pantera preparan (sin saberlo, pues no dejan de discutir) al joven Mogwli para la madurez.

Debemos mencionar dos aspectos cinematográficos que hacen que la película de Wolfgang Reitherman sea una producción brillante: su narración y la banda sonora. La dirección es exquisita, no sólo nos expone una película elegantísima, si no que también la hace arrolladoramente entretenida, apoyada sobre un guión muy muy divertido.

La banda sonora... es gozo absoluto, un descontrolado hervidero de vida en una selva que nunca calla. La exótica partitura instrumental se mezcla con unas canciones frenéticas de ritmos alocados sabiamente al cargo de maestros como Louis Prima, Pat O’Malley o George Bruns. Con inspiradoras letras que, al son de rock, blues y el jazz más movido, crean este placer desatado que complementa a una narración práctica, la puntita final de ese equilibrio grandioso que acaba siendo El Libro de la Selva.
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42 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
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