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La llama y la mujer (1967)

La llama y la mujer
102 min.
6,9
82
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Película completa (JAPONÉS con subtítulos en ESPAÑOL)
Sinopsis
Shingo, tras descubrir que es estéril de nacimiento y deseoso de tener un hijo, fuerza a su Ritsuko, que no está convencida en absoluto, a practicarse la inseminación artificial con el fin de que se quede embarazada. El nacimiento de un hijo, al que llaman Takashi, no mejora las relaciones matrimoniales. Cuando Sakaguchi, el doctor que le practicó la inseminación artificial, atraviesa por problemas con su mujer Shina, le dice a Ritsuko que él es el donante de esperma, lo que hace que esta se enamore apasionadamente de él. (FILMAFFINITY)
Género
Drama
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Japón Japón
Título original:
Honô to onna
Duración
102 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
7
La ausencia por el nacimiento
El vacío se instala implacablemente entre la pareja; un abismo separa a los cónyuges, y les absorbe en sus oscuras entrañas.
La pregunta es: ¿cuál sería el remedio más indicado para mantener unidos los lazos maritales en una sociedad donde se rompen con tanta facilidad? ¿Cuál? Y la pregunta asusta...

A partir de cierto punto de inflexión en su obra, y al igual que Yasujiro Ozu (menuda ironía), Yoshishige Yoshida se dedicó a contar la misma historia con los mismos personajes, pero siempre desde un enfoque diferente, sin quedar en ningún modo estancado, logrando que cada una fuese interesante y excitante; prosigue entonces extendiendo su saga de "anti-melodramas" tras el éxito ganado por "Joen", y manteniendo a casi todo su reparto técnico y artístico. "La Llama y la Mujer", de similares rasgos estéticos y temáticos, no proviene de ninguna fuente literaria; el director decide escribir el guión otra vez junto a Tsutomu Tamura y Masahiro Yamada (quien le ayudará en "Eros y Masacre").
Antes, el resorte argumental partía del conflicto de identidad de la mujer para con el mundo que la rodeaba; ahora dicho conflicto persiste, pero el punto de vista es la paternidad. En una nueva muestra de su habilidad para confundirnos, Yoshida abre el film desde la perspectiva de un niño, quizás un recién nacido, y de este modo, desde la incomprensión y la sorpresa, contemplaremos las numerosas tragedias que van a acontecer. Las apariencias vuelven a jugar un papel esencial. Shingo y Ritsuko son una feliz pareja, y han sido bendecidos con un hijo, Takashi; frente a ellos otro matrimonio, el formado por Ken y Shina.

En espacios claustrofóbicos, tanto de oscuridad perpetua como de luz saturada, el nipón acorrala a estos cuatros personajes, de vidas, inquietudes y sentimientos algo ininteligibles, y cuya profundidad emocional y psicológica se irá desarrollando de una forma muy especial: a lo largo de reveladores "flashbacks" que accidentalmente escinden su línea temporal hacia otros "flashbacks", y de vez en cuando hacia esferas oníricas, insinuando un mal oculto, un presagio de muerte y desastre venidero (siendo el espectro del infanticidio su tema principal), pero distanciándose de sus anteriores obras el director evita (al menos en un primer momento) unir a estos personajes en un turbulento cuadro amoroso.
La razón es la siguiente: la presencia de un niño en el seno de la familia. Su denuncia es corrosiva y deja un poso de amargura: según él, y a través de Ken, la guerra, la Historia y los mismos humanos son culpables de su degeneración social (en un contexto general), y la causa principal es la violencia infantil. Lo importante es cómo separa al cuarteto protagonista, todos ellos afectados por grandes traumas, y lo distribuye en la trama a dos bandas, según su condición: dos de ellos, Shingo y Shina, son estériles físicos, incapaces de concebir la vida (sus nombres incluyen el carácter "shin", de "muerte"); Ritsuko, por su parte, es una estéril emocional.

Shingo desea un hijo, pero Ritsuko se niega a someterse a la inseminación artificial; el primero refleja esa parte de la sociedad que defiende el orden tradicional de la estructura familiar como único medio para que los miembros alcancen la estabilidad y posible felicidad. Ken también quiere ser padre, pero su anhelo encuentra otro motivo: borrar la herida de su doloroso pasado, marcado por la ausencia paterna; el anhelo de Shina se basa en la envidia y los celos proyectados hacia Ritsuko, que acepta la maternidad como símbolo de un conformismo forzado por la figura masculina.
Somos arrastrados al epicentro de unas interacciones humanas destructivas entre seres de carácter obstinadamente cínico e identidades difusas atrapados por la angustia vital (gran metáfora la de los cuervos en las jaulas), y aunque Yoshida hace su distinción entre hombres (cobardes, débiles, recelosos o impotentes) y mujeres (más lúcidas, fuertes y vitales) todos serán puestos al límite cuando suceda otro incidente y punto de inflexión: el secuestro de Takashi por Shina, llevando la trama a un claro "impasse" de tensión, violentas confrontaciones y confesiones reveladoras, situando a los dos maridos en una posición de lucha territorial (la paternidad) al ver amenazada su identidad como hombres.

Pero nadie es capaz de mostrarse como es y todos sucumben al miedo y la hipocresía mientras se refugian en la plena autodestrucción; lo que distingue al film de sus predecesores es el uso que hace Yoshida de la infidelidad de la pareja, pues no es lo que desestabiliza a los personajes y desata el desastre, sino lo que les conduce hacia la claridad existencial para encontrar el lugar que les pertenece por pleno derecho (ese estatus paterno relacionado con un frívolo sentimiento de posesión infantil). En cuanto a ello, no obstante, introduce un elemento extraño entre el cuarteto: un hombre que, en un tiempo pasado, impulsó el deseo de Ritsuko.
La inclusión de este simbólico individuo externo, nunca aclarándose si la infidelidad fue consumada en la realidad o en la imaginación, viene a reflejar la pulsión sexual de la mujer, en constante búsqueda, y la enfrenta a la maternidad, que se acepta por obligación...por tanto resulta incomprensible que el cineasta se deshaga de repente de dicho personaje, sin duda el más interesante de este intimista melodrama de sombría narrativa, facturado con su habitual sensibilidad visual y estética, que se desplaza hacia las tendencias formales de vanguardia (las europeas en especial), logrando con ello una gran compenetración con su nuevo operador Yuji Okumura.

En el plantel Takeshi Kusaka sorprende con su intensa interpretación, basada en la economía expresiva, frente a una volátil y la mayoría del tiempo irritante Mayumi Ogawa y, cómo no, la preciosa y sensacional Mariko Okada, que encuentra uno de sus papeles más firmes y vigorosos (aunque cargado de una opacidad psicológica indescifrable, como de costumbre).
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4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
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