Jesucristo Superstar, el musical (TV) (2018)

Hacer mal Jesucristo Superstar es muy difícil.
Se trata no sólo de uno de los mejores musicales de la historia, sino quizás también del más permeable y adaptable que existe. Así como cuesta imaginar, por ejemplo, un Los Miserables en clave moderna, o un Chicago fuera del decadente ambiente de los años 20, JC es perfectamente re-imaginable en multitud de escenarios, ambientes, vestuarios y condiciones.
Así, este JC es perfectamente respetable en muchos aspectos. En casi todos, de hecho. Mantiene intacto el poder de la historia y de esa maravillosa música que regalaron al mundo Andrew Lloyd Webber y Tim Rice, es muy espectacular a la vista gracias a ese enorme escenario, y hay bastantes actores que despiertan el interés del público (atención a Alice Cooper como Herodes o a un gran Brandon Victor Dixon como Judas).
Sin embargo, hay un error imperdonable también, que es haber escogido a John Legend como Jesús. Legend puede ser un buen compositor y cantante pop, como demuestra su éxito "All of me", y sin duda ha hecho grandes contribuciones a bandas sonoras de cine, como las de Selma (por la que ganó un Oscar junto a Common, entre otros premios) o La La Land (con la excelente "Start a fire"). Pero no, y aquí viene el problema, no tiene categoría para ser Jesús. Primero porque no es actor, y se nota, por mucho que ponga cara afectada durante las dos horas, y segundo y más grave porque su tesitura vocal no es la que este personaje exige. Hay una razón por la que el rol ha sido interpretado tradicionalmente por solistas rock, o incluso heavy. Su versión de Getsemaní es especialmente sangrante e insultante, con ese falsete ahogado que se gasta y, por supuesto, sin poder llegar a ninguna de las notas altas que se han convertido en giros clásicos de la canción. Terrible.

Lo mejor: El decorado, algunos actores (Dixon, Grönwall, Cooper) y el atractivo inmortal del musical
Lo peor: John Legend

Se puede juzgar solo como un musical y entonces me parece una realización escenográfica y coreográfica de primera, algo peor en los cantantes, sobre todo porque falla el protagonista, no solo como cantante sino como actor. Hacía falta un Cristo con más carisma, con un punto de sublimidad, porque es el centro de todo.
Pero no se puede olvidar que el peso está en el poder de la historia, guionizada en los Evangelios y que persiste a pesar de las morcillas que se meten: el manoseo de María Magdalena, la supuesta inocencia de Judas, etc.
Volviendo al musical la parte instrumental es espléndia, así como el movimiento casi continuo, la tensión que nunca decae.