Senderos de guerra (1950)

La califican de Western cuando de ninguna manera puede serlo. En todo caso sería un "Northern", puesto que el Oeste estaba por descubrir a efectos colonizadores yanquis. La película, dirigida por ese gran artista que es Phil Karlson, al que se retuvo casi siempre en presupuestos de serie B, empieza a mediados del siglo XVIII y se alimenta de los enfrentamientos en la frontera británico-canadiense que tenían lugar en esa época, apoyados unos y otros en diversas tribus nativas: ottawas, delawares, iroqueses, etc. Nada, pues, que ver con los "indios" que un siglo después aproximadamente darían lugar a tantas películas del Oeste que hicieron y hacen nuestras delicias. Aquí se trata de la lucha por el territorio entre las potencias europeas: Francia y Gran Bretaña. Tengamos en cuenta que en Francia se sienta en el trono Luis XV y que todavía faltan más de treinta años para la toma de la Bastilla. La película, fundamentalmente (el argumento aquí es lo de menos) tiene el interés de ofrecer una panorámica sobre el vestuario de la época, desde los uniformes militares de uno y otro bando, completamente Ancien Régime, hasta el usado por los colonos, o sobre las armas: los rifles de repetición están muy lejos aún, como el colt y otras innovaciones posteriores. Aquí, tras cada disparo del arma, hay que cebarla de nuevo y recargarla, labor para la que la protagonista se revela como particularmente dotada. En fin, una película que puede tomarse también, con las limitaciones propias del género, como una interesante lección de historia de América del Norte.