El barón fantástico (1962)

Ver "El barón fantástico" es una de las experiencias más extrañas que pueden imaginarse. La cinta de Karel Zeman hace uso de todo el imaginativo del cine checo, mezclando elementos fantásticos, con el cine de aventuras y por supuesto la animación. El híbrido resultante es un cóctel tan apetecible como sólido, con escenas que sólo son equiparables a cintas de Hayao Miyazaki e incluso por encima, tratándose de una cinta de 1961.

La historia es bastante divertida, y narra cómo el Barón Munchausen decide llevarse a la Tierra a un habitante de la Luna, para que conozca cómo viven los seres humanos. En medio de todo, una bella mujer enamorará a ambos y comenzarán una graciosa lucha por dominarla. Simple, pero eficiente. Escenas para el recuerdo como la sucedida dentro de la ballena, la de la bala o simplemente cada fotograma donde el mago Zeman consigue que mezclar animación y realidad no sea algo raro, sino casi natural. ¿Su mayor problema? Algunos fallos de ritmo, haciendo que determinadas secuencias parezcan alargadas.

Recomendadísima, sin ser tampoco una gran Obra Maestra. Cualquier amante de la fantasía, las películas de aventuras y la animación, debebía verla. Y los que no lo son, también.

“El barón fantástico” de Karel Zeman es una película completamente vigente. Fantástica sobre el género fantástico y desconocida para el gran público. Desde su fascinante inicio, donde cada vez el ser humano vuela más alto, hasta su desenlace las aventuras del barón Munchhausen son un ejemplo de valentía por el stop-motion y la revisión libre bajo nuevas fórmulas visuales, aglutinando conceptos anteriores y vividos. Tal vez ese choque de pasado y futuro sea revivido por el propio conjunto de personajes principales: Toník, un astronauta, y el propio barón. Tecnología e imaginación mágica ligadas en una misma historia.

Los recursos son desde literarios, encabezados por Julio Verne, a visuales, empleando dibujos, animación, superposciones… juegos con el color. La brillantez se apodera de lo superfluo y yace bajo el manto de humo rojo turco. George Méliès estaría contento si hubiera vivido lo suficiente para ver “El barón fantástico”.