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Las mil y una noches: Volúmen 2 - El desolado (2015)

Las mil y una noches: Volúmen 2 - El desolado
131 min.
7,0
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Tráiler (PORTUGUÉS con subtítulos en ESPAÑOL)
Sinopsis
En un país europeo en crisis, Portugal, un director se propone construir ficciones a partir de la miserable realidad que le rodea. Pero incapaz de encontrar sentido a su trabajo, huye de manera cobarde, dejando su lugar a la bella Sherezade. Ella necesitará ánimo y coraje para no aburrir al Rey con las tristes historias de ese país. Con el transcurrir de las noches, la inquietud deja paso a la desolación, y la desolación al encantamiento. Por eso Sherezade organiza las historias en tres entregas. Comienza así: "Oh venturoso Rey, fui conocedora de que en un triste país...". Libre adaptación de 'Las mil y una noches' ambientada en el Portugal de hoy, y dividida en tres películas. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Comedia Secuela Crisis económica 2008 Crimen Drama judicial / Abogados/as Comedia dramática Película de episodios Cine experimental Realismo mágico
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Portugal Portugal
Título original:
As Mil e Uma Noites: Volume 2, O Desolado
Duración
131 min.
Guion
Fotografía
Compañías
Grupos
Las mil y una noches
Premios
2015: Premios del Cine Europeo: Mejor sonido
2015: Festival de Sevilla: Giraldillo de Plata (2ª mejor película)
2015: Premios Fénix: Mejor montaje. 5 nominaciones
2016: Premios Platino: Nominada a mejor dirección artística
7
Wei-Chi
Comencemos este texto lamentándonos por los cuñados de toda procedencia o condición. Si han tenido alguno cerca, o son usuarios de Facebook u otra red social, quizás le hayan oído decir, intenso el gesto y remarcadas las palabras, que en chino la palabra “crisis” equivale a la palabra “oportunidad”. Por supuesto nada de esto es cierto. Nuestros cuñados, aceptémoslo, no tienen tampoco el mínimo conocimiento de mandarín, pero toda esta confusión terminológica, de conceptos y de cómo los hechos van mutando en función de cómo son contados, nos viene estupendamente para hablar del cine de Miguel Gomes porque es en estos conflictos donde encontramos su esencia.

Centrémonos en primer lugar en el último de estos puntos y preguntémonos si es casual que Gomes use el clásico medieval árabe de Las mil y una noches para dotar de estructura a su(s) película(s). Parece claro que la respuesta debe ser no. En primer lugar porque, obviamente, no creemos en algo tan inadmisible como el azar, en segundo porque ya en la filmografía del director portugués aparecían previamente señales nítidas de su obsesión por cómo la transmisión oral de las historias iba modificando el núcleo original y los detalles de las mismas. A Gomes le gusta jugar al viejo juego de formar un círculo y contar al oído unos hechos a nuestro compañero de al lado y que éste los cuente, a su vez, a quien tiene más cerca, hasta que la historia, tras haber recorrido todo el contorno de la circunferencia, vuelve a nosotros completamente modificada. Ya lo hacía, por ejemplo, en Aquel querido mes de agosto (Aquele Querido Mês de Agosto – Miguel Gomes, 2008) donde la historia de Moledor y el puente era contada en una docena de ocasiones, cada una de ella diferente de las demás, en función de cómo su propio círculo narrativo la había transformado. Aquí los elementos modificados aparecen integrados en el propio relato, ya forman parte de él porque la película es, en sí, una narración oral (“Escuta, ó Rei venturoso”). Pensemos por ejemplo en el primer cuento, el de Simao “Sin Tripas”, en esos drones buscadores o en las tres jóvenes que, salidas de la nada, le proporcionan un placer erótico a nuestro protagonista. Elementos mutados amalgamados con la historia real. Lo que importa es que como el Sultán nos sintamos atrapados en el relato, que le demos a Sheherezade Gomes una noche más para seguir contándonos su historia.

También la confusión de términos a la que hacíamos referencia en el primer párrafo nos parece muy apropiada para definir estas mil y una noches. Nos lo parece porque, establecida ya la fijación de Gomes con la transmisión oral de las historias, una crisis económica como la que ha sacudido Europa durante el último lustro y medio es un gran marco para la creación de leyendas. Se puede hablar de hombres que se enfrentaron al sistema, de cómo éste aplastó a una familia, de héroes y de villanos. Todos con un pie en lo real, todos con el otro en la recreación fantasiosa. Así pues, para Gomes, para todos los narradores en la acepción más estricta del término, la crisis es una oportunidad y el adagio cuñadesco, por una vez en la vida, se cumple a la perfección. Quizá no del todo en el sentido que ellos le habían otorgado pero eso son minucias y más para ellos.

Tal vez, de todo lo dicho anteriormente, alguien podría llevarse la falsa impresión de que Gomes utiliza la crisis tan sólo como un elemento casual, un vehículo de transporte sobre el que descargar sus elementos teóricos sobre la narración y que, cumplida su función, deja aparcado a un lado. Bien, nada más lejos de la realidad, el estudio de la crisis en sí misma se conjuga con la forma de contarla. La situación económica y social del país vecino también toma así ribetes de ficción cuando en el segundo cuento de este volumen, Las lágrimas de la jueza, la culpa, como un elemento abstracto, va pasando de mano en mano. En un tribunal situado en un anfiteatro (¿una referencia a la justicia como espectáculo?) cada historia está integrada en la anterior. La crisis, sus perpetradores y sus víctimas, son parte de un conjunto de matrioskas en lo que es una referencia tanto política (en cuanto a la imposibilidad de señalar a un solo culpable), como literario/fílmica, de nuevo apelando directamente a la estructura de Las mil y una noches y de otros antecedentes claros de la obra de Gomes, por ejemplo El manuscrito encontrado en Zaragoza (Rekopis znaleziony w Saragossie – Wojciech Has, 1965). Así la dimensión política de la obra se integra grácil y justificadamente en la obsesión de Gomes por el poder de la narrativa, la crisis es una ficción más pero, como todas las ficciones, tiene unas consecuencias trágicas en lo que llamamos realidad.

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4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Lo anecdótico II: Lo relativo
Hablar de Las mil y una noches: Vol.2, El desconsolado es más complicado que hacerlo de Las mil y una noches: Vol.1, El inquieto, principalmente porque esta continuación es tan continua y tiene tanta continuidad que, de hecho, sigue siendo la misma película, ofrece un grado similar de desconcierto, de surrealismo, de humor y de crítica social, pero, a la vez, ofrece nuevas perspectivas que hacen posible otra película, una un poco más difícil, más crítica tal vez, y que se aleja tanto de la realidad que esta, la propia realidad que nos rodea y (a algunos) aplasta o beneficia, se hace a nuestros nuevos ojos menos creíble que la ficción, por delirante.

— Anécdota III:

La condición humana. Quien haya leído la reseña de la primera parte de la monumental obra de Miguel Gomes, puede que recuerde una anécdota sobre un señor crítico que, algo indignado, no comprendía qué relación había entre Las mil y una noches y la situación de Portugal de un tiempo a esta parte (generada por unas políticas económicas y sociales hechas con el pene, recordemos). Pues bien, este señor no se presentó al pase de la segunda parte, lo que me dejó bastante desolado, por más que le busqué. Esto te hace pensar: la gente hace cosas malas, y buenas también, pero uno sólo presta atención a lo que le interesa, y en base a eso reacciona a cada circunstancia. Así, por ejemplo, un tipo como Mario Conde puede salir de la cárcel, después de haber robado, y sacar un libro, colaborar como tertuliano estrella en programas de Intereconomía, siendo aplaudido por sus intervenciones. Es de suponer que algo ha hecho bien para llegar a ese punto, y por eso mismo se ha podido permitir robar otra vez y seguir sonriendo. Qué sé yo… si al menos fuera un hombre pobre el que robase.

— Anécdota IV:

La perfidia. Siempre me sorprendo cuando veo que, de vez en cuando, hay gente profesional, que se dedica a esto del cine, incluso de forma remunerada, y se marcha a mitad del pase oficial de una película. Es como una especie de traición a su trabajo, o algo parecido. No se pueden juzgar todas las actuaciones, porque cada uno tendrá una razón diferente para marcharse de una sala de cine cuando aún queda un buen rato para terminar una parte de su trabajo, pero la realidad es que eso pasó varias veces cuando aún quedaban unos 30 minutos de El desolado, por lo menos. Pensando sobre eso, tal vez los que lo hicieron pensaban que no se iban a perder nada, que al seguir una misma estructura, la segunda Las mil y un noches se podía juzgar igual que la primera, y tal vez no se equivoquen, como ya he dicho en la introducción, pero también cabe pensar que cada nueva historia ofrece algo nuevo al espectador, y así lo hace, no es una sucesión esquemática de lo mismo, sino que el esquema, sin variar, añade nuevos contenidos a cada pasaje, los cuales siempre dan la impresión de estar a punto de agotar, tan al borde del ridículo (de tan absurdo) como de la genialidad (de tan sensato), pero cuando nos llega ese sentimiento, un nuevo giro ocurre, una nueva observación se da, una nueva imagen agita o silencia, y Gomes hace que te vuelvas a reconciliar con lo que parecía perdido pocos momentos antes.

A falta de ver más, de nuevo, y teniendo en cuenta lo que otras personas presentes comentaban al principio del pase («cómo ha bajado el número de críticos del primer pase al segundo… somos unos auténticos supervivientes»), cabe desear que la tercera parte no sufra un desgaste ante el buen y constante nivel de las dos primeras partes. Después de todo, los críticos no tienen la culpa de no disfrutar de todo el cine que ven. De hecho, nadie es culpable de nada, todo acto —consciente o no— se alimenta de otro anterior o superior, y las diferentes irresponsabilidades, ilegalidades, medidas y acciones, realizadas a lo largo de los años, se van olvidando en una nube de humo que se escapa por una ventana antes cerrada (intoxicando a los que estaban dentro) y ahora abierta. Pero entonces, ¿a quiénes se debería culpar por todo lo sucedido? ¿A todos los que sufren las consecuencias?
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