A salvo en el infierno (1931)

Desconocida cinta, hecha al albur del sonoro, de la mano de otro de los grandes artesanos del cine, William A. Wellman, en la que por su situación precode,( el famoso código de censura Hays todavía no había entrado en vigor), contiene muchas escenas insólitas y un tema que, luego más tarde, recibiría muy distinto tratamiento.
Una mujer cuyo novio está luchando en la guerra, se ve obligada a prostituirse para poder mantenerse.
En una visita no deseada de uno de sus clientes y acosada por él, le mata accidentalmente. Se ve obligada a refugiarse en un país bananero, con ayuda de su novio que ha vuelto y le ayuda a esconderse. Desgraciadamente, su novio se ve obligado otra vez a partir, con lo que la deja sola en ese rincón perdido de Dios, en compañía de maleantes de toda clase y condición.
Una cinta bien ejecutada con una atmósfera muy lograda, ya he dicho antes que resulta muy interesante por lo insólito del tema para la época.
Una cinta en la que la protagonista es una prostituta y que, además, sea un personaje positivo, no sería algo que luego en el Hollywood posterior tendríamos ocasiones de ver. (spoiler).
De todos modos, a mí siempre me ha parecido que Wellman quería y admiraba a las mujeres. Sus personajes femeninos eran cualquier cosa menos pasivos, dotados de capacidad para defenderse en un mundo de hombres.
Wellman, sabe construir personajes femeninos dotándoles de alma y personalidad. Me viene a la mente otra película suya que yo tengo en gran estima " Caravana de mujeres". Wellman habla de estas mujeres como si las admirara y eso me hace estarle muy agradecido. Pocos directores han otorgado una visión de la mujer como si las respetara. Chapeau Wellman.

Extraña película que toca varios géneros de forma intermitente sin definirse por ninguno hasta su sorprendente giro final, tras el cual quedamos con la sensación de que hemos asistido a una especie de tragicomedia romántica. A ratos historia de intriga con asesinato de por medio, por momentos comedia de personajes estrafalarios, aderezada con toques de drama romántico, incluso parece en algún momento que avanzará por el sendero de la aventura escapista en tierras exóticas, pero esto último resulta un espejismo porque sus raíces teatrales anclan la historia finalmente en los aposentos del motel en el que acaba varada la protagonista en su fuga de la justicia.

William A. Wellman trabajaba a destajo en esos años, tras un periplo fructífero en la época silente (su filme “Alas” ganó el Oscar a la mejor película el año en que se instauraron los premios, 1927), comenzó la década sonora de los 30 con el mismo empuje y mostrando su talento en diversos géneros. Ese mismo año 1931 firmaría la magnífica “El enemigo público” con James Cagney, una de las mejores muestras del cine de gánsteres preludio del cine negro de los 40, y sin estar tan inspirado en ésta “Safe in hell”, resulta una cinta entretenida y curiosa, aunque irregular y a veces desconcertante.

Parte del interés se debe a los aspectos asociados a la etapa precode, que supuso que en esos años se rodaran multitud de historias de chicas de moral alegre, en las que se mostraba sus aventuras y desventuras amorosas de forma abierta, sin complejos, de una manera desinhibida, impensable en los años posteriores. La cámara se esmera en distintos planos en mostrar las piernas de la protagonista y su ropa interior, de forma sensual, algo que sería muy difícil de ver en las pantallas en la década siguiente.

Debo reconocer mi desconocimiento de prácticamente todo el reparto, y la sorpresa de encontrarme en Dorothy Mackaill una protagonista solvente que lidera de forma convincente la historia de esta mujer atrapada en un lugar extraño, rodeada de personajes desubicados, en un ambiente enrarecido, y sometida a un conflicto emocional. La actriz tuvo una buena carrera durante los años 20 en el cine mudo, pero paulatinamente fue perdiendo protagonismo hasta dejar de trabajar pasada la mitad de los años 30, y quedar prácticamente en el olvido, como le pasó a algunos de sus compañeros de profesión.

Película curiosa, de ritmo extraño, no quedará entre los más recordado de Wellmann, pero se deja ver con agrado y tiene ese desparpajo simpático de muchas de las películas de los años 30 donde brillaban personajes femeninos que dominaban el argumento de principio a fin.