The Vampire (1957)

Modesto y curioso film estadounidense de ciencia ficción y de terror de los años 50 del siglo XX con claras referencias al clásico literario (R. L. Stevenson) --y cinematográfico (Rouben Mamoulian)-- "El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde" y, también, con ligeras insinuaciones a --entre otras películas-- "Drácula" (T. Browning) y secuelas y "El hombre lobo" (G. Waggner) y continuaciones.

Dirigido por Paul Landres, realizador especializado, particularmente, en series televisivas, aunque también en westerns de serie B y en otras obras de suspense, thriller psicológico y misterio.

Estamos, pues, ante una interesante película sin pretensiones --y sin demasiada originalidad--, pero que resulta, gracias a la intriga, y a cierta estética de cine negro, entretenida y acogedora.

Entretenida película serie B con formato algo televisivo del especialista en este medio Paul Landres que firmó numeroso episodios de series como Daniel Boone, Bonanza, Cheyenne, 77 Sunset Street, El hombre del rifle y otros. Realizó para el cine esta película y "The Return of Dracula". Con una estética "vintage" bien conseguida, queda bien muy reflejado el sueño de la buena vida américana de los años cincuenta siempre amenazada por oscuros fantasmas, en este caso no es el comunismo sino los peligros de la ciencia. Un buen hombre ingiere accidentalmente una adictiva droga que desata sus peores instintos animales lo que le conduce a una cadena de horribles crímenes que le llevan, sin tener culpa alguna, a su destrucción. Más que una película de vampiros es una especie de thriller con una base de Dr. Jeckill y Mr. Hide. Tiene un reparto repleto de efectivos actores de reparto a los que hemos visto con placer en tantas y tantas películas (Herb Vigran, Kenneth Tobey, Dabs Greer, el estupendo Paul Brinegar y la guapa Collen Gray). Se podría pasar por alto la muy cutre caracterización del monstruo y queda un distraído producto típico de los programas triples de cine de barrio, en aquellos tiempos de blanco y negro o colores chillones, que distrajeron nuestra miserable infancia; al menos la mía.