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Un método peligroso (2011)

Un método peligroso
93 min.
6,0
24.540
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Sinopsis
Una poderosa historia de descubrimiento sexual e intelectual basada en acontecimientos reales a partir de la turbulenta relación entre el joven psiquiatra Carl Jung (Michael Fassbender), su mentor Sigmund Freud (Viggo Mortensen) y Sabina Spielrein (Keira Knightley). A este trío se añade Otto Gross (Vincent Cassel), un paciente libertino decidido a traspasar todos los límites. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Biográfico Drama de época Drama psicológico Drama romántico Años 1900 (circa) Años 1910-1919
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Reino Unido Reino Unido
Título original:
A Dangerous Method
Duración
93 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Coproducción Reino Unido-Canadá-Alemania-Suiza;
Links
Premios
2011: Globos de Oro: Nominada a Mejor actor secundario (Viggo Mortensen)
2011: Círculo de Críticos de Nueva York: Nominada a mejor actor sec. (Mortensen)
2011: Premios Genie: 11 nominaciones, incluyendo Mejor película y mejor dirección
2011: Festival de Venecia: Sección oficial largometrajes a concurso
2011: Festival de Toronto: Sección oficial largometrajes a concurso
6
Escozor en la hierba
Por primera vez, un Cronenberg desconocido toma la contención por bandera. Se ajusta, como aplicado artesano, a un guión de perfecto acabado literario y de narrativa fluida, que regala personajes que funcionan por sí mismos y no por el nombre de los mitos, a lo que Cronenberg responde con actores que interpretan y no sólo se disfrazan. El estilo es delicado, con imágenes cuidadas y pulcras. La película busca combinar lo biográfico, con máximo decoro por las figuras, con lo romántico, apostando por un tono sentido y liviano.

Cronenberg consigue que la película pase como si se descorriese un velo. Y en esa aparente virtud, encuentro su mayor limitación.

Nunca fue especialidad de Cronenberg el dotar de vida al plano, el lograr oxigenarlo y que el espectador respire con él. En su cine, suelo encontrar la imagen encorsetada, y esta vez no es una excepción, pero lo que siempre ha sido su mayor talento, el de la atmósfera febril, aquí ha sido (voluntariamente) descartado. ¿Dónde está la carnalidad y el sexo que tanto pregona su temática? ¿Dónde se transmiten las dudas y el tormento moral de Jung? Desde luego, para mí Keira Knightley no pone lo primero, ni Cronenberg lo segundo.

Entiendo que la película quiera tomar la vía psicológica antes que la atmosférica, pero -exceptuando escenas como aquella en la que Knightley confiesa sus vivencias o el test/interrogatorio por palabras a la mujer- la intensidad se diluye en el fluir del relato. Los sueños, donde la psicología de los personajes podría tener más vida, se limitan a ser piezas del engranaje narrativo. Y quizá por ese respeto por el nombre de los personajes, que sin duda los hace creíbles, pero inevitablemente distantes, también me quedo fuera de la historia de amor, puntal definitivo de la película.

Conste que la apuesta de Cronenberg por la contención me parece mucho más arriesgada que si hubiese optado por el desmelene habitual, y le ha salido una obra muy agradable de ver, pero mi sensibilidad encaja mejor con un tratamiento de la mente más visceral: la descomposición sexual de “Lilith” de Rossen, la paranoia atmosférica de Polanski, la violencia psicológica de Bergman o la zambullida en los infiernos de Lynch.

Los trayectos en cine no han de ser horizontales, de izquierda a derecha, sino verticales, de fuera hacia dentro.
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90 de 106 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
PODEROSA CONCISIÓN
El género histórico se presta a magnas ambientaciones, miles de extras, documentación. Se hinchan facetas secundarias.
Cronenberg aborda conflictos del incipiente movimiento psicoanalítico, a principios del XX, y condensa una enorme cantidad de información relevante. Lo consigue con una estrategia de concisión que va a lo esencial con sorprendente eficacia y crea un drama fluido, de formas narrativas sobrias y elegantes, en algún momento bellas.

Para exponer una confrontación Freud-Jung que, más allá de la disidencia científica, tiene proporciones arquetípicas, usa algunos trucos: el judío Freud aparece siempre en ambiente oscuro, la Viena burguesa sulfurada por represiones y tormentos sexuales en la sombra de los hogares (el abigarrado consultorio y el famoso diván son exactamente reproducidos), y el protestante Jung, en luminosos espacios suizos, entre bosques y montañas, a la diáfana orilla de un lago donde dispone de mansión y velero.
Freud fuma siempre, puros; Jung, pipa. Mortensen, fornido, bordea la caricatura y no maneja el habano como pensador lento y obsesivo sino como enérgico empresario, con una autoridad sardónica: rebaja un poco al personaje.
Bromean contándose chismes de pacientes anales, historietas de la defecación. Durante horas comparten sueños y los examinan como coleccionistas. Esta vez Cronenberg no muestra las pesadillas sino a sus investigadores. Se frena, no mete la cámara en lo onírico, y con la contención potencia la tersura del relato.
Si Freud se ajusta a la ley de causa-efecto, Jung no cree que las coincidencias sean por azar (leitmotiv de la película) sino por sincronicidad.
Jung es más sensible a lo femenino que Freud y tendrá amoríos con numerosas pacientes, empezando con Sabina Spielrein, torbellino pasional de peculiar romanticismo, con quien estrena el método analítico y alcanza íntimos descubrimientos.
Si para Freud la libido es energía puramente sexual, para Jung es una fuerza más amplia. El heterodoxo psiquiatra Otto Gross, una especie de protobeatnik defensor del retorno a la naturaleza, del amor libre y las drogas, en breve y oportuna aparición agita a Jung: “Nunca pases junto a un oasis sin detenerte a beber”.

La inicial llegada de Spielrein al sanatorio da alguno de los pocos momentos del Cronenberg típico. Las muecas de posesa que Nightley lleva al extremo, el relato escalofriante del enorme molusco pegado a la espalda desnuda, la sangre que subraya el desfloramiento… Pero poco más: prevalece el Cronenberg en trayectoria hacia esa impresionante concisión: la cosmopolita Viena se resume en un coche de caballos y un zaguán señorial, la mayor multitud en pantalla es la familia Freud en torno a la mesa; Nueva York, una estilizada toma de la estatua de la Libertad. Y funciona, por la tensión que se mantiene vigorosa en medio de ingentes sacrificios formales. Para potenciar la narración renuncia a efectos, impactos bruscos y vísceras; es decir, a sí mismo.
Y gana la partida…
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71 de 80 usuarios han encontrado esta crítica útil
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