La novela de una noche (1924)

El buque Gigantic (cualquier alusión al Titanic es intencional), acaba de arribar al puerto de Southampton, Inglaterra, cargado de turistas gringos, y entre ellos, sobresale el multimillonario estadounidense, Samuel G. Adams, un hombre que “odia la publicidad como un pájaro odia sus alas”. De inmediato, los periodistas y reporteros gráficos lo abordan, y él está ansioso por presentar a su guapa heredera, Dorothy… pero ésta se presenta con un ‘disfraz’ que lo deja turulato, mientras los periodistas se decepcionan de su figura y le hacen una sola fotografía con bastante desgano.

En el puerto, Lord Paul Menford, un apuesto aristócrata venido a menos y quien se ha gastado su última moneda para comprarle unas flores a una actriz a la que espera, con presteza acoge en sus brazos a la heredera que acaba de tropezar, y atraída por él, ella hace cuanto puede para quitarse el disfraz de suerte que él vea que no es tan fea… y él hado complaciente, habrá de llevarlo de nuevo a su lado, cuando la actriz le señale el collar ajeno que lleva adherido al botón de su chaqueta.

Dorothy, lucía bien dispuesta a huir de los hombres que sólo aman su dinero, pero, Cupido ya está haciendo lo suyo… y el resto va a hacerlo el simpatiquísimo suegro que está dispuesto a casarla a como dé lugar, y este personaje inglés, va a caerle bastante bien.

Hanns Kräly, el prolífico escritor alemán largamente asociado al director Ernst Lubitsch, con quien arribaría a Los Ángeles, California, a comienzos de los años 1920, pronto encontraría otra gran veta cuando consigue vender a la First National el guion de, “HER NIGHT OF ROMANCE”, comedia que, con total acierto dirigiría Sidney Franklin, un realizador que también sabía harto de dirigir actores -y sobre todo actrices-, y así comenzaba otra larga colaboración que se sostendría durante ocho importantes películas.

La historia es brillante de principio a fin, pues, está colmada de preciosos detalles que van trazando uno de esas relaciones que empiezan con prevenciones, farsas y malas intenciones, pero que, al ir descubriéndose el verdadero espíritu de cada miembro de la pareja, todo lo impertinente se deshecha sin reserva alguna, porque, es en el alma donde se guarda el más grande tesoro, y sólo cuando se descubre, se puede ser feliz.

Un fuerte romanticismo, momentos muy divertidos y una atractiva picaresca permitida en tiempos del pre-code, consolidan un filme que goza además de ‘coloridos’ intertítulos, una calificada puesta en escena… y en especial, unas actuaciones deliciosas, con un cuarteto protagonista encantador.

En lo personal, pongo por encima a Albert Gran, quien representa a la suerte de suegro que cualquiera desearía y lo hace con una gracia memorable. Por su parte, Constance Talmadge, se reafirma como una de las mejores comediantes del cine silente, irradiando picardía y gracia a borbotones; Ronald Colman, la suerte de galán que siempre convence con su gallardía y discreción; ¡y cómo no mencionar al celebrado, Jean Hersholt (Joseph), buscando $acarle co$echa a la posible boda de la pareja!

Cada vez me convenzo más de que ya no se hacen comedias como las de antes.

Título para Latinoamérica: UNA ROMÁNTICA NOCHE