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3 Faces (2018)

3 Faces
100 min.
6,6
967
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Sinopsis
Una famosa actriz iraní recibe el video inquietante de una joven pidiendo su ayuda para escapar de su familia conservadora. Entonces pide a su amigo, el director de cine Jafar Panahi, que le ayude a entender si se trata de una manipulación. Juntos, emprenden camino hacia la aldea de la chica en las remotas montañas del Noroeste, donde las tradiciones ancestrales continúan rigiendo la vida local.

Género
Drama Road Movie
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Irán Irán
Título original:
Se rokh
Duración
100 min.
Guion
Fotografía
Compañías
Links
Premios
2018: Festival de Cannes: Mejor guion (ex aequo)
7
Presente, pasado, futuro.
Panahi vuelve a la gran pantalla tres años después de haber ganado el Oso de Oro por la increíble Taxi Teherán. Es su cuarta película desde que el gobierno iraní le impusiera una pena de veinte años que le prohíbe salir del país o dirigir películas ¿Cómo es posible entonces que este hombre pueda continuar su carrera? Mediante el ingenio de la propia puesta en escena. This is not a film y Closed curtain están rodadas en su propia casa, por lo que podrían considerarse dos vídeos caseros que han sido comercializados. Taxi Teherán en cambio, fue un paso más allá.

Panahi alquiló un taxi en la capital con una cámara de seguridad, que él no maneja en ningún momento y que será robada por dos encapuchados al final, dando así al director una coartada para evitar cualquier problema con las autoridades. Taxi Teherán no sería una película. Más bien una cámara de seguridad que ha sido sustraída y cuyas imágenes han sido comercializadas. En estas secuencias una serie de personajes, supuestamente reales, se suben al transporte.

En un momento dado, una abogada, amiga del director, ve la cámara y sonriendo, dice comprender el juego que él está creando. Por ello, coge una de las rosas que lleva consigo, la pasa por delante de la cámara y la posa en el salpicadero. Un gesto de parte de los reprimidos a quienes podemos ir a una sala de cine, un truco de magia en el que la rosa parece salir de la pantalla sin necesidad de 3D, un filme de una fuerza tan extraordinaria que, tras el fallo de Berlín, puso a Panahi en todas las portadas de los diarios.

Ignoro si el ciclón mediático europeo de entonces ha jugado un papel decisivo para que la concepción de Three faces fuera posible, ya que esta vez se trata de una película puramente cinematográfica y el gobierno de Irán parece haber hecho la vista gorda. Más aún teniendo en cuenta que no es para nada una película complaciente ni anodina. Comienza con un vídeo grabado con un móvil en el que una joven azerí se suicida por culpa de la incompresión de su familia, que la ha obligado a casarse y que no la dejan matricularse en la escuela de arte dramático. El vídeo se lo envían a la actriz Behnaz Jafari, estrella iraní de la televisión, quien, perturbada por el suceso, se embarca en un viaje al pueblo, mano a mano con Panahi, para saber si se trata de un montaje o no.

Three faces comienza como un road-trip de largas conversaciones en coche para llevarnos al norte del país, a un pueblo aislado de la región del Azerbaijan iraní donde el turco es la lengua dominante. Una carretera muy estrecha de un solo sentido comunica el pueblo con el resto del país, poniendo en evidencia el aislamiento de las comunidades del poder central del Estado. Una vez dentro, mientras los protagonistas buscan a la joven del vídeo, tenemos la posibilidad de sumergirnos en la vida local.

Resuenan así los ecos del difunto Kiarostami en este, primer trabajo de Panahi tras la muerte de su mentor. Los diálogos durante el viaje atravesando los paisajes áridos, con el dúo actriz-director llenos de preocupación recuerdan a la tensión y al desencanto que el conductor de El sabor de las cerezas nos provocaba. Además, la inmersión costumbrista en la aldea, abordada desde el humor mediante una serie de personajes estrafalarios, parecen una actualización de El viento nos llevará. No en vano, volvemos a la misma región a vivir situaciones tan surrealistas como en la película de Kiarostami: otra vez los problemas de cobertura, desde luego, pero además seremos testigos de los códigos de cláxon para poder entrar en la aldea, de un toro semental que bloquea el camino de vuelta, conoceremos una mujer que vive en una tumba abierta o a un hombre septuagenario que acaba de ser padre y quiere que Panahi regale el prepucio del neonato a una estrella de cine iraní en el exilio.

Absortos por el peculiar paraje y habiendo casi ya olvidado el suceso de la joven, de repente, la trama principal vuelve a irrumpir con fuerza para liberar una denuncia feroz del director a la situación del cine iraní actual. Suicidio o no, la importancia del enigma pasa a un segundo plano en el momento en el que el encuentro de las tres caras del título tiene lugar. Son tres actrices en lucha contra el poder: las de antes de 1979, castigadas, repudiadas y marginadas hoy; las actuales, con el deber de hacer frente a unas condiciones asfixiantes para la creatividad y la expresión y las futuras, en una situación incluso más delicada para poder prosperar en un arte que Panahi anuncia como inalcanzable, cual carretera de sentido único por la que apenas se puede transitar.

hommecinema.blogspot.fr
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22 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Pasado, presente y futuro
Perseverar no es sinónimo de vencer, pero al menos permite desentrañar todo aquello que el discurso oficial – ya sea político o religioso – mantiene al margen, tratándolo de acallar, censurar y reprimir. El inmovilismo empecinado es un vicio recurrente de las ideologías más rancias y caducas, más acostumbradas a prohibir, denunciar y condenar que a permitir que las personas se emancipen y hagan uso de su libre albedrío y se responsabilicen por sí mismas de sus éxitos y fracasos, alejadas de las convenciones y los atavismos recalcitrantes. Pero cuando se cree tener la exclusiva de la VERDAD – ya sea revelada o doctrinaria – resulta tentador obligar a todos a seguir la única senda posible: o sometido o apestado.

Por eso se agradece tanto la mirada lúcida del iraní Jafar Panahi, ya que explora la vida cotidiana bajo la teocracia de los ayatolás con su acostumbrado tono mordaz y humilde elaboración técnica, entre el falso documental costumbrista y la afilada comedia rural. Todo queda reflejado como si estuviéramos asistiendo a una clase de antropología, dando voz a todos sus personajes, lo cual hace innecesario cualquier subrayado maniqueo o la tentación de poner una voz en off que comente lo que estamos viendo. Por la boca muere el pez… y no hay nada mejor que darle cuerda a la gente, con la que se acabarán colgando. Tras un acabado pobretón, realizado sin apenas recursos, late agazapado la más corrosiva de las denuncias: la realidad.

Estamos ante una propuesta que, en lo formal, está alejada del pulcro acabado al que el cine industrial nos tiene acostumbrado. Pero si entramos en este precario juego de privaciones, nos encontramos con una paulatina y sabrosa radiografía que nos desvela, a través de lo percibido, de la sugerencia, de lo que completamos con nuestra intuición, un mundo cerril y angosto, aislado por la terquedad rústica, oprimido por el sometimiento esclavo de la mujer y asfixiado por el devoto bucolismo labriego: ser mujer y tener voluntad propia es anatema. La historia no es sólo lo que presenciamos, sino también todo aquello que estamos invitados a concluir gracias a los comentarios y sobreentendidos de todos los personajes masculinos (ya que las féminas permanecen, serviles y sumisas, en un frugal y humillado segundo plano).

Por lo tanto, Jafar Panahi nos invita a sacar nuestras propias conclusiones sin esperar a que nos comente o explique los pormenores que se escapan a la vista. Así denuncia un mal universal: la hipocresía. Se adora a las actrices de los culebrones, pero se condena, por frívola, a una adolescente que quiere huir del pueblo para estudiar en Teherán y convertirse en artista. No hay nada más subversivo que dar voz a lo real.
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10 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
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