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Journey to the West (2014)

Journey to the West
56 min.
6,3
215
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Trailer (SIN DIÁLOGOS)
Sinopsis
Occidente (Denis Lavant) yace pasmado, ni un pestañeo le permite el letargo espiritual en el que ha caído desde que tiene razón. Pareciera que sus últimas fuerzas las gastó en desplazarse a Marsella, legendario puerto, boquete de entrada y fuga de Francia, cuna del raciocinio. Acaso Occidente esté retomando bríos; mientras tanto, al fondo el mar y el cielo del Mediterráneo vaticinan la llegada. Un monje budista (Lee Kang-sheng), bella y poderosa presencia escarlata, camina por las calles de la Marsella actual, objeto aquí de un bello homenaje.
Ya desde No Form y Walker (2012), ambos de metraje corto y arrojo experimental —inspirados en antiguos escritos de un monje budista chino del Siglo VI viajando a la India en dirección oeste— el gran cineasta Tsai Ming-liang junto a su Doppelgänger creativo Lee Kang-sheng, trazaron los primeros pasos del monje en su salida de Oriente, rompiendo a paso lento el ajetreo de otros puertos: Taipéi y Hong Kong, respectivamente. En Journey to the West (2014), con el arribo del monje, Marsella comienza a sufrir transformaciones radicales. El tiempo que impone su andar —velocidad en sincronía con los astros—, en contraste con el tiempo desbocado de la urbe que discurre en segundo plano, genera algo inaudito en el cine: asombrosamente, Ming-liang y Kang-sheng logran que dos planos temporales opuestos convivan simultáneamente en la película. En algún punto el monje bajará unas escalinatas del metro. La secuencia es una clase de cinematografía arrolladora, un solo plano secuencia que aparenta ser un plano fijo pero que en conjunto encierra muchos planos —muy distintos entre sí— que se van fraguando espacial, lumínica y cromáticamente, a medida que el monje va bajando las escaleras.
Journey to the West es una ensayo poético sobre el nivel de espiritualidad al que todos podemos acceder en la vida diaria, reflexionando bellamente sobre la relatividad del espacio, el tiempo y la luz alterados por el movimiento humano. (extraído de FICUNAM.unam.mx) (FILMAFFINITY)
Género
Drama Religión Mediometraje
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Taiwán Taiwán
Título original:
Xi You (Journey to the West)
Duración
56 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Coproducción Taiwán-Francia;
9
Este comentario es absurdo.
Llamaremos Xuanzang al caminante que viaja (¿a qué velocidad?) desde el Hong Kong de Walker hasta la Marsella de Journey To The West. Viendo su lentísimo periplo por los paisajes de Occidente, se nos ocurren algunas ideas:

- No es lo mismo la lentitud que la lentificación. El monje camina muy despacio, lo que no es igual que caminar a cámara lenta. Este cambio de perspectiva, que se formula con una reducción al absurdo del propio acto de caminar, es fundamental. Supone no que podamos ralentizar un gesto que posee una duración natural predeterminada, sino que la duración es cosa nuestra, se la imprimimos nosotros. No somos, por tanto, del todo esclavos del tiempo sino que conservamos cierta capacidad de decisión sobre él.

- El monje es protagonista, sí, pero no. Desde el principio sabemos que no experimentará ningún tipo de evolución. En Walker comía; aquí, como mucho, sube y baja escaleras. Su protagonismo no consiste en que aparezca más que ningún otro en la pantalla, sino en que desencadena toda la acción de la película. Dicho así puede sonar extraño, pero es como sucede: la parsimonia de Xuanzang posibilita la celeridad del resto. Los brillantes planos urbanos despliegan una multitud de referencias al movimiento y al tiempo (el maniquí, el tiovivo, los vehículos, los pescadores, los comensales, el fumador…) cuya percepción tiene lugar porque la presencia del monje la desencadena. Sin él, que no hace nada realmente, tampoco ocurriría, a nuestros ojos, nada alrededor.
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13 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
2
Un monje lento para un tiempo rápido.
Un lento caminar de 50 minutos, es el paseo de este rojo monje, la gente, miles de vidas fugaces lo rodean, como si fuera piedra angosta en el camino, todos viajando a la velocidad del mundo, pero él, impasible, más lento que un caracol, con su paso firme, sereno y seguro, se desplaza en su angustiosa e finita meditación.

El espectador, sólo puede observar, bostezar, como si una hoja cayera del árbol en otoño. La contemplación es el único plato del visionado, intrigante el principio ante la incertidumbre del futuro cercano, pero sofocante y hastiada con el paso del tiempo, y la constante lentitud de la eterna repetición del movimiento, y por mucho que la califiquen de obra de arte, no deja de ser una soporífera obra, adulterada por falsos profétas conocedores del cine o simplemente que se hacen llamar “críticos de pacotilla”.

Las dos preguntas más importantes de este film:
1- ¿Cuando come, por qué comer debe comer es la ley de esta naturaleza en la que habitamos, cuando come un yogurt, al terminar, estará ya caducado?
2- ¿Cuando tiene prisas para ir al servicio, a mear o echar el tronquito, la velocidad será la misma?

Gracias a todos por leer esta modesta crítica.
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13 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
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