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El mundo en sus manos (1952)

El mundo en sus manos
104 min.
7,6
5.126
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Trailer (INGLÉS)
Sinopsis
1850. Jonathan Clark, el capitán de la goleta La peregrina de Salem, traslada desde Alaska a San Francisco un cargamento de valiosas pieles de foca. En el hotel en el que se aloja conoce y se enamora de la condesa rusa Marina Selanova, que trata de huir para evitar un matrimonio concertado por el zar con el pérfido príncipe Semyon. (FILMAFFINITY)
Género
Aventuras Aventuras marinas Siglo XIX
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
The World in His Arms
Duración
104 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
9
Aventuras en el Pacífico
Entretenida película de aventuras, narrada con el pulso firme y hábil del veterano Raoul Walsh, especialista del género. La historia se inspira en la novela "The World In His Arms" (1946), la última de Rex E. Beach. La acción se desarrolla entre San Francisco y Alaska (antes de su adquisición por los EEUU en 1867). Esboza una explicación ajustada, aunque simplificada e incompleta, de los motivos que llevaron a los rusos a vender sus territorios americanos y a los americanos a comprarlos por 10 millones de dólares.

La música, de Frank Skinner, aporta fragmentos variados de baile, melodías festivas, pasajes que subrayan la acción, insertos cómicos y secuencias épicas y solemnes, como el "Main Tittle" y el "End Tittle". La fotografía, de Rusell Metty, desarrolla un relato visual vibrante, con escenas trepidantes de peleas, broncas colectivas, persecuciones en tierra y en el mar, que combina con imágenes documentalistas (playas de focas), escenas idílicas, de amor y desamor, contraluces emotivos, encuadres subjetivos picados y tomas contrapicadas, etc., montadas con notable acierto. Presta especial atención a las labores del mar, la navegación, el esfuerzo de los marinos, la belleza de las embarcaciones de mediados del XIX, a las que rinde testimonio de simpatía y admiración. Se beneficia de una adecuada y colorista recreación del vestuario y de los ambientes de época.

El humor se hace presente a través de dos personajes muy diferentes: el fiel esquimal y el pícaro y bribón portugués, aficionado a lo ajeno. Este crea los lances más divertidos y entrañables, a los que se añaden ocurrencias de guión, en algunos casos inespedas y sorprendentes (los tres rusos irlandeses). No faltan algunos apuntes patrioteros, junto a una clara apuesta por la igualdad de nacionalidades y etnias diferentes (rusos, chinos, esquimales, irlandeses, etc.), que conforman una enriquecedora sociedad plural como la americana. El realizador, en beneficio de la ironía y la farsa, contrapone el rigorismo anacrónico de la antigua aristocracia (en este caso la rusa) y el moderno informalismo de la próspera burguesía americana.

Es notable la interpretación de Peck, bien acompañado de Anthony Quinn y John McIntire. Ann Blyth cumple correctamente su cometido en un papel definido de acuerdo con los postulados del momento, muy propios del cine de Hollywood de los primeros años 50. Tal vez por ello recuerda las formas y el fondo de la interpretación de Janet Leigh en "Scaramouche" (1952).

La película está dotada de un acertado y absorbente sentido de la ventura, basado en la buena mano del realizador y su excelente manejo de los recursos dramáticos. La obra es entretenida y, en nuestra opinión, de gran interés. Es memorable la secuencia de la persecución de los dos veleros en el mar.
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52 de 61 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
El viento y el timón.
Sin duda es una de las películas más bonitas que se pueden ver. El grupo de actores es sencillamente insuperable y sus interpretaciones están clavadas. ¿Puede haber otro actor más idóneo para hacer el portugués que no sea Anthony Quinn?
El conjunto de la acción está perfectamente desarrollado y la sencillez se mezcla con la calidad y el buen gusto en todas las peleas y trifulcas de la aventura que se cuenta. Una película agradable.

Las escenas románticas son importantísimas en el cine de aventuras, van de la mano. En el mundo en sus manos no puede haber mejor historia de amor que surja entre exploradores, negocios, rivalidad, amistad... Y en los confines más lejanos de la Tierra.

Aquí llego a las bellas escenas del mar. La condesa y el hombre de Boston, enamorados, juntos, sujetando el timón al viento, en la noche, sonriendo, con el cielo al fondo, es probablemente la escena romántica número uno del cine. Habrá otras número uno, pero no por encima. Esa imagen nos envía no sólo salitre, no sólo el calor de un abrazo, o el relente de la noche, o al viento golpeando las velas... Es una escena que sobre todo nos envía felicidad. Perfecta y hermosa. Una fotografía para enmarcar.

El viento es nuestra fuerza y el timón representa el dominio que todos deseamos tener de nuestras vidas para que nadie nos desvíe del camino.
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28 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
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