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La librería (2017)

La librería
115 min.
6,2
11.257
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Sinopsis
En un pequeño pueblo de la Inglaterra de 1959, una joven mujer decide, en contra de la educada pero implacable oposición vecinal, abrir la primera librería que haya habido nunca en esa zona. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Años 50 Literatura
Dirección
Reparto
Año / País:
/ España España
Título original:
The Bookshop (La librería)
Duración
115 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Coproducción España-Reino Unido-Alemania;
Links
Premios
2017: 3 Premios Goya: Mejor película, dirección y guion adaptado. 12 nominaciones
2017: Premios Feroz: 3 nominaciones, incluyendo Mejor director
2017: 2 Premios Gaudí: Mejor dirección artística y mejor música original. 12 nom.
2018: Festival de Berlín. Sección Oficial. Proyección Especial (Fuera de competición)
2018: Premios Fénix: Mejor vestuario
4
Una verdadera pena. De verdad.
Así lo sentí nada más salir de la sala de cine.

A priori, una película con elementos que me gustan: la temática, la ambientación, los actores y las actrices. Lamentablemente, bastan cinco minutos para que la decepción empiece a asomar la colita. Quieres pensar que no, que todo va a remontar según avance la trama y la relación entre los personajes se afiance, pero es un aspecto que nunca llega a producirse.

Desde mi punto de vista, la película fracasa en el montaje, en la dirección de actores, en la interpretación, en el guion y por un abuso constante de la voz en off. Todo ello da como resultado lo peor que puede ocurrir en el cine: que nada te emocione, que nada te conmueva.

El montaje se siente deslabazado sin que haya un sensación de conexión entres escenas y cambios de escena. La falta de ritmo es constante y la estupenda fotografía se queda en eso, en bellas estampas sin solución de continuidad. A esto se le suman las continuas, innecesarias e idénticas gesticulaciones faciales de Mortimer que utiliza en todo momento para toda clase de emociones a quien se le suma un James Lance sobreactuadísimo (el nihilista Mr Thorne) que produce extrañeza y sonrojo en cada escena por su aparatosidad gestual más que ser seña de personalidad. La niña, Honor Kneafsey, sientes en todo momento que está desaprovechada, al igual que Bill Nighy y Patricia Clarkson, dos estupendos profesionales. De los más secundarios y terciarios mejor no hablar.

Porque el guion también va a saltos en ese afán de soltar frases lapidarias. No funcionan en casi ninguna ocasión entre casi ningún personaje, y así poco se puede hacer. Al no tener un montaje adecuado ni un guion que defina personajes (además de la cargante voz en off), las interpretaciones fracasan, los sentimientos no llegan. Y el problema es que quieres emocionarte, empatizar, pero es imposible. No entiendes por qué adjudican a la protagonista el adjetivo "coraje" (tienes que adivinar que simplemente por el hecho de abrir una tienda y no hacer caso de la rica del pueblo que está acostumbrada a hacer lo que le viene en gana ya es muy valiente, aunque no haga nada más y luego el coraje brille por su ausencia cuando tiene que luchar de verdad), por qué la mala es tan mala (sí, hace lo que quiere... pero para abrir un centro cultural, carajo, que no va a abrir una tienda de ropa. Además, apenas aparece en la película), por qué se llevan tan bien Nighy y Mortimer hasta el punto del enamoramiento si la relación no está construida bajo ese prisma.

Termina la película de una forma incendiaria pero la apatía se ha instalado en mí y ya ni siquiera ese último gesto de resistencia llega al corazón, porque de nuevo ahí está esa voz en off que te dice lo que tienes que sentir, la moraleja.

Resoplas, te pones la chaqueta, sales del cine y sientes tanto, tanto, tanto que la película no te haya gustado...
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198 de 292 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Antigualla baldía
Quizás la novela de la británica Penelope Fitzgerald (1916-2000) – publicada en 1978 – tenga un encanto y un aroma que la directora y guionista Isabel Coixet no ha sabido trasladar en su adaptación: no por falta de empeño, porque se nota que la ha hilvanado con amor y esmero, pero todo huele a rancio, la acción resulta morosa, los personajes apenas se deslindan del cartón piedra, las emociones parecen impostadas, la minuciosa recreación de los años cincuenta carece de vida, vigor y fuerza, la afición por los libros deviene en un axioma irrefutable, casi un acto de fe… Es decir, todo el mimo y dinero invertido en llevar a la gran pantalla esta historia melancólica, impregnada de nostalgia libresca, destaca por su estilizada pulcritud, pero adolece de alma, de tensión, de veracidad.

Es triste escribir un comentario sobre una cinta que a todas luces nace fruto de la pasión por la literatura, por el entusiasmo por la letra impresa, por la importancia simbólica que cobra una librería como expresión de un mundo que se está desmoronando a nuestro paso, donde la cultura parece que no tiene razón de ser y su vigencia se cuestiona a cada paso. Pero cuando tan buenas y loables intenciones no consiguen emocionarnos, ni convencernos, ni subyugarnos, no cabe sino preguntarse a qué puede deberse este craso error. Y no queda sino apuntar a su máxima perpetradora: Isabel Coixet, que dice haber albergado desde hace décadas el sueño de adaptar la novela original desde que cayó en sus ávidas manos de lectora. Compartir – como comparto – el amor por los libros, no basta para pergeñar una obra de valía, ni tan siquiera una obra relevante, cuando se yerra en lo fundamental: todo resuena a superchería, un cansino ejercicio de estilo repleto de artificio y falsificación.

Los actores británicos suelen ser capaces de dotar de vida hasta a los personajes más mustios, pero aquí se estrellan contra un muro insalvable de acartonamiento. Ni Emily Mortimer resulta una viuda creíble en su obcecada y laboriosa fragilidad, ni Bill Nighy puede salvar los papeles desde su atalaya claustral. Deambulan perdidos e indolentes, recitando frases lapidarias carentes de enjundia y sentido. James Lance sucumbe ante su cargante y engolada representación de odioso petimetre y ni siquiera la estupenda (norteamericana) Patricia Clarkson puede salvar los muebles como una pérfida contrincante, ya que su motivación es ficticia y carece de fundamento.

He enumerado muchos rasgos negativos y para ser del todo justos habría también que señalar que se deja ver con cierta simpatía y benevolencia por tu tono de fábula atemporal que adopta. Y el cierre, apenas unos segundos del lánguido metraje, es soberbio, aunque ya extemporáneo.
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84 de 124 usuarios han encontrado esta crítica útil
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