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Voto de Romantic Warrior:
8
7,1
72.379
Drama. Comedia
Raimunda (Penélope Cruz) es manchega, pero vive en Madrid. Está casada con un obrero en paro (Antonio de la Torre) y tiene una hija adolescente (Yohana Cobo). Su hermana Sole (Lola Dueñas) se gana la vida como peluquera. Ambas echan de menos a su madre (Carmen Maura), que murió en un incendio. Pero, inesperadamente, la madre se presenta en casa de su hermana (Lampreave); después va a ver a Sole, a Raimunda y a Agustina (Portillo), una ... [+]
14 de noviembre de 2009
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película es Volver de muchas formas. Es para el director un volver a La Mancha de su infancia, y colocar en su lugar algunas piezas de su pasado que no estaban resueltas; es un volver en su carrera a algunos tópicos de comedia, al universo femenino, y a su musa Carmen Maura, sólo que menos desaforado, más maduro, y con la soberbia dirección de actrices de siempre. Volver es también el tango hecho flamenco que nos habla de alguien a quien el pasado ha lastimado, pero que tiene en ese mismo pasado ilusiones que neceista recuperar para seguir viviendo. Y Volver es finalmente el recorrido de ida y vuelta que las mujeres de esta historia deben hacer hacia ese pasado que exige ser escuchado y vivido hasta el final, y que las tomas de los molinos nos sugieren.
En ese pueblito de La Mancha, ruge el viento como un reclamo del pasado. La puesta nos transporta a sus calles empedradas, sus gruesas paredes encaladas, los pesados y antiguos portones de madera, los azulejos, y los hierros del ambiente de la infancia de la protagonista, que lo es también del director. En ese pueblito, de manera surrealista, los muertos están cerca, pueden participar de las vidas de sus gentes, y de algún modo continúan entre ellos. El personaje de Agustina, está dotado por Blanca Portillo con una increíble contención y solidaridad; y hay en él una aceptación y cierta sensación de continuidad después de la muerte; de manera tal que pareciera que Almodóvar, ya más entrado en años, busca encontrar serenidad ante la idea de la muerte que se le hace palpable ahora que recorre su madurez y dejó su etapa de juventud más alocada.
En su visión, el infierno, el purgatorio y el paraíso están aquí, en esta vida, y sus personajes los atraviesan a medida que cierran el círculo.
La gráfica de la película nos muestra a Raimunda, el centro de la historia, atrapada entre imágenes en blanco y negro que son el pasado, los muertos; e imágenes de flores rojas. Pero las primeras laten, están vivas y son actuales y acuciantes; y las últimas son artificiales, y no pueden disimular a las primeras. En los créditos, la cámara va de derecha a izquierda, dando la sensación de una vuelta atrás. Para cerrar esta historia hay que volver.
Es éste un drama que se presenta mezclado con un toque de comedia, algo característico en Almodóvar. Y la película respira cine por todas partes, nos dice muchas cosas con los objetos y sus significados, con los oficios de las protagonistas, con la puesta, con los diferentes encuadres, para hacernos soltar nuestra sensibilidad sin palabras, y llegarnos al corazón. Estos personajes son muchas veces clandestinos, ocultan, mienten…pero se redimen en una inmensa humanidad, comprensión, y ganas de vivir a pesar de todo.
Celebro esta obra y agradezco a Almodóvar por esta película.
En ese pueblito de La Mancha, ruge el viento como un reclamo del pasado. La puesta nos transporta a sus calles empedradas, sus gruesas paredes encaladas, los pesados y antiguos portones de madera, los azulejos, y los hierros del ambiente de la infancia de la protagonista, que lo es también del director. En ese pueblito, de manera surrealista, los muertos están cerca, pueden participar de las vidas de sus gentes, y de algún modo continúan entre ellos. El personaje de Agustina, está dotado por Blanca Portillo con una increíble contención y solidaridad; y hay en él una aceptación y cierta sensación de continuidad después de la muerte; de manera tal que pareciera que Almodóvar, ya más entrado en años, busca encontrar serenidad ante la idea de la muerte que se le hace palpable ahora que recorre su madurez y dejó su etapa de juventud más alocada.
En su visión, el infierno, el purgatorio y el paraíso están aquí, en esta vida, y sus personajes los atraviesan a medida que cierran el círculo.
La gráfica de la película nos muestra a Raimunda, el centro de la historia, atrapada entre imágenes en blanco y negro que son el pasado, los muertos; e imágenes de flores rojas. Pero las primeras laten, están vivas y son actuales y acuciantes; y las últimas son artificiales, y no pueden disimular a las primeras. En los créditos, la cámara va de derecha a izquierda, dando la sensación de una vuelta atrás. Para cerrar esta historia hay que volver.
Es éste un drama que se presenta mezclado con un toque de comedia, algo característico en Almodóvar. Y la película respira cine por todas partes, nos dice muchas cosas con los objetos y sus significados, con los oficios de las protagonistas, con la puesta, con los diferentes encuadres, para hacernos soltar nuestra sensibilidad sin palabras, y llegarnos al corazón. Estos personajes son muchas veces clandestinos, ocultan, mienten…pero se redimen en una inmensa humanidad, comprensión, y ganas de vivir a pesar de todo.
Celebro esta obra y agradezco a Almodóvar por esta película.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Raimunda trabaja lavando “trapos sucios”, y tendrá que hacerlo con su madre para reconciliarse con su vida y perdonar. Y en el otro trabajo, parece estar en un aeropuerto, que remite a un viaje, que remite al tiempo, un viaje de ida y vuelta que debe hacer al pasado, y al pueblo donde está ese pasado.
La vuelta de la madre, no es una vuelta totalmente dramática y sobrenatural. El juego de Soledad y cómo oculta a la hermana y a sus clientas la naturaleza de Irene, da lugar a escenas de comedia, alguna de ellas entrañable, como las hijas riendo y el primerísimo plano que hace a la madre, riendo al mismo tiempo que sus hijas sola, sin que la vean, desde su escondite.
Raimunda es una mujer exuberante, apasionada, una fuerza de la naturaleza que es imparable, y paradójicamente, vulnerable a la vez; desborda energía y pasión, y sus faldas y blusas ajustadas, su escote, su porte, sus aros gigantes y su pelo salvaje y aparentemente despeinado son un inconfundible homenaje a las Loren o Magnani del neorrealismo italiano. Parece víctima de su pasión, que es violenta y a la que debe dar la espalda para sobrevivir; ya que está engranada de tal manera de conducirla siempre hacia hombres equivocados. Su madre le dice “los hombres que queremos están para hacernos sufrir”.
Ella representa a las mujeres que afrontan mil dificultades en la vida, y que luchan y se las apañan solas como pueden, ocultando, mintiendo, pero también ayudándose, brindándose, y derrochando calor humano. Esta es una famiia de mujeres y ellas son el sustento, la fuerza vital, y hasta la fuerza física cuando haga falta. Los hombres están ausentes, y el marido de Raimunda es sólo una carga más que ella soporta, y cuando le anuncia que lo han echado del trabajo, la primera reacción de Raimunda es pensar que se deberá buscar ella otro trabajo, además de los que ya tiene, en el día Domingo, su único día libre.
Es inolvidable el plano cenital de Penélope Cruz en la cocina. Madre, ama de casa y femme fatale toda en una, cargando con el peso de todo, y fregando el cuchillo que luego será instrumento del destino.
Finalmente Raimunda se enfrenta con su pasado y con su madre. Es memorable la secuencia de la confesión de la Irene de Maura a su hija Raimunda, y su expresión de pollito mojado que implora perdón desde su escondite debajo de la cama, como las cosas que nos avergüenzan y queremos tapar, cuando enfrenta a Penélope Cruz, en un plano picado donde ella está allá bajo, bien chiquita.
De ahí en más, las heridas empiezan a cerrar. Cuando por fin se han encontrado madre e hija cara a cara, y vuelven del pueblo en el auto rojo de Sole (cuyo conducción siempre asume Raimunda, la que pone el cuerpo a todo, un auto rojo –la vida que escapa a la muerte, el pueblo?), las 4 mujeres juntas, los molinos del camino son mostrados primero con un encuadre oblicuo; y aquí se enderezan y vuelven a ponerse derechos. Los traumas del pasado empiezan a cicatrizar. Ahora se tendrán las una a la otra.
La vuelta de la madre, no es una vuelta totalmente dramática y sobrenatural. El juego de Soledad y cómo oculta a la hermana y a sus clientas la naturaleza de Irene, da lugar a escenas de comedia, alguna de ellas entrañable, como las hijas riendo y el primerísimo plano que hace a la madre, riendo al mismo tiempo que sus hijas sola, sin que la vean, desde su escondite.
Raimunda es una mujer exuberante, apasionada, una fuerza de la naturaleza que es imparable, y paradójicamente, vulnerable a la vez; desborda energía y pasión, y sus faldas y blusas ajustadas, su escote, su porte, sus aros gigantes y su pelo salvaje y aparentemente despeinado son un inconfundible homenaje a las Loren o Magnani del neorrealismo italiano. Parece víctima de su pasión, que es violenta y a la que debe dar la espalda para sobrevivir; ya que está engranada de tal manera de conducirla siempre hacia hombres equivocados. Su madre le dice “los hombres que queremos están para hacernos sufrir”.
Ella representa a las mujeres que afrontan mil dificultades en la vida, y que luchan y se las apañan solas como pueden, ocultando, mintiendo, pero también ayudándose, brindándose, y derrochando calor humano. Esta es una famiia de mujeres y ellas son el sustento, la fuerza vital, y hasta la fuerza física cuando haga falta. Los hombres están ausentes, y el marido de Raimunda es sólo una carga más que ella soporta, y cuando le anuncia que lo han echado del trabajo, la primera reacción de Raimunda es pensar que se deberá buscar ella otro trabajo, además de los que ya tiene, en el día Domingo, su único día libre.
Es inolvidable el plano cenital de Penélope Cruz en la cocina. Madre, ama de casa y femme fatale toda en una, cargando con el peso de todo, y fregando el cuchillo que luego será instrumento del destino.
Finalmente Raimunda se enfrenta con su pasado y con su madre. Es memorable la secuencia de la confesión de la Irene de Maura a su hija Raimunda, y su expresión de pollito mojado que implora perdón desde su escondite debajo de la cama, como las cosas que nos avergüenzan y queremos tapar, cuando enfrenta a Penélope Cruz, en un plano picado donde ella está allá bajo, bien chiquita.
De ahí en más, las heridas empiezan a cerrar. Cuando por fin se han encontrado madre e hija cara a cara, y vuelven del pueblo en el auto rojo de Sole (cuyo conducción siempre asume Raimunda, la que pone el cuerpo a todo, un auto rojo –la vida que escapa a la muerte, el pueblo?), las 4 mujeres juntas, los molinos del camino son mostrados primero con un encuadre oblicuo; y aquí se enderezan y vuelven a ponerse derechos. Los traumas del pasado empiezan a cicatrizar. Ahora se tendrán las una a la otra.