El cine es un arte que puede llegar a cambiar tu vida.
Existen determinados films (en mi caso fue "2001: una odisea del espacio") que te hacen reflexionar sobre el sentido de la vida, la existencia de Dios, si existe algo más allá de la muerte,...
Sin embargo, existen momentos en la vida en los que te apetece meterte en un cine y disfrutar de la película, sin más.
Para estos momentos en los que la vida real se complica y no quieres ver más problemas en la pantalla, "El caso de Thomas Crown", filmado por Norman Jewison en 1968, es ideal.
Los superatractivos Steve McQueen y Faye Dunaway en plenitud, un guión interesante que mantiene una cierta tensión, una música deliciosa, unos paisajes preciosos y un peculiar desenlace permiten al espectador desconectar de sus miserias y adentrarse en un mundo que acaricia sus sentidos y le hace disfrutar al menos durante el tiempo que dura la visión del film.
Gracias a Jewison por el buen rato que pasé ayer viendo su film y ovidándome de crisis, recortes, primas de riesgo y demás pesadillas que nos tienen acogotados en los últimos meses.