Si la película de Ataru Oikawa 1303-gôshitsu a la que esta peli no hace ningún favor con su remake, ya era pésima, la versión americana no lo es menos. Y sí, las cualidades de Mischa Barton-las interpretativas, no como Celeb de la prensa amarilla-vuelven a ser las mismas que las de un filete raquítico de higado de ternera. Al dislate no ayuda una Rebecca De Mornay obsesionada con parecer de la edad de sus bisnietos a base de bisturí, toxinas botulímicas, colágenos y demás bondades de la técnica, haciendo de madre cantante de country borracha que maltrata a la pobre Barton. Pero ya, lo peor de lo peor, es una Julianne Michelle absolutamente sobreactuada que necesita dar un monólogo de 20 minutacos hablando sola en su recién adquirido apartamento, que como ya sabemos, es amplio, luminoso y de calidades, al menos por el día, para que el espectador se entere de que está pasando miedo. El novio de la sobreactuada, un John Diehl bastante buenorro pone la misma cara postcoitum que cuando contempla a su rollete precipitarse al vacío desde la planta trece.
Y para dar un poco más de mal rollo sólo nos faltaba una niña antigua. La tal Emily que se merece un buen par de guantazos cada vez que salen por su boca lindezas tipo "Tú también vas a moriiiiir", "estás endemoniada" y otras por el estilo, de vecina de enfrente.
Una cagada en toda regla.
Lo mejor: Los créditos iniciales paseándose sobre una fotografía bastante espeluznante y que es lo único que puede dar un poco de miedo, y tampoco.
Lo peor: Me quedo con la De Mornay, aquella Peyton que daba miedo en La mano que mece la cuna o en la reciente El día de la madre, y que aquí provoca una sensación de bochorno y vergüenza ajena contínua. El espectro de Jennifer, de peli barata de sobremesa...
A la quema...